I
El humo salía por una ventana abierta del piso de abajo. Cuando Cassie logró entrar a la fuerza en la casa a través de la puerta lateral, la pared de la cocina ya estaba siendo rápidamente devorada por las llamas.
—¡Fuego! —gritó—. ¡Papá, despierta!
El humo le irritaba los ojos. El fuego crepitaba y se arrastraba ruidoso por la pared, hacia el techo. Desesperada, cogió una olla, la llenó sin fuerzas con agua del fregadero y la arrojó sobre las llamas.
Solo hubo un débil chisporroteo; el fuego siguió avanzando.
—¡Cassie, tienes que extinguir el incendio! —aulló Via—. ¡Lo han provocado ellos!
Cassie lanzó otro inútil cubo de agua.
—¿Quiénes?
—¡Lucifer! Envió a alguien para que lo hiciera. ¡Si el paso de los muertos arde, nunca podrás regresar a Mefistópolis!
Por desgracia, ni Via ni Susurro podían hacer nada para colaborar. Al estar de nuevo en el mundo de los vivos, volvían a ser incorpóreas.
¿O sí podían?
—¡Ahí! —indicó Via—. ¡Córtate!
Señalaba el juego de cuchillos de cocina del taco.
—¿Qué?
—¡Solo es necesario que te hagas una muesca en la mano y podremos ayudarte!
El fuego crecía a ojos vista; no pasaría mucho antes de que consumiera la habitación entera. E incluso si avisaba a los bomberos sin perder más tiempo, no había manera de que llegaran antes de que la casa estuviera perdida.
Sin comprender lo que hacía, cogió un cuchillo de carne y se estremeció mientras se hacía un corte de centímetro y medio en el dorso de la mano. Via lamió de inmediato un poco de sangre de la incisión, y lo mismo hizo Susurro.
A continuación también ellas se pusieron a arrojar cubos de agua al fuego.
No había tiempo para ponerse a comprenderlo. Mientras sus amigas se pasaban cazos de agua que llenaban en el fregadero, Cassie fue corriendo hasta el lavadero y volvió con un pequeño extintor de incendios. Entre las tres lograron controlar las llamas en pocos minutos.
—¡Lo hemos conseguido! —celebró Via.
—Joder —dijo Cassie. Abrió varias puertas y ventanas para que saliera el humo y después se sentó en la mesa de la cocina, agotada—. Pensé que a este lado solo erais espíritus, que no podíais tocar nada.
—La sangre de una etérea nos permite encarnarnos temporalmente —explicó Via—, pero dura muy poco. —Levantó un cazo que, tras unos cuantos segundos, le atravesó las manos y cayó al suelo—. Pero de una cosa estoy segura: esta noche se ha producido aquí una encarnación completa.
Susurro tiró una vez más de la chaqueta de cuero de Via, señalando el pequeño saquito que colgaba de su cinturón.
—Buena idea —dijo Via. Metió los dedos en la faltriquera y sacó una pequeña gema púrpura—. Es una piedra Delueze. Si alguna criatura del Infierno ha pasado por aquí, esto lo revelará.
Se inclinó y paseó lentamente por la cocina, sujetando la gema entre los dedos. Era como si manejara una lámpara ultravioleta. La piedra en sí no brillaba, pero las marcas del suelo sí.
—¿Ves? Huellas.
Cassie se agachó a mirarlas. En el suelo aparecía una línea de pisadas de pies descalzos. Cada una brillaba con un resplandor púrpura.
—¿Cómo sabes que no son mis propias huellas? —preguntó Cassie.
—¿Acaso tienes seis dedos?
Se fijó mejor. Via tenía razón. «Alguien con seis dedos en cada pie ha estado rondando por aquí».
—Un súcubo —murmuró Via.
Cassie la miró. Susurro asentía con preocupación.
—Lucifer ha enviado hasta aquí a un súcubo para que trate de encarnarse —prosiguió Via—. Es difícil, pero se puede conseguir. Es una de las materias que estudian en el Conservatorio de Lilith. Y obviamente la encarnación ha tenido éxito. Los súcubos son espíritus sexuales demoníacos que invaden los sueños de los hombres. —De repente Via interrumpió su explicación—. ¡Mierda! ¿Dónde está tu padre?
—¿Mi padre?
—¡Rápido! ¡Llévanos hasta él!
Cassie se apresuró a ir hasta el único lugar lógico donde podía estar su padre a esas horas, su habitación. Mientras la seguía, Via explicó:
»El único modo que tiene un súcubo de lograr una encarnación completa… ¡es matar a un hombre durante una posesión! ¡Susurro, inspecciona el resto de la casa!
