8 de enero de 2096:
Anochecer
Presentarte a las elecciones? —exclamó Pancho, con una voz agudizada por la sorpresa.
—Eso es lo que el profesor Wilmot ha dicho que debo hacer —replicó Holly.
Pancho sonrió abiertamente a su hermana desde el otro lado de la mesita de café, en el salón. Holly se hallaba sentada en el sofá, con los pies ovillados bajo los muslos, mientras que Pancho se dejaba mecer en el asiento reclinable.
—Lo sé, pequeña —dijo Pancho—, el profesor puede estar en lo cierto. Serías una maravillosa administradora jefe.
Holly no lo tenía tan claro:
—Caray, Panch, no tengo ni idea acerca de dar discursos ni lo que significa presentarme a un cargo público. No sabría ni por dónde empezar.
—Ayudaste a Eberly cuando se presentó la última vez, ¿no es verdad?
—Pero solo con los sondeos, los análisis estadísticos y cosas por el estilo. No hice campaña. Me limitaba a estar entre bastidores.
—Bueno, yo sí que sé una o dos cosas acerca de estrechar la mano a la gente y hacer que te voten. Así fue como me mantuve en lo más alto de Astro durante tantos años.
— ¿Me ayudarás? —Los ojos de Holly se abrieron de par en par, llenos de expectación.
— ¿Ayudarte con qué? —preguntó Jake Wanamaker, que salía por la puerta del dormitorio.
—Holly se va a presentar a las elecciones para administrador jefe.
— ¿De verdad?
—No estoy segura… —dijo Holly, titubeante.
—Sí, de verdad —replicó Pancho—. Lo que ocurre es que ella aún no lo sabe.
Urbain apenas probó bocado durante la cena que Jeanmarie le había preparado. A Jeanmarie no le apasionaba la cocina, pero en los últimos tiempos se había aplicado a fondo, ayudándose de tutoriales pregrabados, y había comprendido que preparar comida comprada en los mercados de las granjas del hábitat era más interesante y agradecido que calentar los paquetes de comida precocinada. La cocina era pequeña, apenas lo bastante grande para que los dos cupiesen sentados a la mesa, pero tenía un amplio juego de electrodomésticos y armarios despensa.
Por lo general, Eduoard parecía disfrutar los inexpertos esfuerzos de Jeanmarie. Siempre le hacía algún cumplido. Pero esta noche era distinto. Su tenedor apenas tocó el pollo Kiev que su mujer se había tomado tantos esfuerzos en prepararle.
— ¿Está demasiado blando? —le preguntó.
Urbain levantó la vista hacia ella, arrancado súbitamente de sus pensamientos:
— ¿Eh?
—El pollo —dijo Jeanmarie—. ¿Te gusta cómo lo he condimentado?
—Oh. Está bien. Bien. —Se metió el tenedor en la boca y mascó un buen trozo, mientras sus ojos se paseaban de un lado a otro, embebidos en algún pensamiento que le rondaba la cabeza.
— ¿Qué pasa, Eduoard? Pareces preocupado.
—Eberly —replicó, casi en un gruñido.
— ¿Qué ha hecho ahora?
—No es algo que haya hecho. Es lo que no ha hecho. —Con cuidado, Urbain dejó el tenedor sobre la mesa.
— ¿Sigue sin dar permiso para lanzar los satélites?
—Y seguirá sin hacerlo hasta que le prometa que respaldaré su proyecto de explotar los yacimientos de los anillos.
— ¿Y entonces por qué no le respaldas? Si tan importante es encontrar a Alpha, ¿por qué negarte a hacerlo?
— ¡Porque no está bien! —saltó Urbain—. Además, Nadia Wunderly se pondría hecha una furia.
— ¡Bah! Pues que se ponga hecha una furia —dijo Jeanmarie—. Es una subordinada. Su trabajo no debería interferir en el tuyo.
Cauteloso, Urbain negó con la cabeza:
—Cariño, tú no lo entiendes. Ella cree que ha descubierto formas de vida en los anillos de Saturno. Si me pongo del lado de Eberly, eso será una clara señal para Wunderly, para el mundo entero, de que no la creo.
— ¿Y qué?
—Eso la mataría.
Jeanmarie se sintió sorprendida. Nunca antes su marido había expresado tal sensibilidad hacia nadie que trabajase bajo sus órdenes. No puede ser que se sienta atraído hacia ella, pensó. Le conozco lo bastante bien, y además no es que sea una chica atractiva. A él solo le importa el trabajo de Wunderly, sus esperanzas, que esté a la altura de los demás científicos. La admiración que Jeanmarie sentía por su marido aumentó mucho más.
Aun así, siguió incitándole a hablar:
— ¿Es su trabajo más importante que el tuyo, Eduoard? ¿Sus afirmaciones acerca de que ha encontrado unas criaturas en el anillo son más importantes que el vehículo que has perdido en la superficie de Titán?
Urbain la miró durante un buen rato, en silencio, y Jeanmarie pudo ver en sus ojos el dolor que le producía el choque de ciertas emociones:
—Jeanmarie, ¿acaso la física es más importante que la biología? ¿Acaso uno de los caminos de la investigación científica es más importante que otro?
—Pero si no puedes avanzar por ambos…
Luchando a todas luces por controlar su humor, Urbain dijo:
—No permitiré que ese… ese político enfrente el trabajo de Wunderly al mío. No aceptaré ese «O ella o tú». Ambas líneas de investigación deben seguir su curso.
—Pero ninguna de ellas lo hará, si Eberly se sale con la suya.
