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Contra los molinos

Desde finales de la década de los ochenta ya se hablaba en el Circuito de que la Ryder Cup debía salir de Gran Bretaña y jugarse en campos de otros países europeos. Era un planteamiento lógico que, además, contribuía a la difusión y desarrollo del golf en nuestro continente.

El proceso que siguió esta idea fue arduo y harto difícil de concretar. En más de una ocasión me sentí como Don Quijote cargando contra los molinos de viento en la creencia de que eran gigantes; muchas fueron las torpezas, las incomprensiones y la falta de colaboración con que nos encontramos quienes luchábamos por darle otro aire a la Ryder, cuya relevancia y prestigio alcanzados se debía sin duda al aporte inestimable de los más importantes jugadores del Circuito europeo.

A pesar del cambio que esperábamos, en mayo de 1990 se anunció que la edición de la Ryder Cup de 1993 se jugaría en The Belfry. Esto significaba no sólo que era la tercera vez consecutiva que en Europa se jugaba en este campo, sino también que se había rechazado que se jugara en un campo del continente. Como España había presentado la candidatura del Club de Campo, me sentí particularmente muy decepcionado, al igual que otra mucha gente comprometida con el proyecto.

La votación del Comité de la Ryder Cup concluyó con un empate porque los tres representantes del Circuito europeo votaron a favor de España y los tres representantes de la PGA (Professional Golfers' Association) británica, lo hicieron por el campo donde radicaba su sede, en las Midlands de Inglaterra, anteponiendo sus intereses. El empate lo deshizo a favor de The Belfry, como era previsible, el voto de calidad de lord Derby, presidente de la PGA.

El resultado de esta votación indignó a los jugadores del Circuito, muchos de los cuales llegaron a cuestionar el futuro de la Ryder Cup en tanto la PGA británica no cediera la exclusividad que tenía del torneo y se aviniera a compartir la propiedad con el Circuito europeo.

Por mi parte, declaré a la prensa que me parecía una decisión poco acertada que el match continuara jugándose en Gran Bretaña, puesto que sin la incorporación a la Ryder Cup de jugadores continentales, especialmente españoles, era muy probable que hubiera desaparecido hacía años. Dije también que mi participación había sido decisiva para la proyección y prestigio alcanzados por la Copa y que consideraba que tenía el derecho de pedir que se jugara en mi país, para contribuir al desarrollo del golf en él y no por un mero capricho personal. También insinué que si la PGA británica no cedía en sus posiciones conservadoras, mi motivación en el equipo de la Ryder Cup ya no sería la misma. A pesar de esto, como ya conté, este malestar no fue la causa por la que no ganamos en The Belfry en 1993.

Perdida esta oportunidad de jugar la Ryder Cup en España ese año, no era cuestión de bajar los brazos y perder la siguiente, es decir, la de 1997. Con este propósito concentré mis energías en alcanzar este objetivo. Insistí ante la Real Federación Española para que mantuviera la presión, fui a varias reuniones a Londres y traté expresamente este asunto con Ken Schofield y otras personas influyentes.

Finalmente se aprobó que el torneo se jugara en España. Por primera vez en su historia, la Ryder Cup se jugaría fuera de Gran Bretaña. Sin embargo, este éxito no quiero apuntarlo como personal. Al menos no totalmente, pues entraron a jugar otros intereses que distorsionaron la corrección del proceso de elección del campo.

Mi idea era que la Ryder de 1997 se jugara en un campo, Galapagar, que yo mismo iba a construir cerca de Madrid y cuyo diseño también yo realizaría. Ken Schofield, director ejecutivo del Circuito, visitó el emplazamiento y lo consideró "soberbio". Lamentablemente, este proyecto nunca se concretó debido a las innumerables trabas administrativas que se interpusieron para su ejecución. Una verdadera carrera de obstáculos cada vez más difíciles de superar. La situación llegó a ser tan desalentadora, que no pude menos que pensar que a alguien poderoso y bien conectado con la Administración no le interesaba que yo construyera un nuevo campo de golf en Madrid capaz de acoger la Ryder Cup.

Incluso supe que había quien se burlaba de que se pretendiera llevar la Ryder Cup a un campo por hacer, como si esto fuera una fantasmada. Esa persona tan "seria" pasaba por alto el hecho de que precisamente en Estados Unidos se jugaría en 1991 en un campo por hacer. Inicialmente esta edición americana se iba a jugar en un campo de California, pero la empresa que había firmado con la PGA americana el contrato para organizar el match dispuso que tuviera lugar en Kiawah Island, Carolina del Sur, en un campo que cuando fuimos a jugar todavía estaba en obras, como ya apunté al relatar la batalla de Kiawah.

De todos modos, todo era una mascarada, porque Ken Schofield y el Comité de la Ryder Cup ya habían decidido hacía tiempo que el torneo se jugaría en España y en un campo ya elegido de antemano. Pero en lugar de decirlo, por alguna razón que no alcanzo a comprender, prefirieron jugar con todo el mundo, lo cual lógicamente me ofendió bastante. Esto me hizo pensar que el proceso de elección del campo no fue limpio y que estos dirigentes nos hicieron perder mucho tiempo y dinero a mí y a muchas otras personas.

