Nota del autor
En 1911 se daba por probable que la Triple Alianza y la Triple Entente entrarían en guerra en menos de diez años. La carrera armamentistica era tan descarada que la confrontación militar se veía inevitable. No se sabía dónde podría estallar la chispa, o la crisis, que hiciera saltar todo por los aires, aunque las apuestas estaban a favor de que tendría que ver con el Imperio otomano, desde hacía varios años el «gran enfermo» de Europa.
En ese año de 1911 estalló una guerra regional entre el Imperio otomano e Italia, breve pero sangrienta, que se saldó con la pérdida para el Imperio de Cirenaica, Tripolitania y el Dodecaneso. Al año siguiente, una nueva guerra regional entre la Liga Balcánica (Serbia, Montenegro, Grecia y Bulgaria) y el Imperio otomano encendió las alarmas. Una cosa era la certidumbre de una próxima guerra continental y otra era que se organizara por un asunto tan lejano y abstruso como los Balcanes. En el otoño de ese año las potencias europeas veían con alarma que las fuerzas de la Liga, concretamente las búlgaras, se acercaban peligrosamente a una Estambul indefensa. A eso se debió que dejaran aparcadas sus reivindicaciones y enviaran fuerzas a defender una Estambul cuya caída podría alterar el orden mundial en una forma indeseable para todos.
La fuerza enviada por el Imperio alemán consistió en lo que llamaron División del Mediterráneo (MD), integrada por los cruceros Goeben y Breslau. Su presencia en Estambul entre noviembre de 1912 y marzo de 1913 resultó decisiva para defender la ciudad y, en su momento, para que se alcanzara una paz no satisfactoria para sus intereses, lo cual dio lugar a un golpe de estado de corte nacionalista que preocupó en gran medida a las potencias europeas. Se debió a eso, oficialmente, que aun habiéndose restablecido la paz el Imperio alemán no devolviese la MD a su base de Wilhelmshaven. Los dos buques quedaron en el Mediterráneo, en misión formal de «mostrar la bandera» y contrarrestar, aunque fuera en teoría, la formidable presencia naval británica.
Desde mediados de 1913 el comandante de la MD era un almirante decidido y muy inteligente, de los aficionados a pensar y operar por su cuenta. Es esas mismas fechas se consideraba que el Imperio otomano estaba del todo en manos del Imperio británico, tanto por razones económicas (su deuda con los bancos británicos era colosal) como navales, ya que desde hacía unos años la armada otomana estaba prácticamente al mando de una misión de ciento cincuenta oficiales británicos dirigidos por un almirante. Asimismo, el Imperio otomano había encargado a dos astilleros ingleses la construcción de dos grandes acorazados, para la cual no solo se endeudó mucho más de lo que ya lo estaba, sino que recurrió a toda suerte de loterías y aportaciones voluntarias de sus ciudadanos (las mujeres otomanas vendían su pelo, que muchas no se habían cortado en su vida, para contribuir al pago de los dos barcos), haciendo de la entrega de los buques una cuestión de orgullo nacional.
La MD había fondeado en Estambul varias veces desde su llegada al Mediterráneo. Su jefe conocía razonablemente bien al gobierno surgido del golpe de estado de enero de 1913 (el conocido como «los jóvenes turcos»), y no estaba tan convencido como sus jefes de que los lazos que lo vinculaban al Imperio británico fueran indestructibles. Aun así, tras el atentado de Sarajevo y el anuncio de la neutralidad otomana, se veía imposible que el gobierno de Estambul fuese a cambiar de criterio. Sin embargo, lo hizo. Tres meses después del comienzo de la Gran Guerra buques de combate otomanos, los mismos que antes eran los alemanes de la MD, bombardeaban Sebastopol, lanzando al Imperio otomano a una guerra para la que no estaba preparado y que sería desastrosa para sus intereses, al punto que le costó su desaparición como tal Imperio.
Un siglo después las razones que movieron al gobierno de los Jóvenes Turcos a unir su destino al del Imperio alemán siguen sin estar claras, si bien parece haber una cierta unanimidad en que la muy audaz acción del almirante alemán de llevar sus barcos a Estambul para ofrecerlos al Imperio otomano, esquivando con insuperable astucia a la incomparablemente más poderosa flota británica del Mediterráneo, fue uno de los dos factores desencadenantes. El otro fue la incautación de los dos acorazados otomanos, pendientes de ser entregados a la armada otomana (los marinos turcos que los tripularían estaban acampados a pocos cientos de metros de los que ya consideraban sus barcos), pues constituyó una ofensa mortal para el orgullo nacional otomano.
Explicaciones e interpretaciones las ha habido de todos los colores y todos los talantes a lo largo del último siglo, aunque la imagen de un almirante alemán que actuaba por su cuenta, aislado en medio del Mediterráneo, que, tras hacer pedazos a cañonazos los puertos argelinos de Bonê y Philippeville el primer día de la guerra entre Francia y Alemania, atraviesa el Mediterráneo hasta Estambul toreando (quizá no haya mejor palabra) a la todopoderosa flota británica, ha permanecido imborrable. Desde que supe de ella inspira mi imaginación, y pienso que la de muchas personas más. Llevo muchos años estudiando la epopeya del Goeben y el Breslau, Y al final no he podido resistirme a escribir su historia.
Este relato no es un ensayo. Es una novela, aunque solo en el plano de que algunos personajes de los que viven la historia son de ficción. Los hechos históricos relatados se corresponden al cien por cien o poco menos con los hechos acaecidos. El lector que se asome a estas páginas puede tener la certeza de que aquí no se le explica la historia de lo que no sucedió.
El título de la obra, por último, pese a que pudiera parecer novelesco, tampoco lo es. La prensa británica puso varios apodos al crucero de batalla SMS Goeben, y uno de ellos era The Devil’ Ship, o El Buque del Diablo. El apodo también hizo gracia en Alemania, y de ahí que entre los marinos alemanes fuera usual referirse al Goeben como Das Teuffelschiff. A eso se debió que alguna prensa española, mexicana y latinoamericana también se refiriesen al Goeben como el buque del diablo.