CAPÍTULO 16
DISFUNCIONES EN LA VISIÓN A DISTANCIA, ASTIGMATISMO Y ESTRABISMO

Las disfunciones en la visión a distancia son esencialmente de dos tipos; la hipermetropía, que es común en los individuos jóvenes y que persiste en la edad adulta, y la presbicia, que normalmente aparece en la edad media de la vida. Ambas pueden reeducarse y volver a la normalidad.

La hipermetropía puede provocar molestias y dolores, y cuando se acompaña de un ligero grado de estrabismo divergente en uno de los ojos, causa fuertes dolores de cabeza, náuseas y vómitos. La neutralización de los síntomas de la hipermetropía mediante lentes artificiales, acaba a veces con esta incapacidad, pero en otras fracasa, y las jaquecas y las nauseas persisten hasta que el enfermo aprende el arte de la visión.

La presbicia es vista como la consecuencia ineludible de la edad. Al igual que los huesos del esqueleto, el cristalino se endurece con los años, y se cree que este endurecimiento impide al ojo la acomodación a los puntos próximos. De cualquier manera, muchos ancianos mantienen la capacidad para la acomodación hasta el día de su muerte, y cuando sufren de presbicia; obtienen la capacidad de leer a una distancia normal, sin anteojos, siguiendo un curso de reeducación visual. De ello concluimos que no hay nada inevitable o predestinado en la presbicia.

El palmeado, el asoleado, el balanceo y el desplazamiento aliviarán enormemente la molestia provocada por la hipermetropía, y producirán en la mente y en los ojos el estado de relajación dinámica necesario para la visión normal.

Estas técnicas se acompañarán de ejercicios con la imaginación; que tienen especial valor para mejorar la capacidad de leer de estos individuos.

Las letras aparecen poco claras al ser vistas por el hipermétrope. Este estado puede aliviarse directamente mediante la práctica continua de los mecanismos fundamentales del arte de la visión -palmeado, asoleado, balanceo y desplazamiento-, e indirectamente con la memoria y la imaginación. El hipermétrope puede ver uno de los grandes números de su calendario y, después, con los ojos cerrados, "dejarse llevar", recordar la intensa negrura de la tinta, y pensar al mismo tiempo que la misma tinta fue empleada para imprimir las letras más pequeñas que le parecen grises y confusas. Después, haciendo participar a la imaginación, recordará una de esas letras pequeñas, e imaginará un punto más negro en su parte inferior y otro en la superior. Luego de llevar la mirada interna de un punto a otro, verá la letra real, y hará lo mismo sobre ella. Inmediatamente parecerá más negra, y durante algunos segundos el individuo será capaz de verla claramente, al igual que las demás letras de la página. Después todo volverá a estar confuso, y deberá repetir sus ejercicios de memoria e imaginación. Después de prestar atención a lo negro de las letras, observará la blancura del fondo, dentro y alrededor de las letras, y primero con la imaginación y luego en la realidad, con ayuda de la mente, intentará verlo más blanco de lo que es. La capacidad para la lectura y para el trabajo, mejorará notablemente de esta forma. Esto no es raro, pues entre los ojos y la mente existe una doble relación. Un esfuerzo mental causará cansancio y deformación física en los ojos, y ésta deformación de los ojos provocará que la mente reciba una imagen imperfecta de los objetos exteriores, y así aumentará su esfuerzo.

Por el contrario, si la mente es capaz, con la memoria y la imaginación, de realizar dentro de ella una imagen exacta del objeto externo, la presencia de esta imagen en la mente mejorará automáticamente el estado de los ojos.