Cuando se supo que Galapagar no tenía posibilidad alguna de acoger el torneo, mi hermano Baldomero sugirió que intentáramos que la Ryder Cup se jugara en Novo Sancti Petri, un campo diseñado por mí cerca de Cádiz, en la costa atlántica del sur de España. No tenía, ni tengo intereses económicos en este campo, pero, como diseñador del mismo, era naturalmente muy importante para mí que acogiese a la Ryder.

Junto al Novo Sancti Petri también presentaron sus candidaturas los campos de La Moraleja, El Saler, La Manga y Valderrama. Por aquellos días, Jaime Ortiz Patino, propietario del campo de Valderrama, me pidió que le rediseñara el hoyo 17. Acepté y a poco de empezar las obras, Jimmy me escribió una carta que era una clara oferta de compra. Me proponía que si yo respaldaba la candidatura de Valderrama me compensaría con una importante suma de dinero superior al millón de dólares. Esta cantidad no sería toda en efectivo, pues se complementaría con un porcentaje sobre los green-fees que se facturaran en Valderrama.

Para acabar con todo este feo asunto, con mi hermano Baldomero me reuní junto a Ken Schofield, George O'Grady y otros más. En un momento dado, dirigiéndome a Ken, les dije: "Voy a presentar la candidatura del Novo Sancti Petri y quiero que me respaldéis."

Se miraron entre ellos, pero ninguno dijo nada. Por mi parte estaba decidido a presionar por todos lados, y en noviembre de 1993 anuncié formalmente la candidatura de Novo Sancti Petri para acoger la Ryder Cup de 1997. Seis meses más tarde, en mayo de 1994, durante la disputa del Volvo PGA Championship se anunció que el campo elegido era el de Valderrama. Pero mucho antes de que esto ocurriera ya nos habíamos dado cuenta de que estábamos perdiendo el tiempo.

A esos niveles todo resulta muy retorcido, porque los intereses que se cruzan forman una maraña difícil de atravesar. El caso es que por esas fechas me ofrecieron una plaza en el Comité de la Ryder Cup con el propósito aparente de darle color español al proceso. Es probable, aunque no lo sé con certeza, que dándome ese cargo Ken Schofield intentara evitar que yo asumiera personalmente la defensa de una candidatura determinada. De todos modos, siendo miembro del Comité recibí varios informes que descartaban la idoneidad de varios campos sin haber entrado siquiera en la discusión y en el análisis de sus méritos o carencias. Ante esta situación, un mes antes opté por dimitir del Comité para defender mi propuesta.

Días más tarde, a principios de mayo, al acabar la segunda vuelta del Benson & Hedges International en St. Mellion, Bernard Gallacher, que entonces era capitán de la Ryder Cup, me pidió que comiera con él. Durante aquella comida le pedí el apoyo, pero él me respondió que el campo que yo patrocinaba no reunía las condiciones, lo cual no era cierto. Por esto, a la semana siguiente hice una nota de prensa que se distribuyó cuando estaba jugando la última vuelta del Abierto de España. En esta nota exponía claramente mis puntos de vista sobre el proceso de elección de campo, incluyendo las proposiciones de Jimmy Patino.

Era la última carta que podía jugar, porque pensaba que si aireaba el asunto alguien podía reaccionar. No me parecía justa la manera en que estaba llevando todo, pues la infraestructura del Novo Sancti Petri era, con diferencia, mucho mejor que la de Valderrama. Así, por ejemplo, mientras aquél tenía dos buenos hoteles, junto al campo, y varios más que se iban a construir inminentemente, éste no tenía ninguno. Por otra parte, Valderrama era y es uno de los clubes privados más restrictivos de toda Europa, mientras que Novo Sancti Petri era un campo abierto al público y, como se sabe, siempre he defendido los campos públicos. En este sentido, si, como se suponía, teníamos el propósito de promover el crecimiento del golf en España, no era bueno empezar organizando la Ryder Cup en un campo tan elitista como el de Valderrama. Con esto no quiero decir que el campo no sea muy bueno y que a Patino no haya que reconocerle su gran aportación al desarrollo del Circuito acogiendo el Volvo Masters desde que se inauguró en 1988. No estoy negando esto, sino poniendo de relieve la falta de coherencia y de sinceridad de algunos dirigentes para llevar a cabo algunas actuaciones. En lo que a mi respecta, me hubiera bastado que me dijeran: "Seve, no te molestes ni pierdas el tiempo porque no hay lugar para candidaturas; ya hemos decidido que la sede sea Valderrama".

Considero que en esta ocasión no fui bien tratado, y mucha gente estará de acuerdo en que las dos razones por las cuales la Ryder Cup iba a celebrarse en España eran por la cantidad de torneos que este país proporcionaba al Circuito europeo y por mi propia contribución a la Ryder Cup. Estos objetivos se cumplieron, pero no sin injusticias en el proceso de selección del campo y sin que algunos sacaran tajada.

El 26 de mayo de 1994 se anunció que la Ryder Cup se jugaría en el campo de Valderrama. Era inevitable.