—Entonces, tendré que encontrar la manera de impedírselo.
Jeanmarie se maravilló de la inesperada tenacidad de su marido. Un año atrás hubiera retrocedido ante cualquier confrontación. Ahora ha sacado de dentro todo su coraje, y sufre por ello.
—Debe tener un punto débil —murmuró Urbain.
Sin apenas darse cuenta, Jeanmarie pensó que todo hombre tenía un punto débil. Y de pronto se dio cuenta de que ella podía encontrar el de Eberly. Ese tipo tiene un ego enorme, si es cierto todo lo que he oído acerca de él. ¿Puedo hacer que se fije en mí?, se preguntó. ¿Tendría el valor de intentarlo? ¿Y qué haría Eduoard si se enterase?
—La doctora Wunderly debería estar metida en esto —dijo Raoul Tavalera.
Se hallaba sentado a una de las mesas en el ajardinado exterior del Bistró, con Holly, Pancho y Jake Wanamaker. El restaurante se iba llenando, y la gente empezaba a ocupar todas las mesas de fuera, e incluso algunas de las pocas que había en el interior del pequeño restaurante. Holly acababa de decirle que había decidido presentarse contra Eberly para el puesto de administrador jefe.
— ¿Nadia? —preguntó Holly, sorprendida—. ¿Por qué ella?
Tavalera se inclinó ligeramente hacia delante en su silla y tableteó con los dedos:
—Eberly pretende sacar adelante el asunto ese de explotar los yacimientos de los anillos, ¿no? Cuando lo haga, tendrás que demostrar por qué no debemos hacer tal cosa. De modo que necesitarás que la doctora Wunderly esté en tu equipo para que te dé todos los detalles técnicos que necesites.
— ¿Explotar los yacimientos? —preguntó Pancho—. ¿Para sacar agua en hielo?
— ¿Para qué si no? —replicó Holly.
—Dios Todopoderoso —dijo Wanamaker—, debe haber giga toneladas de hielo en los anillos. Se podría hacer toda una fortuna vendiendo agua; podríamos incluso convertir este hábitat en un lugar tan próspero como la propia Selene.
—Más próspero aún —le corrigió Pancho.
—Pero si de veras hay criaturas vivas en los anillos, estaríamos quebrantando las reglas de la aia —señaló Holly.
—Aparte de que es inmoral —agregó Pancho.
Wanamaker les dedicó una mirada cómplice:
—Ni la moral ni las reglas servirán de algo a los ciudadanos de este hábitat si saben que pueden hacerse ricos.
—La aia enviaría un destacamento militar —dijo Pancho.
—Y la gente del hábitat respondería con la fuerza —replicó Wanamaker—. No se lo pensarían mucho.
— ¿Quieres presentarte al cargo de secretario de defensa? —bromeó Pancho.
—Podría hacerlo —respondió Wanamaker, completamente en serio.
—Esperad un momento —interrumpió Holly—. Todo esto no es más que una hipótesis. No tenemos constancia fehaciente de que los anillos alberguen alguna forma de vida.
—Eso es lo que trata de averiguar la doctora Wunderly, ¿no? —preguntó Wanamaker.
—Quizá podríamos ayudarla —dijo Tavalera—. Hacer que eso se lleve a cabo, de una manera u otra.
—Antes de las elecciones.
—Eso te da algo menos de seis meses —avisó Pancho.
Holly se volvió hacia Tavalera:
—Raoul, ¿dirigirías la misión a los anillos?
Tavalera pareció respingar:
— ¿Yo? No soy astronauta.
—Pero llevaste un transbordador cuando estabas en la estación de Júpiter. Eso leí en tu archivo personal.
—Sí, un par —replicó con cautela—. Pero no voy a llevar a Wunderly a los anillos y traerla de vuelta. Es demasiado arriesgado para mí.
—Pero necesitamos un piloto.
—Pues buscaos a otro —respondió Tavalera con rotundidad.
Pancho dijo:
—En este hábitat debe haber muchos pilotos de cohetes más que cualificados.
—No tantos como crees —replicó Holly—. He mirado a fondo cada currículum personal.
—Por todos los infiernos, puedo hacerlo yo misma —intervino Pancho—. Si no encontráis a otro que lo haga…
—Buscaos a otro —dijo Wanamaker—. Ya estás demasiado mayor como para arriesgar el cuello ahí fuera.
— ¿Demasiado mayor? —Las aletas de la nariz de Pancho se hincharon.
—Te falta práctica —se apresuró a corregirse Wanamaker.
Pancho gruñó:
—Eso está mejor.
—Y hay algo más —dijo Holly, con un aire repentinamente más grave.
— ¿El qué?
—Población cero —respondió.
— ¿Y eso qué tiene que ver con lo de las criaturas del anillo? —preguntó Pancho.
Holly trató de explicarlo:
—Si queremos que se permita incrementar la población del hábitat, necesitaremos una fuente de ingresos adicional para construir nuevos hábitats que alojen a la nueva población.
—No en unos cuantos años —apuntó Pancho.
—Pero sí tarde o temprano —insistió Holly—. Y probablemente más temprano que tarde. Además, construir una de estas cañerías flotantes lleva unos cuantos años. Y cuesta un montón de dinero.
—Explotar los yacimientos de los anillos podría proporcionar el dinero —dijo Wanamaker.
Tavalera asintió, cómplice:
—Entonces mejor que ayudemos a la doctora Wunderly a conseguir algunas muestras de los anillos.
—Y crucemos los dedos para que no encuentre en ellas a ningún ser vivo —añadió Pancho.