Mientras mejor sea la imagen mental, mayor será el alivio del estado físico de los ojos. Éstos tenderán a asumir la estructura física que deben tener si han de transmitir los sensa que una mente puede percibir, o sea, como una imagen perfecta de un objeto externo. La relación entre ojos y mente no es sólo un doble enlace reversible; es también una relación que produce beneficios y perjuicios recíprocos. Es importante recordar este hecho, pues por alguna extraña causa, sólo nos ponemos a pensar en el daño que los ojos pueden infligir a la mente, y la mente a los ojos, cuando la visión es confusa, por el esfuerzo y los vicios de refracción, y nunca pensamos en las ilusiones visuales provocadas por la imaginación, ni en los malestares temporales de la visión causados por inadvertidas explosiones de rabia o de dolor, ni en las enfermedades de los ojos motivadas por emociones negativas crónicas.

Pero si los ojos y la mente pueden originar daños recíprocos, también pueden darse mutua ayuda. La mente no forzada, tendrá ojos no deformados, y estos ojos sanos harán su trabajo perfectamente sin agregar nuevas cargas a la mente. Además, cuando por el esfuerzo mental o por otro motivo, se ha producido una deformación en los ojos, la mente deberá ayudar a solucionar esta deformación, con lo que se consigue al fin un efecto benéfico mediante esta doble comunicación. Es posible traer recuerdos, siempre que se acompañen de un estado de relajación que permita a los ojos recuperar su forma y su funcionamiento correcto. Y también se puede, mediante la imaginación, lograr imágenes de objetos externos más perfectos que las que comúnmente se consiguen al basarse en los defectuosos sensa transmitidos por ojos deformados. Cuando la mente tiene una imagen muy clara de un objeto, los ojos tienden automáticamente a alcanzar el estado que los capacita para proporcionar las materias primas necesarias para formar la imagen. De igual manera que las emociones y su expresión física exterior (gestos, alteraciones metabólicas, actividad glandular, etc.) están firmemente relacionadas, hay una relación inseparable entre la imagen visual, producida por la memoria, por la imaginación, o por la interpretación de los sensa, y el estado físico de los ojos. Si mejoramos la imagen mental, automáticamente mejoraremos el estado de los ojos. Mediante estos actos de la memoria y de la imaginación se puede mejorar, poco a poco, la precisión de las imágenes mentales de los objetos del mundo exterior. Cuando se ha logrado esto, se notará al principio una mejoría temporal, y luego una mejoría permanente en el estado físico de los ojos. Es por esto el enorme valor de los ejercicios de la memoria y de la imaginación en aquellos estados, como la hipermetropía, en que los sensa y las percepciones basadas en ellos son incorrectos.

Los ejercicios que provocan a la mente y a los ojos a cambiar velozmente el foco, desde puntos distantes a puntos cercanos, son tan benéficos para el hipermétrope como para el miope. Estos ejercicios ya fueron mencionados en el capítulo sobre miopía.

La vista cansada es, básicamente, un estado de incapacidad para la acomodación, en el que no se observan claramente los objetos cercanos. Esta incapacidad parece ser el resultado de un hábito al que están predispuestos, por el endurecimiento del cristalino, las personas de edad media y los ancianos. Este hábito puede modificarse, incluso cuando el estado físico del cristalino permanezca, como es lógico, invariable. Igual que todos los sujetos con defectos en la visión, los de vista cansada seguirán las reglas básicas del "Arte de Ver". A los mecanismos que les son útiles a todos los individuos que sólo ven de lejos, pueden agregarse las siguientes técnicas para mejorar la lectura.

Las palabras pueden leerse sin mayor esfuerzo algo más cerca que de costumbre. El de vista cansada puede lograr que sus ojos y mente vean en este punto, siempre que interrumpa de vez en vez su lectura para mantener los órganos visuales relajados por medio del palmeado, balanceo y asoleado. Poco a poco, la distancia puede irse acortando mientras ojos y mente logran una nueva flexibilidad, Oliver Wendell Holmes recuerda a un anciano, el cual "notando que su visión decaía, empezó a ejercitarla de inmediato sobre los caracteres que estaban impresos más finos. Así intimidó a la naturaleza por su absurda costumbre de tomarse esas libertades hacia los cuarenta y cinco años. Ahora, el anciano realiza con su pluma las más increíbles hazañas, demostrando que sus ojos pueden ser un par de microscopios. No me atrevería a asegurar si dentro del círculo de una moneda de cinco centímetros escribe los Salmos o los Evangelios, o los Evangelios y los Salmos".

