193.
La dificultad es esta: el amor y la inclinación amorosa son absolutamente espontáneos; el matrimonio es una decisión; sin embargo, la inclinación amorosa debe ser despertada por el matrimonio o por la decisión: querer casarse; eso quiere decir que lo que hay de más espontáneo debe ser al mismo tiempo la decisión más libre, y que aquello que a causa de la espontaneidad es de tal modo inexplicable que hay que atribuirlo a una divinidad, debe tener lugar al mismo tiempo en virtud de una reflexión, y de una reflexión tan exhaustiva que de ella resulte la decisión. Además, una de las cosas no debe seguir a la otra; la decisión no debe llegar por detrás, a paso de lobo; el todo debe tener lugar simultáneamente, las dos cosas deben hallarse reunidas en el momento del desenlace