IX
Desde el punto de vista militar, inmediatamente después de su entrada en Moscú Napoleón da órdenes severas al general Sebastiani para que observe los movimientos del ejército ruso; manda cuerpos de ejército por las distintas rutas y encarga a Murat que encuentre a Kutúzov. A continuación ordena fortificar el Kremlin y traza sobre el mapa de Rusia un plan genial de la próxima campaña. Respecto a la actividad diplomática, Napoleón hace llamar al capitán Yákovlev, un hombre arruinado y andrajoso, que no sabía cómo salir de Moscú, y después de explicarle minuciosamente su propia política y su magnanimidad, escribe al emperador Alejandro una carta en la cual considera que su obligación es informar a su amigo y hermano de que Rastopchin ha gobernado mal Moscú, y la envía con Yákovlev a San Petersburgo. De la misma manera, después de exponer con todo detalle sus puntos de vista y su magnanimidad envía al anciano Tutolmin a San Petersburgo para preparar las entrevistas.
En la parte jurídica, inmediatamente después de los incendios ordena la captura y ejecución de los culpables; y para castigar al malvado Rastopchin hace quemar sus casas.
Desde el punto de vista administrativo, da a Moscú una Constitución, crea la municipalidad y hace proclamar el siguiente bando:
Ciudadanos de Moscú:
Vuestras desventuras son crueles, pero Su Majestad el Emperador y Rey desea ponerles fin. Terribles ejemplos os han enseñado cómo se castiga la desobediencia y el delito. Se han tomado medidas severas para frenar los desórdenes y asegurar la salud pública. Una paternal administración, a cuyos miembros elegiréis vosotros mismos, constituirá vuestro Municipio, es decir, la administración de la ciudad, cuya misión será la de cuidaros, tener en cuenta vuestras necesidades e intereses. Sus miembros se distinguirán por una banda roja cruzada en el pecho y el alcalde ostentará además un cinturón blanco. Fuera del tiempo dedicado al ejercicio de su cargo, no llevarán más que un brazalete rojo en el brazo izquierdo.
La policía de la ciudad queda constituida de acuerdo con las antiguas bases, y, gracias a su actuación, va mejorando ya el orden. El gobierno ha nombrado a dos jefes de policía y veinte comisarios para todos los barrios de la ciudad, los reconoceréis por el brazalete blanco en el brazo izquierdo. Han sido abiertas algunas iglesias de diversos cultos y en ellas, sin impedimento alguno, se celebrarán los servicios religiosos. Vuestros conciudadanos van volviendo todos los días a sus casas, y se ha dado orden de que se les ofrezca la ayuda y la protección que merecen por sus desgracias. Tales son los medios previstos por el gobierno para restablecer el orden y aliviar vuestra situación; mas, para conseguirlo, es necesario que unáis vuestros esfuerzos a los suyos, que olvidéis, si es posible, los sufrimientos pasados, que acariciéis la esperanza de una suerte menos cruel, que estéis convencidos de que una muerte inevitable y vergonzosa espera a cuantos atenten contra vuestra seguridad personal y los bienes que aún queden en vuestras manos, bienes que os serán conservados, porque tal es la voluntad del más grande y justo de los soberanos. Soldados y ciudadanos de cualquier nación que seáis, restableced la confianza pública, fuente de bienestar de los Estados, vivid como hermanos, ayudaos y protegeos mutuamente, uníos para destruir los proyectos de los malvados, obedeced a las autoridades militares y civiles, y vuestras lágrimas dejarán de brotar.
