CAPÍTULO 48
LA SEÑAL
NORA
Noviembre, 1965
En el momento en el que Eleonore salió del café, Jacob entró guiñándome un ojo. Se dieron los buenos días y la mujer siguió su camino hacia la derecha sin dejar de acariciar su vientre, invisible tras el grueso chaquetón. La observaba desde el ventanal. Era la viva imagen de la felicidad. Su rostro rollizo se mostraba sonriente y despreocupado, como si nada malo pudiese ocurrir.
—¿Qué ocurre? —le pregunté a Jacob al verlo tan contento.
—Nada. ¿Me pones un café?
Le pedí que esperase un momento para tomar la comanda de un par de mesas nuevas. En una de ellas, cuatro ancianas tejían bufandas mientras esperaban sus respectivos cafés calientes. «Es el nuevo club», murmuró Beatrice, saliendo de la cocina para echarme una mano.
—¿Has dicho que quieres café, querido? —le preguntó a Jacob mientras yo estaba ocupada en las mesas.
—Gracias, Beatrice.
La abuela se dio la vuelta dispuesta a prepararle el café mientras yo le pedí cuatro más para las ancianitas y cogí un par de tartas, una de manzana y otra de zanahoria. Jacob no dejaba de mirarme; me resultó perturbador. Estaba diferente.
—¿Bill se ha ido? —le pregunté, cuando estaba dándole el primer sorbo a la taza de café.
—Sigue durmiendo. Anoche llegó tarde. Creo. —Habla en monosílabos, inseguro y sin saber qué decir.
Bill a veces no venía a dormir a casa. Se quedaba con Nick, que le había propuesto irse a vivir con él, pero antes tenía que conseguir una documentación falsa. Su intención era quedarse en 1965. Por amor. Y Jacob iría a 2017 conmigo también por amor, para vivir una vida maravillosa a mi lado que su «yo» del futuro le había garantizado pese a saber cuál era nuestro destino final. Mi destino final. Qué duro sería para Jacob el Boxeador. Pero Jacob no tenía nada que lo retuviese en 1965. Sin embargo, Bill parecía querer renunciar a mí, como si no le importase dejar atrás toda una vida. Me angustiaba la idea de aparecer en 2017 sin que él estuviera allí. ¿Qué les diría a sus padres y a Eve? ¿Por qué iba a arriesgarlo todo por un hombre al que acababa de conocer? ¿Tan fuerte era el amor que sentía por él?
—Sabe dónde está el portal. Si las cosas no funcionan, volverá —me consolaba a mí misma, ante la atenta mirada de Jacob, que guardaba un secreto que todavía no podía desvelar. Aun así, saber que me iría dejando a Bill en esa época no me consolaba.
Cuando entré en la cocina para vigilar el pastel que la abuela parecía haber olvidado por entretenerse a hablar con las ancianas, Jacob aprovechó para salir del café sin despedirse. Al apagar el horno y volver hacia la barra, extrañada por no haberlo visto salir, me percaté de que debajo de la taza había dejado un papel arrugado. Al leer su contenido noté una presión en la sien que me provocó un mareo y el corazón se me aceleró. Con las manos temblorosas, leí una y otra vez:
Tenéis que volver. Esta noche a las 00:00h en el callejón.
J.
—¿Sucede algo, querida?
—Nos ha vuelto a engañar.
—¿Cómo?
—No era Jacob el Boxeador. Era Jacob, mi hijo.
—¿Y qué dice la nota? —preguntó Beatrice, curiosa.
—Es la señal, abuela. Jacob y yo nos iremos esta noche. Volveré a 2017.
—Oh.