Susurro salió disparada. En cuanto a Cassie, al oír aquella información sintió como si el corazón le fuese a estallar.
Y fue aún peor cuando entró en el dormitorio y encendió la luz.
—¡Papá! —Se arrodilló y apretó la mano contra su pecho—. ¡No hay pulso!
—¡Hazle la resucitación cardiorrespiratoria! —gritó Via. Las emociones de Cassie se hundían en espiral. Todo lo que sabía de RCR era lo que había visto en las películas. Aun así, realizó el proceso lo mejor que pudo y, de modo alternativo, le insufló aire en la boca y le apretó el pecho.
»¡No pares!
Cassie no se detuvo, aunque no sabía si lo que estaba haciendo servía de algo. Las lágrimas brotaban de sus ojos. «¡No, por favor, papá! ¡No te mueras!»
—Oh, pero si ya lo está —dijo una voz extraña y siseante que se coló en la habitación.
El rostro de Via palideció de terror al ver a la mujer de líneas elegantes que entraba en el cuarto. Carecía de pelo, y su piel desnuda brillaba con el color de los labios humanos. Sus pupilas parecían de un millar de colores a la vez.
—Lilith —masculló Via—. En carne y…
La demoniesa sonrió y…
¡ZAS!
… agarró a Via del cuello y la arrojó al otro lado de la habitación. El cuerpo impactó con tanta fuerza que la pared crujió. Lilith, como un borrón rosado, se sentó a horcajadas sobre Via y la aplastó contra el suelo sin dejar de sonreír.
—Esto va a ser tan agradable…
Via trató de contraatacar, sin ningún éxito. Mientras las manos de la puta del Apocalipsis rodeaban su garganta, logró croar:
—¡Cassie! No pares…
—Me parece que voy a devorar tu rostro —comentó Lilith—. ¡Pero mira, pobre Cassie! Qué pena, la Etérea está sola mientras nosotras jugamos… —Entonces el monstruo beatífico llamó—: ¡Acólito! ¡Ven a servirme!
Cassie no se fijó en la sombra que tenía detrás hasta que fue demasiado tarde.
Unas bastas manos la agarraron del pelo y la apartaron de su padre. Cassie chilló y miró hacia arriba.
Era Jervis Conner.
Se cernía sobre ella sin camiseta y con los vaqueros desabrochados. Miró abajo con una sonrisa desquiciada.
—H’estao espiándote —dijo, arrastrando las palabras—. Priciosa virgencita. —Entonces se abalanzó sobre ella—. Pero no vas a ser virgen mucho más tiempo, no despué’ que desgarre tu pequeña telita.
Cassie le lanzó el pensamiento más violento… pero no sucedió nada. Al parecer, sus poderes de etérea solo funcionaban en el Infierno. Gritó y empujó su pecho sudoroso, le golpeó la cara, lo arañó… Pero todo lo que consiguió fue que su atacante poseso soltara una risita. Jervis se coló entre sus piernas temblorosas y ya se estaba bajando los pantalones.
—¡No se lo permitas! —logró decir Via desde el otro extremo del dormitorio—. Si pierdes la virginidad, ya nunca volverás a ser etérea.
Pero aquel detalle era lo de menos. Cassie sabía que no luchaba por conservar sus poderes, sino por seguir con vida. Una mirada involuntaria a un lado le permitió ver que Lilith abría las mandíbulas. Sus brillante hileras de pequeños dientes como trozos de cristal descendían sobre el rostro de Via. Al mismo tiempo, Jervis manoseaba a Cassie con su sucia mano y trataba de quitarle las braguitas…
Entonces apareció otra sombra.
«¡Susurro!»
¿Pero qué podía hacer Susurro contra alguien corpóreo?
Cassie alargó la mano, la que antes se había cortado con el cuchillo. Susurro succionó la herida aún húmeda y…
¡THWACK!
… le dio una patada tan fuerte a Jervis entre las piernas que este, literalmente, salió despedido. Jervis gimió mientras se agarraba la entrepierna. Lloriqueaba como un niño.
—¡Ayuda a Via! —gritó Cassie mientras se arrastraba de nuevo junto a su padre. Introdujo más aire en su boca y golpeó su pecho con las manos—. ¡Ve a ayudar a Via! —aulló de nuevo.
Pero Susurro se limitó a sacudir la cabeza. Comenzó a apretar con fuerza el tórax del señor Heydon y, dirigiéndose a Cassie, vocalizó: «Sigue dándole aire».
Cassie así lo hizo, al borde de la locura después de todo aquello. Comenzaron a colaborar en la resucitación…
Por desgracia, detrás de ellas Jervis se estaba recuperando.
