Jesús asciende a los cielos y desciende de ellos para adoctrinar a sus discípulos

I 1. Cuando resucitó de entre los muertos, Jesús pasó once años hablando con sus discípulos.

2. Y les enseñaba hasta los lugares, no solamente de los primeros preceptos, y hasta los lugares del primer misterio, del que está en el interior de los velos, en el interior del primer precepto, que es él mismo el veinticuatro misterio, sino que también las cosas que se hallan más allá, en el segundo lugar del segundo misterio, que está antes que todos los misterios.

3. Y Jesús dijo a sus discípulos: He venido de ese primer misterio, que es el mismo que el último misterio, que es el veinticuatro.

4. Mas los discípulos no comprendían estas cosas, porque ninguno de ellos había penetrado aquel misterio, que, sin embargo, consideraban como la cumbre del universo y como la cabeza de todo lo que existe. Y pensaban que era el fin de todos los fines, porque Jesús les había dicho, con relación a ese misterio, que rodea el primer precepto, y los cinco moldes, y la gran luz, y los cinco asistentes, e igualmente todo el tesoro de la luz.

5. Y Jesús no había anunciado todavía a sus discípulos toda la emanación de todas las regiones del gran invisible, y de los tres triples poderes, y de los veinticuatro invisibles, y de sus regiones, y de sus eones, y de sus rangos, todo según la manera como emanan aquellos que son los mismos que los próbolos del gran invisible, y no les había explicado sus nacimientos, y sus creaciones, y su vivificación, y sus archones, y sus ángeles, y sus arcángeles, y sus decanos, y sus satélites, y todas las moradas de sus esferas.

6. Jesús no había hablado a sus discípulos de toda la emanación de los próbolos del tesoro de la luz, ni tampoco de sus salvadores, según el orden de cada uno de ellos y el modo de su existencia. Ne les había hablado del lugar de los tres amén que están esparcidos en el espacio.

7. Y nos les había dicho de qué lugar brotan los cinco árboles, ni los siete amén, que son los mismos que las siete voces, ni cuál es su región según el modo de la emanación.

8. Y Jesús no había dicho a sus discípulos cuáles son las regiones de los cinco asistentes, ni dónde están, ni les había hablado de los cinco círculos, ni del primer precepto, ni en qué sitio están.

9. Y solamente, hablando con sus discípulos, había revelado la existencia de esos seres, pero no les había explicado su emanación y el rango de su región, y ellos ignoraban que había otras regiones dentro de ese misterio.

l0. Y no había dicho en qué lugar había salido hasta que había entrado en ese misterio en el momento en que fue emanado, sino que sólo les había dicho: Yo he salido de este misterio.

11. Y por eso pensaban ellos respecto a ese misterio que era el fin de todos los fines y la cima del universo. Y Jesús dijo a sus discípulos: Ese misterio envuelve todas las cosas que os he dicho desde el día que he venido hasta el de hoy.

12. Y por eso los discípulos no pensaban que cupiese alguna otra cosa en el interior de ese misterio.

13. Y ocurrió que estando los discípulos en el Monte Olivete dijeron estas palabras, con gran alegría: Nosotros somos más felices que ningún hombre, puesto que el Salvador nos lo ha revelado todo, y habemos toda elevación y toda perfección.

14. Y, mientras hablaban así, Jesús estaba sentado un poco aparte. Y ocurrió que el día quince de la luna del mes de têbêth,día en que había plenilunio, el sol, alzándose en su carrera ordinaria, emitió una luz incomparable.

15. Porque procedía de la luz de las luces, y vino sobre Jesús, y lo rodeó completamente. Y estaba algo alejado de sus discípulos y brillaba de un modo sin igual.

16. Y los discípulos no veían a Jesús, porque los cegaba la luz que lo envolvía.

17. Y sólo veían los haces de luz. Y éstos no eran iguales entre sí, y la luz no era igual, y se dirigía en varios sentidos, de abajo arriba, y el resplandor de esta luz alcanzaba de la tierra a los cielos. Y los discípulos, viendo aquella luz, sintieron gran turbación y gran espanto.

18. Y ocurrió que un gran resplandor luminoso llegó sobre Jesús y lo envolvió lentamente. Y Jesús se elevó en el espacio, y los discípulos lo miraron hasta que subió al cielo, y todos quedaron silenciosos.

19. Y esto pasó al decimoquinto día del mes de têbêth.

20. Y cuando Jesús hubo ascendido al cielo, después de la hora de tercia, todas las fuerzas de los cielos se turbaron y se agitaron entre sí, y todos los eones y todas las regiones, y sus órdenes, y la tierra entera, y sus habitantes fueron estremecidos.

21. Y los discípulos y todos los hombres se amohinaron, y pensaron que era posible que el mundo fuese a ser destruido.

22. Y todas las fuerzas del cielo no cejaban en su agitación y se agitaron entre sí desde la hora de tercia de aquel día hasta la de nona del siguiente. Y los ángeles y arcángeles, y todas las potencias de las regiones superiores entonaban himnos, y todos oían sus cánticos, que duraron hasta la hora nona del otro día.

23. Mas los discípulos estaban reunidos y llenos de terror. Y se espantaban de lo que sucedía, y lloraban, diciendo: ¿Qué ocurrirá? ¿Destruirá el Salvador todas las regiones?

24. Y hablando así vertían lágrimas, y a la hora de nona del día siguiente, los cielos se abrieron y vieron descender a Jesús en medio de un inmenso esplendor.

