169.

Preciso es volver a recordar el caso de Marie Bashkirtseff:

Durante toda mi vida, he tratado de situarme voluntariamente bajo una dominación ilusoria cualquiera; pero todas aquellas gentes con las cuales lo he intentado eran tan ordinarias comparadas conmigo, que solo me han producido asco.

Por otra parte, es verdad que el papel sexual de la mujer es en gran parte pasivo; pero vivir inmediatamente esa situación pasiva no es masoquismo como tampoco es sadismo la normal agresividad del hombre; la mujer puede trascender caricias, turbación y penetración hacia su propio placer, manteniendo así la afirmación de su subjetividad; también puede buscar la unión con el amante y entregarse a él, lo cual significa una superación de sí misma y no una abdicación. El masoquismo aparece cuando el individuo opta por dejar que la conciencia de otro le constituya en pura cosa, por representarse a sí mismo como cosa, por jugar a ser una cosa. «El masoquismo no es una tentativa de fascinar al otro por mi objetividad, sino de fascinarme a mí mismo por mi objetividad para con otro170.» La Juliette de Sade o la joven doncella de la Filosofía en el tocador que se entregan al varón de todas las maneras posibles, pero con la exclusiva finalidad de su propio placer, no son en modo alguno masoquistas. Para que se pueda hablar de masoquismo, es preciso que el yo sea planteado y que considere a ese doble enajenado como fundado por la libertad de otro.

En este sentido se encontrará, en efecto, en algunas mujeres un verdadero masoquismo. La joven está dispuesta a ello, porque es narcisista de buen grado y porque el narcisismo consiste en enajenarse en su ego. Si, desde el principio de su iniciación erótica, experimentara una honda turbación y un deseo violento, viviría auténticamente sus experiencias y cesaría de proyectarlas hacia ese pálido ideal al que denomina yo; pero, en la frigidez, el yo continúa afirmándose; hacerlo cosa de un varón aparece entonces como una falta. Ahora bien, «el masoquismo, como el sadismo, es asunción de culpabilidad. Soy culpable, en efecto, por el solo hecho de que soy objeto». Esta idea de Sartre coincide con la noción freudiana de autocastigo. La joven se estima culpable por entregar su yo a otro, y se castiga por ello redoblando voluntariamente humillación y servidumbre; ya hemos visto cómo las vírgenes desafiaban a su futuro amante y se castigaban por su sumisión venidera infligiéndose diversas torturas; cuando el amante es real y está presente, ellas se obstinan en esta actitud. La frigidez misma ya se nos ha presentado como un castigo que la mujer impone tanto a su pareja como a sí misma: herida en su vanidad, siente rencor contra él y contra sí misma, y se prohíbe el placer. En el masoquismo se hará perdidamente esclava del varón, le dirigirá palabras de adoración, deseará ser humillada, golpeada; se enajenará cada vez más profundamente, enfurecida por haber consentido en la enajenación. Esa es claramente la actitud de Mathilde de la Mole, por ejemplo; se odia por haberse entregado a Julien, y por ese motivo, en algunos momentos, cae a sus pies, quiere plegarse a todos sus caprichos, le inmola su cabellera; pero, al mismo tiempo, se rebela tanto contra él como contra sí misma; se la adivina helada entre sus brazos. El fingido abandono de la mujer masoquista crea nuevas barreras que le prohíben el placer, y, al mismo tiempo, es de esta incapacidad por conocer el placer de lo que ella se venga contra sí misma. El círculo vicioso que va de la frigidez al masoquismo puede anudarse para siempre, comportando entonces, por compensación, actitudes sádicas. También puede ocurrir que la madurez erótica libere a la mujer de su frigidez, de su narcisismo, y que, asumiendo su pasividad sexual, la viva inmediatamente en lugar de hacer un juego de ella. Porque lo paradójico del masoquismo consiste en que el sujeto se reafirma sin cesar en su propio esfuerzo por abdicar; es en la entrega irreflexiva, en el movimiento espontáneo hacia el otro, donde logra olvidarse.

Así, es cierto que la mujer se verá más solicitada que el hombre por la tentación masoquista; su situación erótica de objeto pasivo la compromete a jugar a la pasividad; ese juego es el autocastigo al cual le invitan sus rebeliones narcisistas y la frigidez que es consecuencia de ellas; el hecho es que muchas mujeres, y en particular las jóvenes, son masoquistas. Hablando de sus primeras experiencias amorosas, Colette nos confía en Mes apprentissages:

Con ayuda de la juventud y la ignorancia, yo había empezado por la embriaguez, una culpable embriaguez, un horrendo e impuro impulso de adolescente. Son numerosas las muchachas apenas núbiles que sueñan con ser el espectáculo, el juego, la obra maestra libertina de un hombre maduro. Es un feo deseo que expían satisfaciéndolo, un deseo parejo a las neurosis de la pubertad, la costumbre de mordisquear la tiza y el carbón, de beber agua con dentífrico, de leer libros sucios y de clavarse alfileres en la palma de la mano.

