Los huevos de avestruz y la humanidad
Para establecer las fechas de los acontecimientos prehistóricos se utilizan varios métodos: medir la desintegración de distintos tipos de átomos radiactivos; analizar las capas anuales de sedimento («varvas») en fondos de aguas poco profundas; examinar los anillos de los árboles. Pero ¿es posible que sirva estudiar los huevos de avestruz? En 1990, un grupo de investigadores dirigido por Alison S. Brooks, de la Universidad George Washington, anunció que las cáscaras de los huevos del avestruz se podían utilizar para determinar la edad.
Esto podría ser muy útil. El método más extendido de determinar la edad -la desintegración del carbono 14, que es radiactivo- proporciona resultados fiables sólo hasta hace 35 000 años. Otro método muy común, la descomposición del potasio 40, sólo da resultados fiables considerando más de 200 000 años. El vacío entre los 35 000 y los 200 000 años puede ser cubierto estudiando los huevos de avestruz.
Las cáscaras de huevo del avestruz sólo se pueden encontrar en zonas del mundo en que los avestruces son comunes, pero en épocas prehistóricas la zona de distribución del avestruz era más amplia que ahora. Dichas cáscaras de huevo se localizan en grandes zonas de África y en China.
Se encuentran con bastante abundancia porque en los tiempos prehistóricos resultaban útiles. Un huevo de avestruz equivale a dos docenas de huevos de gallina, por tanto era un recurso alimenticio muy apreciado.
Pero una vez abierta la parte superior y engullido el contenido, ¿para que sirve la cáscara en sí? La cáscara de un huevo de avestruz es extraordinariamente fuerte. Tiene un grosor de aproximadamente 1,5 milímetros y está tan bien diseñada para resistir que un hombre de 115 kilos puede ponerse de pie sobre ella sin romperla. Estamos hablando de los tiempos anteriores a la alfarería y la cáscara era una vasija perfecta, ligera y resistente para transportar agua. Una cáscara a la que se hubiera abierto el extremo más pequeño podía contener sin problemas más de un litro de agua.
Por tanto, no hay duda de que los yacimientos antiguos de asentamientos prehistóricos contendrán fragmentos de estas cáscaras haciendo las veces de la alfarería que se encuentra en restos posteriores.
¿Cómo ayuda esto en la determinación de fechas prehistóricas? Pues bien, siempre hay algún resto de la proteína en la materia que está viva o que lo estuvo alguna vez, incluso en los objetos duros como los huesos, las conchas marinas o las cáscaras de huevo. Las moléculas de proteína están formadas por cadenas de unidades menores llamadas «aminoácidos».
Hay aminoácidos de dos tipos, «L» y «D», que son la imagen reflejada de uno y otro (como las manos izquierda y derecha). Cuando los químicos fabrican aminoácidos en el laboratorio, se forman las dos variedades en cantidades iguales. En los organismos vivos sólo se forma una variedad, la «L».
Ambas variedades son bastante estables, pero si se mantienen sin tocar en un largo período de tiempo de miles de años, hay una tendencia muy lenta a que parte de los «L» se conviertan en «D». De la cantidad «L» y «D» presente en una determinada cáscara de avestruz, podemos saber cuánto tiempo ha transcurrido desde que el avestruz puso el huevo.
Esta técnica se ha estado utilizando desde los años cincuenta en huesos viejos, dado el caso, pero hay una pega. Las temperaturas cálidas aceleran la velocidad de cambio y lo mismo sucede con la humedad. No siempre se pueden establecer las temperaturas del pasado o la humedad y la lluvia que caía en la zona, por tanto, no podemos estar seguros de que la velocidad de transformación de «L» en «D» haya sido siempre la misma. Pudo haber sido más rápida en unas épocas y más lenta en otras. Esto crea una considerable incertidumbre para determinar la edad real del objeto.
Pero hace poco, este método de medición de edad se perfeccionó considerablemente. Además, las cáscaras de huevo de avestruz son mucho menos porosas que los huesos. El agua no las atraviesa con facilidad, así que parece razonable suponer que la humedad y la lluvia las afecta menos y que la determinación de su edad puede resultar fidedigna.
En consecuencia, el equipo de científicos que informa de este hallazgo cree que puede determinar las edades de los yacimientos prehistóricos del desierto de Kalahari con bastante exactitud. Las cáscaras de huevo de avestruz encontradas en las capas más antiguas de sedimento pueden tener entre 65 000 y 85 000 años. Es plausible que en África se encuentren restos de estas cáscaras que cuenten hasta 200 000 años. En China, donde las temperaturas son, en general, más bajas que en África, es posible que se puedan determinar edades de hasta un millón de años.
No hay duda de que determinar la edad de los restos es muy útil, pero sobre todo podríamos ser capaces de mejorar algunas conclusiones sobre la edad del «hombre moderno» (un término que describe a todos los habitantes de la Tierra en la actualidad).
La creencia general es que el hombre moderno, u Homo Sapiens, apareció por primera vez hace 50 000 años, pero las cáscaras de huevo de avestruz se encuentran a veces con huesos humanos que parecen pertenecer al hombre moderno. Si determinamos la edad de las cáscaras, obtendremos la edad de los huesos. Entonces podremos calcular cuándo apareció el Homo Sapiens y se ampliarán nuestros conocimientos sobre los orígenes.