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Benignísimo amo mío:

Tras la última cháchara que Lionardo y yo hubimos juntos determinamos cambiar de cuarto sin dezir nada a naide, para liar al caco si había un latrocinio nuevo. Por desventura Lionardo no encuentra ciertos papeles capitales, que se habrá birlado el canaya. Le he demandado qué papeles son pero me ha contestado con el silencio.

Bajé luego las escaleras para salir a comprar algo de manducar y es que por la ventana entraba un olor a pescado frito que me dexaba desmaído y fue ansí que no bien estuve en la calle, en la que no había alma viviente, toste hallé al home que lo espendía y compréle ración doble y estava tan rico que me olvidé de llevarle su mitad a Lionardo como me había requerido él y mi padrino se enojó y hubo de yr a comprarlo solito y blasfemó y esto me dexó mohíno porque si haze eso Lionardo no salvará su alma, y además no es mi culpa si tengo hambre de contino.

Aún anaba yo con el casco un poco aturrullado por el encuentro en la calle con la formosa doncella que se asemeja a la Lucrecia que pintara Lionardo, y entonces me dixe entre mí sabes lo que te digo pues antes de que mi padrino me mande algo yo a ésa como se llame voy a buscarla y le endiño entre las piernas uno de esos parlamentos que yo sé hazer tan bien. Pero hete aquí que al salir crucéme en las escaleras con la guapa sirvienta que se paresce a Cecilia con el armiño al brazo que pintó Lionardo para Ludovico el Moro de Milán, que si supiese el Moro la de pajas que se ha hecho Lionardo sobre el retrato de esa amiga suya le cortaría los güevos a Lionardo y se los ensartaría en lugar de los ojos.

La sirvienta mostróse asaz contenta de verme y me preguntó si había averiguado el nombre de la lengua estraña que había oído en mis andares por Roma, si tudesco o otra lengua, porque había pensado que siendo ella ducha en lengua podía ayudarme a desembarazar la facienda, y como no soy lerdo y ay cosas que pillo al vuelo y ya tenía la mecha prendida porque primero había pensado en la otra llevéme a la sirvienta un ratito al cuarto donde señor amo emprestóme un servicio muy luengo y prolixo con la boca y las manos y inclusive con los pinreles y luego yo le devolví el favorcito sobre la mesa y vaya usted a saber por qué le gustaba hazerlo allí que estava fría como una piedra, y estava tan cachonda que a mitad de la cosa hube de dezirle oye que si gritas así nos van a oír, bueno para concluir sabed que al final quedéme tan huero como una botella y de nuevo tenía hambruna. Os cuento esto señor amo no por divagar sino porque en gratitud por este servicio prestado la sirvienta díxome ay qué bonico eres y qué bonicas son tus guedejas haré todo lo que me mandes y yo le pedí un favor sólo que maldición agora no os puedo esplicar nada porque tengo que salir raudo sino me retraso y a la otra doncella que quería ver osea la que se me entregó bajo las escaleras ya no la voy a encontrar por ahí.

Vuestro leal

SALAÌ