No puede decirse mejor que el masoquismo forma parte de las perversiones juveniles; que no es una auténtica solución del conflicto creado por el destino sexual de la mujer, sino una manera de rehuirlo revolcándose en él. No representa en modo alguno la floración normal y feliz del erotismo femenino.

Esa floración supone que —en el amor, la ternura, la sensualidad— la mujer logra superar su pasividad y establecer con su pareja unas relaciones de reciprocidad. La asimetría del erotismo macho y hembra crea problemas insolubles en tanto haya lucha de sexos; esos problemas podrían zanjarse fácilmente si la mujer percibiese en el hombre deseo y respeto, al mismo tiempo; si él la codicia en su carne, sin dejar de reconocer su libertad, ella se considera lo esencial en el momento en que se hace objeto, permanece libre en la sumisión en que consiente. Entonces, los amantes pueden conocer, cada cual a su manera, un goce común; el placer es experimentado por cada uno de ellos como suyo, aun teniendo su origen en el otro. Las palabras recibir y dar intercambian su sentido; el goce es gratitud; el placer, ternura. Bajo una forma concreta y carnal, se cumple el reconocimiento recíproco del yo y del otro en la más aguda conciencia del otro y del yo. Algunas mujeres dicen que sienten en ellas el sexo masculino como una parte de su propio cuerpo; algunos hombres creen ser la mujer en la cual penetran; estas expresiones son, evidentemente, inexactas; la dimensión del otro permanece; pero el hecho es que la alteridad ya no tiene un carácter hostil; esta conciencia de la unión de los cuerpos en su separación es la que confiere al acto sexual su carácter conmovedor; ese acto es tanto más trastornador cuanto que los dos seres que juntos niegan y afirman apasionadamente sus límites, son semejantes y, no obstante, son diferentes. Esta diferencia que, con demasiada frecuencia, los aísla, se convierte cuando se unen en fuente de su maravilla; en el ardor viril, la mujer contempla la figura invertida de la fiebre inmóvil que la quema; la potencia del hombre es el poder que ella ejerce sobre él; ese sexo hinchado de vida le pertenece como su sonrisa pertenece al hombre que le da el placer. Todas las riquezas de la virilidad y la feminidad, al reflejarse y captarse las unas a través de las otras, componen una conmovedora y extática unidad. Lo que necesita una tal armonía no son refinamientos técnicos, sino más bien una recíproca generosidad de cuerpo y alma, sobre la base de un atractivo erótico inmediato.

Esa generosidad está, a menudo, impedida en el hombre por su vanidad, y en la mujer por su timidez; mientras no haya superado sus inhibiciones, esta última no podrá hacerla triunfar. Por ese motivo, la plena expansión sexual de la mujer es, por lo general, bastante tardía: hacia los treinta y cinco años es cuando alcanza eróticamente su apogeo. Desgraciadamente, si es casada, su esposo ya está demasiado habituado a su frigidez; todavía puede seducir a nuevos amantes, pero ya empieza a perder lozanía: su tiempo está contado. En el momento. en que dejan de ser deseables, es cuando muchas mujeres se deciden, por fin, a asumir sus deseos.

Las condiciones en las cuales se desarrolla la vida sexual de la mujer dependen, no solo de estos datos, sino de todo el conjunto de su situación social y económica. Sería una abstracción pretender estudiarlo más adelante sin este contexto. De nuestro examen, empero, se deducen varias conclusiones generalmente valederas. La experiencia erótica es una de las que descubren a los seres humanos de la forma más punzante lo ambiguo de su condición; en ella se experimentan como carne y como espíritu, como el otro y como sujeto. Ese conflicto reviste el carácter más dramático para la mujer, ya que ella se capta inmediatamente como objeto y no halla enseguida en el placer una segura autonomía; necesita reconquistar su dignidad de sujeto trascendente y libre, mientras asume su condición carnal: se trata de una empresa difícil y erizada de riesgos en la que a menudo zozobra. Pero la misma dificultad de su situación la defiende contra los engaños en que se deja prender el hombre, que cae con gusto en la trampa de los falaces privilegios que implican su papel agresivo y la soledad satisfecha del orgasmo; el hombre vacila en reconocerse plenamente como carne. La mujer tiene de sí misma una experiencia más auténtica.

Aunque se adapte más o menos exactamente a su papel pasivo, la mujer siempre se siente frustrada en tanto que individuo activo. No es el órgano de la posesión lo que le envidia al hombre, sino su presa. Curiosa paradoja es que el, hombre viva en un mundo sensual de dulzura, ternura y suavidad, un mundo femenino, en tanto que la mujer se mueve en el universo masculino, que es duro y severo; sus manos conservan el deseo de oprimir la carne tersa, la pulpa fundente: adolescente, mujer, flores, pieles, niño; toda una parte de sí misma permanece disponible y desea la posesión de un tesoro análogo al que ella entrega al varón. Ello explica que en muchas mujeres subsista, de manera más o menos larvada, una tendencia a la homosexualidad. Hay mujeres en quienes, por un conjunto de complejas razones, esa tendencia se afirma con particular autoridad. No todas ellas aceptan dar a sus problemas sexuales la solución clásica, única oficialmente admitida por la sociedad. Hemos de enfrentarnos también con aquellas otras que eligen los caminos condenados.

