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Amo magnífico y venerando:
Como prometí va aquí la primera de mis cartas de Salaì siervo humildísimo vuestro, y escusad si no es bonico lo que escribo, amo mío, porque soy del pueblo y no he estudiado y mi único maestro que he tenido ha sido mi padrino, y hablo y escribo nuestra lengua solamente de Florencia, pero me esmeraré quanto pueda, y siento si he cometido ya algún gasapo, pero anoche no dormí mucho y me despeño de sueño.
Después de largas jornadas de viaje Lionardo y yo emos llegado hoy a Roma, ciudad sanctísima y bonísima. No voy a repetir agora la causa desta estancia mía en los terruños del Papa, porque ya os parlamenté dello en Florencia antes de yrme: el maestro Lionardo, mi padrino y maestro, ingeniero y pinctor sumo, dize que quiere hazer este viaje para estudiar de natura los bustos y las estatuas y las ruinas romanas antiguas. Lionardo ahirma que ningún librero tiene consigo mesmo obras que enseñen bien a dibujar los palacios antiguos y nobilísimos del Imperio de Roma y las bellezas de su arquitectura, lo que está muy mal porque como Lionardo dize siempre la imitación de las cosas antiguas es más loable que las modernas.
Ansí que Lionardo se va a quedar aquí en Roma un tiempo luengo, dos o tres semanas a lo mejor, para copiar de natura estatuas, monumentos y templos, y yo voy a estar con él. Dize que esta estancia le va a venir pero que muy bien a su arte; quiere verbigratia anar a la famosa villa del emperador Adriano como hanle aconsejado Bramante y Giuliano da Sangallo y Peruzzi, los otros arquitectos amigos suyos que siempre han tenido muchisísima potra mientras que a Lionardo la mala pata se le pega como la miel a la cuchara y siempre ha estado sin blanca.
Como ya os escrebí la verdad es que el fin de aqueste viaje no es el que dize maese Lionardo, porque él se haze el tonto pero yo amo mío de eso no tengo ni un pellizco. Mi padrino ha aparejado sus cachivaches de Florencia que son los dineros que tiene en el banco y los libros y sus otros papeles como si hubiere de estar fuera harto tiempo, no dos o tres semanas. Para mí que se dispone a entrar al servicio de alguien enjundioso, de un Cardenal o de un Príncipe o inclusive de un Rey. Todavía no sé quién es, pero muy pronto lo descubriré y como sabéis trataré de avisaros lo antes posible, que me escuece la tierra bajo los pies por las ganas que tengo de servir a un amo perfecto y bonísimo como sois vos, que además me habéis prometido un güen estupendio y eso nunca da asco a naide.
Pero ya tengo que dexar la pluma porque anoche en la fonda en la que dormimos tuve con la hija del huésped un negociado que acabó en el cuarto della y allí hizimos unos ciertos ejercicios de cuerpo muy güenos y ricos tanto que al final ella se quedó muy contenta, pero agora a mí los párpados me pesan como dos pezuñas de jamelgo.
Pensando siempre en nuestra patria
de Florencia os saluda vuestro fiel
SALAÌ