25. Y este esplendor no era igual, sino que se dividía de muchos modos, y unos brillaban más que otros. Y había tres especies que brillaban de diferente forma, y la segunda estaba sobre la primera, y la tercera era superior a las demás. Y la primera era análoga a la que envolvió a Jesús cuando ascendió al cielo.

26. Y cuando los discípulos vieron tal, quedaron llenos de espanto. Y Jesús, misericordioso y dulce, les habló y dijo: Tranquilizaos y no temáis nada.

27. Y oyendo los discípulos estas palabras, dijeron: Señor, si tú quitas de ti esa luz deslumbrante, podremos seguir aquí. De otro modo, nuestros ojos cegarán y por esa luz nosotros y el mundo entero estamos turbados.

28. Y Jesús hizo desaparecer aquella luz, y los discípulos, tranquilizados, fueron hacia él, y prosternándose unánimemente, lo adoraron, diciendo: Maestro, ¿adónde has ido? ¿A qué te han llamado? ¿Y de dónde proceden todas estas perturbaciones?

29. Y Jesús, todo misericordia, les dijo: Regocijaos, porque, a partir de este momento, yo os hablaré con toda claridad, desde el principio de la verdad hasta su fin, y sin parábola.

30. No os ocultaré nada respecto a las cosas que pertenecen a las regiones superiores, y a las regiones de la verdad. Porque me lo ha autorizado el Inefable, por el primer misterio de los misterios, para que yo os hable desde el principio hasta la consumación, y desde las cosas interiores a las exteriores, y viceversa. Escuchad y os diré todas estas cosas.

31. Ocurrió que, estando yo sentado algo lejos de vosotros en el Monte Olivete, meditaba sobre la misión para la que he sido enviado, que está cumplida, y sobre el último misterio, que es el mismo que el veinticuatro misterio, desde las cosas interiores hasta las exteriores, y en que todavía no me había sido enviado un vestimento. Y estas cosas son en el segundo puesto del primer misterio.

32. Y sucedió que, cuando yo comprendía que el fin del misterio para el que he venido estaba cumplido ya, y que el misterio no me había aún enviado mi veste, reflexionando sobre esto, en el Huerto de los Olivos, cerca de vosotros, el sol se levantó a los lugares en que lo ha colocado el primer misterio que lo ha creado, y, según la orden del primer misterio, mi veste de luz me fue enviada, la cual me había sido dada desde el principio, y yo me puse en el último misterio, que es el veinticuatro misterio, a contar desde los que están en el segundo lugar del primer misterio.

33. Y esta veste yo la he puesto en el último misterio, hasta cumplir el tiempo en que debía empezar a predicar a la humanidad y a revelar todas las cosas desde el principio de la verdad hasta su fin, hablando desde lo interior de lo interior hasta lo exterior de lo exterior.

34. Regocijaos, pues, y sentid gozo, puesto que os ha sido otorgado que os hable desde el principio hasta el fin de la verdad. Y os he elegido desde el principio por el primer misterio.

35. Regocijaos, porque, al descender en el mundo, conduzco desde el comienzo doce fuerzas, que he tomado de los doce salvadores del tesoro de la luz, según el mandato del primer misterio. Y las he arrojado en el seno de vuestras madres y con las que hoy están en nuestro cuerpo.

36. Y estas fuerzas me han sido otorgadas por encima de todo el mundo, porque vosotros debéis salvar al mundo entero, y para ello es preciso que podáis sufrir las amenazas de los señores del mundo, y los peligros del mundo, y sus penas, y sus persecuciones.

37. Os he dicho que la fuerza que está depositada en vosotros la he extraído de los doce salvadores que están en el tesoro de la luz. Y por eso os he dicho desde el principio que vosotros no sois de este mundo, ni yo tampoco lo soy.

38. Y los hombres que son del mundo han tomado las almas de los archones de los eones. Pero la fuerza que está en vosotros viene de mí y pertenece a las regiones superiores. Yo he conducido a los doce salvadores del tesoro de la luz, de los que he tomado una parte de mi fuerza.

39. Y cuando he venido al mundo, he venido entre los angeles de las esferas, semejante a Gabriel, el ángel de los eones, y los archones de los eones no me han conocido, sino que creían que era el ángel Gabriel.

40. Y ocurrió que cuando estuve entre los jefes de los eones, miré desde arriba el mundo de los hombres, según el mandato del primer misterio, y hallé a Isabel, madre de Juan el Bautista, antes que lo hubiese concebido.

41. Y puse en ella la fuerza que había recibido del pequeño Iâo, el bueno, que está en el centro, para que pudiese predicar, antes que yo, y preparar mis caminos, y para que bautizase con el agua de remisión de los pecados.

42. Y en el sitio de un archon destinado a recibirlos, encontré el alma del profeta Elías en la esfera de los eones, y recibí su alma, y la llevé a la Virgen, hija de la luz, y ella la dio a sus herederos, que la llevaron al seno de Isabel.

43. La fuerza de Iâo, aquel que está en el medio, y el alma de Elías, el profeta, han sido unidas en el cuerpo de Juan el Bautista.

44. Y porque dudasteis cuando yo os dije que Juan había declarado ser el Cristo él, vosotros contestasteis que estaba en la Escritura que, si el Cristo venía, Elías vendría con él, y le prepararía los caminos.

45. Mas, al hablarme así, yo os contesté: Elías ha venido, y lo ha preparado todo, como está escrito.

46. Y como vi que no comprendíais que el alma de Elías estaba en Juan el Bautista, os hablé en parábola.

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