Este anciano descubrió empíricamente lo que el doctor lates redescubrió más tarde, anunciándolo ante el mundo; el valor, para los individuos con visión defectuosa, de las impresiones muy pequeñas e incluso microscópicas. Pero Oliver Wendell Holmes se equivocaba al proclamar que "había intimidado a 5a naturaleza por su absurda costumbre" de provocar la presbicia. Los ojos que sienten y la mente que percibe nc pueden ser intimidados así como así. Cualquier intento a forzarlos para que sientan y perciban, origina a corto plazo, no la mejoría de la visión, sino una mayor alteración. El anciano que educó sus ojos para que fueran un par de microscopios, no intimidó a la naturaleza, seguramente, solo la incitó. Todos los de vista cansada pueden seguir su ejemplo.

Utilizar una muestra con una impresión muy pequeña (en las tiendas de libros antiguos pueden encontrarse gruesos volúmenes del siglo XIX, conteniendo las obras completas de los grandes hombres, tan pequeños e impresas en un tipo diamante tan chico, que nuestros antepasados deben haber tenido una excelente visión para poder leer en tales volúmenes). Mirar al Sol con los ojos cerrados o, si no hay Sol, bañarlos a la luz de una fuerte lámpara eléctrica. Palmear unos minutos y luego dar a los ojos cerrados algunos momentos más de luz. Lograda la relajación, es posible iniciar nuestro trabajo. Manteniendo la página iluminada con luz solar, o con el mejor sustituto de ella, mirarla sin esfuerzo, respirando y pestañeando. No hacer nada para ver las palabras, sino dejar que los ojos vayan de un lado al otro, a lo largo de los espacios en blanco, entre las líneas impresas. No estamos ante un acertijo, así que no se tendrá la tentación de hacer esfuerzos si se mantienen los ojos y la atención trasladándose por los espacios blancos ubicados entre las líneas. Después, mover la página hasta que se encuentre a unos 30 centímetros de los ojos, y dirigir la atención hacia los espacios blancos más que a la impresión; tener mucho cuidado de respirar y parpadear, impidiendo que la atención quede fija e inmovilizada (al cambiar lo externo de un estado mental negativo, se actúa sobre el estado mental mismo. No es posible dirigir incorrectamente la atención, si cuidamos de corregir los síntomas exteriores de la atención mal dirigida). Hay que interrumpir frecuentemente este procedimiento para palmear y asolear. Esto es básico, pues como ya vimos, no debemos esforzar a los ojos que sienten y la mente que percibe. Deben de cooperar para lograr una buena visión deben estar relajados, incitándolos a actuar normalmente.

Después de un rato dedicado a este ejercicio, se notará que las palabras y frases en tipo pequeño aparecen, casi sin darnos cuenta, muy visibles. Aunque estos primeros triunfos representan una tentación, no hay que tratar de leer de un modo continuo. El fin no es leer de inmediato toda la página que tenemos ante nuestros ojos, sino adquirir los medios por los que pueda alcanzarse en el futuro esta meta sin esfuerzo ni cansancio, y con una eficacia cada vez mayor. No debemos intentar la lectura, sino ver sin esfuerzo la página, y en especial, los espacios blancos entre las líneas, variando la distancia a que se encuentran de los ojos. De vez en cuando, si una palabra de tipo diamante se hace más visible, elegir un libro impreso en los tipos ordinarios y leer un párrafo o dos.

Posiblemente se apreciará que la lectura es más fácil y que puede practicarse a menor distancia que antes de haber iniciado nuestro ejercicio con una impresión tan pequeña.