Sobre el aprovisionamiento del ejército, Napoleón ordenó a todas las tropas que recorrieran por turno Moscú, à la maraude,[586] a fin de preparar víveres suficientes para el ejército y asegurar su avituallamiento futuro. En lo referente a los asuntos religiosos, ordenó de ramener les popes[587] y reanudar el servicio religioso en las iglesias. También mandó publicar la siguiente proclama sobre los asuntos comerciales y el avituallamiento de las tropas:
PROCLAMA
Pacíficos habitantes de Moscú, artesanos y obreros a quienes la desventura alejó de la ciudad; vosotros, campesinos, a los que un temor infundado mantiene dispersos en el campo, escuchad: la calma y el orden se han restablecido en la capital. Vuestros paisanos salen de sus refugios sin temor, seguros de ser respetados. Todo acto de violencia contra sus personas o sus bienes es inmediatamente castigado. Su Majestad el Emperador y Rey los protege y entre vosotros sólo considera enemigos a quienes no obedecen sus órdenes. Desea poner término a vuestras desventuras y devolveros a vuestros hogares y familias. Debéis corresponder a esos propósitos benéficos y regresar sin temor a la ciudad. ¡Ciudadanos! Regresad confiados a vuestras casas. No tardaréis en hallar medios de satisfacer vuestras necesidades. ¡Artesanos y obreros especializados! Volved a vuestros oficios: las casas y las tiendas, que protegen patrullas de seguridad, os esperan; recibiréis justa paga por vuestro trabajo. Y, finalmente, vosotros, los campesinos, salid de los bosques donde habéis buscado refugio huyendo del terror. Volved sin temor a vuestras isbas totalmente seguros de que seréis protegidos. En la ciudad se han abierto ya los mercados, y cada campesino puede llevar el sobrante de sus víveres y los productos de la tierra. El gobierno ha tomado las siguientes medidas para proteger su libre venta: 1.° A partir de hoy, los campesinos y agricultores de los alrededores de Moscú pueden con toda seguridad traer productos de todas clases a los mercados de Mojovaia y Ojotni-Riad. 2.° Esas provisiones serán vendidas al precio acordado entre vendedor y comprador; pero si el vendedor no recibe el precio estipulado, podrá llevarse su mercancía con toda libertad. 3.° El domingo y miércoles de cada semana son los días fijados como días de mercado, tropas en número suficiente se situarán a lo largo de todos los caminos, hasta cierta distancia de la capital, para proteger los carros de los campesinos. 4.° Las mismas medidas garantizan la vuelta de los campesinos con sus carros y caballos a sus tierras. 5.° Se procurará sin pérdida de tiempo restablecer los mercados ordinarios. ¡Habitantes de la ciudad y del campo, obreros y artesanos, cualquiera que sea vuestra nacionalidad, sois llamados a cumplir las paternales disposiciones de Su Majestad el Emperador y Rey para contribuir al bienestar general! Poned a sus pies vuestro respeto y confianza y no tardéis en uniros a nosotros.
Para mantener el espíritu del ejército y del pueblo se hacían constantes paradas y se distribuían recompensas. El Emperador paseaba a caballo por las calles y consolaba a los habitantes y, a pesar de sus preocupaciones por los asuntos de Estado, frecuentaba los teatros, abiertos por deseo suyo.
Con respecto a la beneficencia, la mejor virtud de los soberanos, Napoleón hizo también todo cuanto dependía de él. Ordenó escribir sobre las puertas de las instituciones de asistencia pública: “Maison de ma mère”, con lo que unía al tierno sentimiento del hijo la grandeza y virtud del monarca. Visitó el asilo de niños, dio a besar su blanca mano a los huérfanos salvados por él y conversó magnánimamente con Tutolmin. Luego, según el elocuente relato de Thiers, ordenó pagar los haberes a sus tropas en moneda rusa falsa, que él mismo había hecho acuñar:
Con un acto digno de él y del ejército francés, hizo distribuir socorros a los damnificados por el incendio. Pero como los víveres eran demasiado valiosos para ser entregados a extranjeros en su mayoría enemigos, Napoleón prefirió entregarles dinero para que se proporcionasen fuera los alimentos, e hizo que se distribuyeran rublos de papel.
Con objeto de mantener la disciplina del ejército y poner fin al saqueo dictó una orden tras otra, estableciendo severos castigos para las infracciones del servicio y actos de pillaje.