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Amo mío venerando:

Por suerte resultó fructífero el periplo hasta el barbero pues primero descubrí que el dicho barbero es de nuestros terruños de Toscana siendo ansí que llámanlo el Pisano porque es de Pisa y menos mal porque a mí los pisanos me dan menos por culo que los de Siena (vos sabéis también que para un toscano no ay nada más aborrescible que un toscano de un pueblo de al lado). Así que le hube preguntado a quanto monta el coste de cortar la barba y el pelo (al parecer de mi padrino los barberos siempre son muy caros) aproveché para pedirle noticias sobre el barrio en el qual Lionardo y yo estamos aposentados.

El pisano casca sin priesa como todos los viejos y primero me contó algo de las cosas suyas a saber de la barbería que tenía antes do estava mejor, luego de sus problemas de pecunia y luego de su vástaga que hase casado osea cosas en su totalidad que me dan tres pitos aun así oílas y hize bien señor amo porque luego me esplicó que la fonda de la Fontana se halla en el meollo de ciertos sitios de suma importancia que son el palacio de la Chancillería donde está la Chancillería papal, luego el palacio grande y magnífico de la familia Orsini, luego la plaza de Campo di Fiore en la que ay posadas y talleres sin cuento de todas las clases y es uno de los lugares de comercio mejores de Roma. Al lado yace el barrio del Pozo Bianco ansí llamado porque bregan ende picapedreros y canteros en abundancia, de los cuyos talleres sale de contino un polvo blanco de mármol que haze que los ojos me picoteen horrísonamente. En Roma el Pozo Bianco es celebérrimo por dos razones consistentes en que allá se halla el palacio de la Chancillería y en que ay putas y latrocinios y asesinatos y muchas más nequicias. Asimismo se halla cerca otro palacio granado como es el del Maestro de Ceremonias de Su Santidad.

Total señor amo resulta que por Campo di Fiore y Pozo Bianco ay canallas y miserables mas también gente de importancia y respeto, ansí que en bolviendo a la fonda le demandé a mi padrino quién coño era el tipejo de las agallas aplastadas con el que se había visto antes: es un espión que va mucho al palacio de la Chancillería, dixo Lionardo, y nos será muy útil; nos dará noticias de todo lo que pasa en Roma y sobre todo en nuestro barrio donde pasan cosas harto infames y por ende los espiones son imprie ipre impri uff necesarios. Acto siguiente preguntéle a Lionardo quién había mandado al tipejo que se pusiese a nuestro servicio y dixo él: mi querido amigo Bramante, y en los sus ojos vi esa lucecita iracunda que se le prende cuando piensa en los arquitectos que tienen más suerte que él, porque en Milán a Bramante le pagaron dineros a raudales y en Roma más aún, mientras que a Lionardo los dineros se los tengo que emprestar yo y luego se los hurto de noche de la faltriquera y se los empresto otra vez a la mañana siguiente y ansí en sucesión circular como la historieta de aquel que para apagar la sed se bebía el meado de sí mesmo.

Mas no es Bramante el causante de los retortijones de Lionardo: es Roma. La historia yo me la sé de memoria porque Lionardo no para de ayear por su mala ventura y me cuenta sempiternamente lo mesmo. Ha veinte años el Papa Sixto IV hizo venir acá para hazer una gran capilla a los mejores pinctores de Florencia que son Botticelli, Signorelli, Ghirlandaio, Perugino, pero a Lionardo naide lo llamó ni por pienso. Los otros florentinos pintaron la capilla del Papa y agora tienen carretadas de encargos y de onores y andan siempre ahítos de manjares y con una sonrisa tan ancha que les duelen las orejas, en cambio Lionardo desdende tiene una cara que la gente por la calle al verlo se toca los cojones para conxur cojura coxur para no contagiarse de su mala pata. Tras la decepción de Roma en Florencia asimismo todos le dieron por el pandero, en Milán con Ludovico el Moro sólo tuvo envidias y pugnas y dineros ni la sombra a lo sumo hazíanle organizar las fiestas de máscaras menudo honor. Entonces a Lionardo no se le ocurrió nada mejor que hazer para el Moro el cavallo de bronce más grande del mundo pero eso acabó de penita porque el Moro al cabo usó el bronce del cavallo para hazer cañones contra los franchotes y tengo para mí que hizo requetebién pues Lionardo después de pasarse diez y seis años haziendo dibujos no se hallaba aún listo para principiar que en verdad el mesmísimo Júpiter habría acabado hasta los dídimos si tiene que esperar todo ese tiempo pues no digamos el Moro que es de esos tipos inquietos que en la guerra les place partir la cabeza a los enemigos con sus propias manitas.

Lo pésimo es que los amos de Lionardo se apesadumbran con justa razón porque él tiene mil ideas pero al final no acaba ni media o para acabar una obra se demora una eternidad o marra con los materiales, come en la pintura de la Última Cena en Milán que por la humedad conforme Lionardo pintaba un brazo de Christo el otro ya se le derretía como manteca porque había hecho la memez de pintar en una parte medio mojada. Asimismo en el primer cuadro importante que pintó osea la Anunciación hizo una gran asnada porque puso al Ángel y a la Virgen torcidos ansí que la perspectiva está muy mal[3] y los otros pinctores amigos suyos se despanzurraron tanto de risa por eso que todavía les duele la tripa.

Y agora casualidad de casualidades mi padrino está acá en Roma, do empezó su mala sombra, y maguer no lo dize yo tengo para mí mesmo que todo el rato lo piensa.

Olvidávalo: ha dicho que el pisano también es demasiado oneroxo y que no quiere anar ansí que habré de encontrar a otro barbero.

Es todo lo que os puedo contar por aquí y por aora, y dexo que vuesa merced decida si para nuestra patria de Florencia esto es güeno o malo.

Vuestro devotísimo

SALAÌ