El segundo sexo
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016_split_000.xhtml
sec_0016_split_001.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019_split_000.xhtml
sec_0019_split_001.xhtml
sec_0019_split_002.xhtml
sec_0019_split_003.xhtml
sec_0019_split_004.xhtml
sec_0019_split_005.xhtml
sec_0019_split_006.xhtml
sec_0020_split_000.xhtml
sec_0020_split_001.xhtml
sec_0020_split_002.xhtml
sec_0020_split_003.xhtml
sec_0020_split_004.xhtml
sec_0020_split_005.xhtml
sec_0020_split_006.xhtml
sec_0020_split_007.xhtml
sec_0020_split_008.xhtml
sec_0020_split_009.xhtml
sec_0020_split_010.xhtml
sec_0021_split_000.xhtml
sec_0021_split_001.xhtml
sec_0021_split_002.xhtml
sec_0021_split_003.xhtml
sec_0021_split_004.xhtml
sec_0022_split_000.xhtml
sec_0022_split_001.xhtml
sec_0022_split_002.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026_split_000.xhtml
sec_0026_split_001.xhtml
sec_0026_split_002.xhtml
sec_0026_split_003.xhtml
sec_0026_split_004.xhtml
sec_0026_split_005.xhtml
sec_0027_split_000.xhtml
sec_0027_split_001.xhtml
sec_0027_split_002.xhtml
sec_0027_split_003.xhtml
sec_0027_split_004.xhtml
sec_0027_split_005.xhtml
sec_0028_split_000.xhtml
sec_0028_split_001.xhtml
sec_0029_split_000.xhtml
sec_0029_split_001.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034_split_000.xhtml
sec_0034_split_001.xhtml
sec_0034_split_002.xhtml
sec_0034_split_003.xhtml
sec_0034_split_004.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_000.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_001.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_002.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_003.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_004.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_005.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_006.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_007.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_008.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_009.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_010.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_011.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_012.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_013.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_014.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_015.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_016.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_017.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_018.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_019.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_020.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_021.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_022.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_023.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_024.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_025.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_026.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_027.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_028.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_029.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_030.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_031.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_032.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_033.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_034.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_035.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_036.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_037.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_038.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_039.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_040.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_041.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_042.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_043.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_044.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_045.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_046.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_047.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_048.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_049.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_050.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_051.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_052.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_053.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_054.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_055.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_056.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_057.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_058.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_059.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_060.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_061.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_062.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_063.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_064.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_065.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_066.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_067.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_068.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_069.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_070.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_071.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_072.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_073.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_074.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_075.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_076.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_077.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_078.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_079.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_080.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_081.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_082.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_083.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_084.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_085.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_086.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_087.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_088.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_089.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_090.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_091.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_092.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_093.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_094.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_095.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_096.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_097.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_098.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_099.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_100.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_101.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_102.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_103.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_104.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_105.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_106.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_107.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_108.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_109.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_110.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_111.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_112.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_113.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_114.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_115.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_116.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_117.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_118.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_119.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_120.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_121.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_122.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_123.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_124.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_125.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_126.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_127.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_128.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_129.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_130.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_131.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_132.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_133.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_134.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_135.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_136.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_137.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_138.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_139.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_140.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_141.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_142.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_143.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_144.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_145.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_146.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_147.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_148.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_149.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_150.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_151.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_152.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_153.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_154.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_155.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_156.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_157.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_158.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_159.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_160.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_161.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_162.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_163.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_164.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_165.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_166.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_167.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_168.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_169.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_170.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_171.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_172.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_173.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_174.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_175.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_176.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_177.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_178.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_179.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_180.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_181.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_182.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_183.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_184.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_185.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_186.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_187.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_188.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_189.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_190.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_191.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_192.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_193.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_194.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_195.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_196.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_197.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_198.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_199.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_200.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_201.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_202.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_203.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_204.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_205.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_206.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_207.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_208.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_209.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_210.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_211.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_212.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_213.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_214.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_215.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_216.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_217.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_218.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_219.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_220.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_221.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_222.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_223.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_224.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_225.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_226.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_227.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_228.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_229.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_230.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_231.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_232.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_233.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_234.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_235.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_236.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_237.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_238.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_239.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_240.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_241.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_242.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_243.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_244.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_245.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_246.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_247.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_248.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_249.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_250.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_251.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_252.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_253.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_254.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_255.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_256.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_257.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_258.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_259.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_260.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_261.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_262.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_263.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_264.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_265.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_266.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_267.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_268.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_269.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_270.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_271.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_272.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_273.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_274.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_275.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_276.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_277.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_278.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_279.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_280.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_281.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_282.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_283.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_284.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_285.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_286.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_287.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_288.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_289.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_290.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_291.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_292.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_293.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_294.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_295.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_296.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_297.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_298.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_299.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_300.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_301.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_302.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_303.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_304.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_305.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_306.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_307.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_308.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_309.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_310.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_311.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_312.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_313.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_314.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_315.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_316.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_317.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_318.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_319.xhtml