Visión en el cine
Para muchas personas con visión defectuosa, la asistencia al cine puede provocar cansancio y molestia. No debe ser así. Cuando se contemplan correctamente, las películas no causan esfuerzos oculares, más bien ayudan a mejorar la visión. He aquí las reglas que deben seguirse para que una tarde dedicada al cine cause placer y no malestar.
1 → No fijar la mirada. No tratar de ver toda la pantalla con idéntica claridad. No tratar de observar todos los detalles. Mantener los ojos y la atención en continuo movimiento.
2 → No olvidar que debemos respirar y parpadear frecuentemente.
3 → Aprovechar la oportunidad que nos dan las escenas aburridas para descansar, cerrando los ojos algunos segundos y "dejándose llevar". Incluso, durante las partes más interesantes es posible encontrar un momento para mirar hacia la oscuridad que rodea la pantalla iluminada. Emplear cualquier descanso para practicar el palmeado.
El cine también es útil en otros aspectos, sobre todo para familiarizarnos con elementos y situaciones que se encuentran frecuentemente en la vida real.
En un ensayo sobre la relación existente entre vida y arte, Roger Fry escribe algo muy interesante respecto a cómo el cine puede ser utilizado para mejorar la visión defectuosa. En su libro llamado "Visión and Design" apunta:
"Podemos obtener notables datos en el cine sobre la naturaleza de la vida imaginativa. El cine representa a la vida real en casi todos sus aspectos, salvo en lo que los psicólogos llaman la parte intencional de nuestra relación con las sensaciones, es decir, cuando la acción apropiada resultante es suspendida. Si en un cine vemos un caballo desbocado, no pensamos en apartarnos del camino o interponernos heroicamente. El resultado es que, primero, vemos el suceso más claramente; vemos algunas cosas interesantes pero sin trascendencia que en la vida real no entrañan en nuestra conciencia, dedicada absolutamente a las cuestiones de nuestra reacción apropiada. Recuerdo haber visto en un cine la llegada de un tren a una estación desconocida. La gente bajaba, del tren y quedé sorprendido al ver que muchas personas daban vueltas después de apearse como buscando orientación; un acto ridículo, pero que nunca había notado en las innumerables ocasiones en que esa misma escena se había desarrollado ante mis ojos en la vida real. Esto pasa porque en una estación jamás se es espectador de los sucesos, sino actor en el drama de preocuparse de los equipajes y buscar un lugar donde hospedarse. En verdad, sólo vemos lo que puede ser útil para desarrollar las acciones apropiadas".
Estas palabras expresan una gran verdad: existe una diferencia psicológica básica entre un espectador y un actor, entre el que observa una obra de arte y un episodio de la vida real, en el que rara vez nos detenemos de intervenir. Los espectadores ven más y mejor que los protagonistas. Debido a esto, es bueno utilizar el cine para mejorar nuestra visión de los elementos y sucesos de la vida real. Como no participamos en la trama, seremos capaces de ver, con mayor claridad que en la vida cotidiana, la forma en que los actores de la pantalla llevan a cabo actos simples como abrir sus puertas, subir a un coche, etc. Vemos más en la pantalla de lo que vemos en la vida real. Después podemos, deliberadamente, evocar las imágenes mnemónicas de lo que observamos. Esto nos familiarizará más con las acciones comunes de la vida real permitiéndonos apreciar mejor lo que puede ocurrir en el futuro en "nuestro mundo".
La ampliación nos da un recurso para que los individuos con visión defectuosa puedan vencer uno de los obstáculos más lamentables: la ignorancia de reconocer los rostros o para descubrir los matices del pensamiento, que la gente normal refleja en su expresión facial. En la vida real, nos son desconocidos los rostros de cuatro metros de largo y dos de ancho, pero en el cine constituyen un hecho ordinario. Debemos aprovechar esta circunstancia para que mejore nuestra visión en los rostros reales de dimensiones normales. Mirar detalladamente estas caras gigantescas con minuciosidad, pero siempre analíticamente. No filar nunca la mirada,, aún cuando se trate de nuestra estrella favorita. Observar todos los detalles, apreciando el relieve de los huesos, la forma del cabello y cómo la cabeza se mueve sobre el cuello y los ojos dentro de las órbitas. Cuando el enorme rostro demuestre dolor, deseo, angustia, duda o reposo, seguir el movimiento de los labios y de los ojos, de los músculos de las mejillas y de la frente, con la mayor atención. Mientras más cuidadosa y analíticamente observemos estas cosas, mejores y más exactos serán los recuerdos de las expresiones faciales más comunes, haciéndose más sencillo ver expresiones parecidas en los rostros de los individuos reales.