Más muerto que un dido

Tenemos una idea bastante clara del aspecto del dido, extinguido hace tiempo, gracias a un dibujo realizado por M. Kitchener del Real Museo de Escocia en Edimburgo. Nos muestra un pájaro con mejor aspecto y más airoso de lo que se piensa en general. Ahora parece más lamentable que nunca que el dido ya no exista.

La historia de la relación del hombre con el dido empieza en 1510 cuando la isla Mauricio, en el océano Índico, al este de Madagascar, fue avistada por marineros portugueses. Aunque la isla ya era conocida por los comerciantes árabes, en esa época estaba todavía deshabitada. Es más o menos elíptica, de 61 X 47 kilómetros, y tiene una superficie de unos 2000 kilómetros cuadrados, aproximadamente las tres cuartas partes de Rhode Island.

Los portugueses no la poblaron y los holandeses llegaron en 1598 y la llamaron así en nombre de la autoridad suprema de los Países Bajos, el estatúder Maurice de Nassau. La isla recibió la versión latina de su nombre y se convirtió en Mauricio.

Los holandeses trataron de colonizar la isla y fracasaron. Fue ocupada por los franceses en 1721. Lucharon con los ingleses por ella, pero siguió siendo francesa, aproximadamente hasta 1965, en que la isla consiguió su independencia. En la actualidad su población ronda el millón de habitantes, la mayoría de ellos de ascendencia africana o india. Con el debido respeto por el pueblo de Mauricio, no obstante, el principal reclamo de la isla es un pájaro que ya no existe.

Los portugueses fueron los primeros en informar de la presencia del ave, después de explorar la isla.

Era un ave grande, mayor que un pavo, que pesaba unos 22 kilos y tenía unas robustas patas amarillas. Mostraba plumas grisáceas en algunas zonas blancas, con un copete de este color en la cola. Sus alas diminutas no le permitían volar. Su característica más notable era su cabeza, que lucía un pico negro, con una punta ganchuda rojiza, diferente de cualquiera otra ave del mundo. Pertenecía a la familia de las palomas y con frecuencia es descrito como una paloma grande que no vuela. Existía sólo en Mauricio, aunque había otras especies relacionadas, llamadas «solitarios», en las islas cercanas a Reunión y Rodríguez.

El ave de Mauricio, al no tener enemigos, nunca había desarrollado métodos de autodefensa. Sin volar y desvalida, pareció estúpida a sus descubridores portugueses, que le dieron el nombre de «dido» (Del portugués duodo, que significa «simplón»).

Cuando Mauricio fue colonizada, los nuevos habitantes mataron al dido libremente, al igual que los animales que llegaron con ellos. En esa época a nadie se le ocurría que fuera necesario conservar las especies raras, y no había establecimientos zoológicos que pudieran salvar a los animales que desaparecían de la vida salvaje. En 1698 había muerto el último dido y un organismo realmente magnífico e insólito había desaparecido para siempre. Las especies relacionadas de las islas vecinas también se extinguieron unas pocas décadas después.

En la actualidad, en el idioma inglés, el dido sólo existe en la frase «más muerto que un dido». La palabra se utiliza también para referirse a cualquier persona irremisiblemente anticuada que se refugia en un conservadurismo ciego (¡Pobre dido! Ser recordado por eso…).

Sabemos de la existencia del dido por los dibujos que se hicieron de él y por unos pocos esqueletos que se conservan además de una cabeza y unas pocas patas.

Conocemos su aspecto porque aparece uno de ellos como personaje en el tercer capítulo de «Alicia en el país de las maravillas», de Lewis Carroll. John Tenniel, el famoso ilustrador, lo hizo aparecer en dos de sus dibujos, y lo hace protagonista en el que entrega a Alicia un dedal (su propio dedal), en premio. En la ilustración, el dido aparece como un pájaro obeso al que se puede imaginar fácilmente anadeando a la manera torpe. Así, su comportamiento estaría de acuerdo con su nombre y ayudaría a explicar por qué se ha extinguido.

Kitchener piensa que es una imagen errónea. Es posible que se haya basado en algunos pájaros cautivos a los que se cebó y se mantuvieron inactivos. También puede estar influida esta imagen por la afirmación común de que era mayor que un pavo, y enseguida se relaciona a los pavos domésticos y cebados (¡Quién sabe! Si se hubieran salvado los didos puede ser que hubiera granjas de didos y carne de dido superior a la del pavo).

En su lugar, Kitchener empezó a trabajar con dibujos anteriores que muestran pájaros más esbeltos. Su modelo parece mucho menos torpe y probablemente podía correr de forma más ligera. Después de todo no hay por qué añadir el insulto de la torpeza al agravio de la extinción.

Como un ejemplo de la interrelación de las especies, en Mauricio hay un árbol cuyas semillas no germinan a no ser que su fruto haya recorrido el tracto digestivo del dido. Los jugos digestivos del dido escarificaban la semilla y cuando finalmente era depositada, brotaba (con ayuda de fertilizante). Todos los árboles de la misma especie en Mauricio tienen por lo menos trescientos años. Ninguno retoñará y, con el tiempo, estarán más muertos que un dido.

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