—Ahora estoy furioso de verdá —gruñó—. Voy a darme un auténtico festín, sí 'eñor. ¿Sus pensáis que po’éis provocarme? Voy a follaros a las dos pero bien, so zorras.
Se inclinó hacia delante, volvió a tirar de Cassie y la agarró de la garganta. Cassie tuvo arcadas. La presa era tan fuerte como un torniquete. Le iba a partir el cuello, eso si no la estrangulaba antes. Cuando se interrumpió el flujo de sangre a su cerebro, la sala se oscureció rápidamente.
—Ya no habrá Etérea ni ná, no cuando tés muerta…
Los esfuerzos de Cassie perdieron fuelle. Apenas podía moverse. Solo restaba quedarse quieta y dejar que aquel paleto poseso la asesinara.
—Sí, se apagan las luces, zorra. Y aunque tés muerta, entoavía voy a…
Pero entonces su voz gutural se extinguió. Sus manos soltaron la tráquea de Cassie y se derrumbó en el suelo. Susurro le había dado un porrazo en la parte posterior del cráneo con una lámpara.
Cassie tardó unos momentos en recuperar los sentidos.
«Todavía… todavía estoy viva», comprendió.
Jervis yacía ahora inconsciente y Susurro oprimía de nuevo el pecho del señor Heydon. Via estaba chillando.
La mirada de Cassie barrió el cuarto. La boca de dientes afilados de Lilith estaba a punto de cerrarse sobre el rostro de Via y despellejárselo, pero entonces…
Fue Lilith la que empezó a gritar.
La demoniesa saltó enfurecida.
—¡ZORRA! —espetó a Cassie—. ¡Nadie me humilla delante de Lucifer!
—¿Ah, no? Pues acabamos de hacerlo, golfa rosita —dijo Via, apoyada sobre los codos.
La casa dio sacudidas y Lilith… empezó a desaparecer.
—Adiós, gilipollas —sonrió Via—, busca otra mansión que encantar. Y hazte un favor: ponte peluca.
La voz de la criatura ya estaba desvaneciéndose:
—Os volveré a ver en el Infierno muy pronto, y no olvidaré esto…
—Cállate y mueve tu culo lejos de aquí. Lucifer te pondrá a hacer trucos baratos en la calle cuando se entere de que la has cagado.
Un sonido como un azote de viento recorrió la habitación. Después, Lilith había desaparecido.
Via sonrió en dirección a Cassie.
—¿Qué, hemos vencido o no?
Cassie no comprendía nada. El reloj de la pared atrapó su mirada. Las manecillas se habían detenido unos minutos después de la medianoche, el momento exacto en que Cassie había atravesado por primera vez en paso de los muertos.
Pero de pronto, mientras lo estudiaba, el reloj comenzó a avanzar de nuevo.
Cassie se giró:
—¡Papá!
Su padre estaba incorporándose, tosiendo.
»¡Ha funcionado!
—La encarnación de Lilith se ha deshecho en el mismo instante que tu padre ha revivido. —Via se apartó y señaló a la señora Conner, que yacía en el suelo, inconsciente, no muy lejos de su hijo—. Sin duda lanzó un maleficio sobre la mujer; así es como pudo llegar hasta tu padre. Y tras la encarnación hechizó al paleto. Para eso vino aquí, para quemar la casa hasta los cimientos y dejarte atrapada para siempre en el Infierno. Pero no tenía modo de saber que ibas a regresar tan pronto.
Cassie no prestó atención a los detalles, se sentía entusiasmada por ver vivo a su padre. Este parpadeó unas cuantas veces y tosió algunas más. Después cayó inconsciente.
—Se encontrará bien, lo mismo que la mujer y el palurdo —aseguró Via—. Solo estarán inconscientes un rato. Venga, vamos.
—Al menos déjame que lo meta en la cama o lo cubra con algo. —Hasta entonces, Cassie no había caído en la cuenta de que sus amigas estaban viendo a su padre totalmente desnudo.
—No hay tiempo para eso. Ahí ya están bien, y tenemos trabajo por hacer.
Cassie, Via y Susurro salieron del cuarto una detrás de otra, pero Via echó una última mira dita al señor Heydon.
—Eh, Cassie. Dile a tu padre que pierda algo de peso, por Dios.
—Entonces, ¿adónde vamos ahora? —preguntó Cassie mientras cruzaban el ornamentado vestíbulo.
—Bueno, nuestra primera parada será en el garaje —respondió Via.
—¿En el garaje? ¿Para qué?
—Para coger una pala, por supuesto.