Hábitos normales y anormales en el parpadeo

El parpadeo tiene, principalmente, dos funciones: lubricar y limpiar los ojos mediante las lágrimas, haciéndolos reposar periódicamente e impidiendo la entrada de luz. La sequedad de los ojos los predispone a la inflamación y es causa de la visión confusa. De ahí la obligatoriedad de lubricación frecuente, es decir, de constante parpadeo. El polvo (al igual que una ventana) se pega hasta en las superficies más pulidas, volviendo opaco el material más transparente. Los párpados, al cerrarse, lavan las superficies expuestas de los ojos con lágrimas impidiendo que se sequen. Por otro lado, si el parpadeo es permanente, como debe ser, la luz no entrará a los ojos durante un período que puede calcularse en un cinco por ciento o más de las horas de vigilia.

Los ojos que logran la relajación dinámica, parpadean con más constancia y facilidad. Pero cuando provocamos un esfuerzo, el parpadeo tiende a volverse más infrecuente y los párpados se cierran espasmódicamente. Esto se debe al mismo defecto en la dirección de la atención que produce la inmovilización del aparato sensorial.

La paralización del movimiento, natural y normal en otras partes del cuerpo, se produce no sólo en los ojos, sino también en los parpados. Una persona que fija mucho la mirada, sólo cierra los párpados muy de vez en cuando. Esto es un hecho tan común, que cuando los novelistas la traen a colación, suelen usar la frase "miraba sin pestañear".

El movimiento, como desde hace tiempo señalan los psicólogos, es uno de los requisitos imprescindibles de la visión y de la percepción. Pero cuando los parpados se vuelven tensos y relativamente inmóviles, los ojos siguen su ejemplo. En definitiva, quien quiera aprender el arte de la visión deberá convertir en hábito el parpadear con frecuencia y sin esfuerzo. Cuando la movilidad se ha restablecido en los párpados, el restablecimiento de la movilidad para el aparato de la sensación será relativamente sencillo. Los ojos gozarán también de mejor lubricación, mayor descanso y mejor circulación, lo que siempre se relaciona con los movimientos musculares no forzados.

Los que parpadean poco y espasmódicamente -como sucede en la mayoría de los sujetos de visión defectuosa-, deben adquirir conscientemente el hábito del parpadeo frecuente y sin esfuerzo. Esto puede lograrse mediante ejercicios de parpadeo. Media docena de parpadeos rápidos, como el aleteo de una mariposa seguida de algunos segundos de oclusión relajada de los párpados. Después, otra vez parpadeos y nueva oclusión. Así sucesivamente durante un minuto. Si se repiten constantemente (es decir cada hora aproximadamente), estos ejercicios comenzarán a formar el hábito de parpadear con frecuencia durante el día. Un individuo que parpadea conscientemente, será consciente de sus tendencias a movilizar los ojos y los párpados, evitando la incipiente fijeza de la mirada mediante frecuentes y sencillas oclusiones de los párpados. El parpadeo frecuente es fundamental para los que se dedican a un trabajo difícil, detallado y que exige gran atención. Cuando se realizan tareas de este tipo, es muy fácil fijar la vista y los párpados con la consiguiente fatiga, esfuerzo, sequedad en la córnea, inflamaciones y alteración de la visión. El frecuente parpadeo producirá un alivio tan grande que, ciertamente, no está en proporción con la simplicidad de los medios requeridos.

Además del parpadeo podemos exprimir periódicamente los ojos, cerrándolos con fuerza, reforzando la acción de los párpados con la de los otros músculos de la cara. Así se debe hacer cuando queramos frotarnos los ojos, un método bárbaro y brutal que se realiza con los nudillos y que podemos hacer con mucha mayor seguridad y de un modo más eficaz con los párpados. En algunas circunstancias, aunque no haya ardor ni otra molestia en los ojos, podemos practicar esta técnica para aumentar la circulación local y para estimular la presencia de las lágrimas.

El masaje en los ojos no es recomendable, pero una suave fricción en las sienes dará muchas veces un efecto tranquilizante y consolador. El cansancio ocular puede aliviarse frotando y masajeando los músculos de la parte superior de la nuca (en algunos casos de visión incorrecta, el tratamiento adecuado suministrado por un osteópata producirá óptimos resultados). Las personas sometidas a constantes esfuerzos oculares, pueden hacer uso ventajoso de este tipo rudimentario de masaje, dos o tres veces por día, seguido luego por un período de palmeado.