CAPÍTULO 59
CUANDO ME DESPERTÉ ya era de noche.
El camión estaba estacionado junto a la carretera. Di por sentado que seguía siendo la I-80, aunque no podía estar seguro y no había una forma inmediata de averiguarlo. El conductor no estaba.
Bajé del camión y dejé la puerta abierta para tener un poco de luz. Avancé unos pasos en dirección al bosque y meé. En cuanto me abroché la bragueta, oí la voz de mi compañero de viaje.
−Eh, hemos tenido la misma idea −dijo.
Se dirigía hacía mí desde el interior del bosque. Pensé que el alegre tono de su voz se debía al enorme porro que se estaba fumando. Recorrimos juntos la corta distancia que nos separaba del camión.
Kenny me tendió un termo.
−¿Tienes sed? −me preguntó.
Me moría de sed, pero de repente tuve una ridícula y nauseabunda sensación: no quería beber del mismo recipiente que habían tocado los labios de aquel golfo.
El golfo me leyó el pensamiento.
−No te preocupes, tío. Sé que voy hecho unos zorros, pero no tengo ninguna enfermedad.
Tomé un trago y empecé a toser casi al instante.
−¿Qué demonios es esto? −pregunté.
−Tequila, zumo de naranja y amaretto. Es cojonudo.
−Es total. ¿Tienes algo más?
−Pero ¿tú qué quieres por diez pavos la noche? ¿El puto Hilton?
Se echó a reír, pero no me pareció que estuviera contento. Subimos de nuevo al camión.
−¿Dónde estamos? −pregunté, mientras nos incorporábamos de nuevo a la carretera.
No me contestó, pero me pasó un GPS de aspecto barato.
−Echa un vistazo tú mismo −dijo.
Me pareció que aún estaba cabreado porque no me había gustado su cóctel especial.
Estábamos en Joliet, no muy lejos de Naperville, el destino que había mencionado Kenny.
−¿Qué es lo que vas a entregar en Naperville? −le pregunté.
No me respondió, pero se echó a reír.
−¿He dicho algo gracioso? −pregunté.
−Más o menos −dijo él.
−¿Algo ilegal? −dije, tratando de fingir que me parecía genial transportar droga, armas o inmigrantes ilegales.
−Sí, algo muy ilegal.
−¿Como qué?
−Como tú −contestó.
Y se echó a reír de nuevo.