La depilación

A las madrileñas les está saliendo la barba. Dicen los moralistas que es por culpa de la píldora. Pero hay madrileñas que no toman la píldora y también les está saliendo la barba. O el bigote, o un vello en las piernas como el de Gento. Trato de informarme de este fenómeno y me dicen que a las madrileñas siempre les ha crecido bastante el pelo —les ha crecido y les ha lucido—, pero que antes se lo teñían.

Eso es, antes se lo teñían. Pero resulta que el agua oxigenada hace crecer el vello, de modo que se iba lo uno por lo otro. Todos hemos tenido una novia juvenil con un fino y rubio bigote de teniente. Lo que pasa es que el bigote sólo se veía muy de cerca, y antes estaba más difícil eso de mirarle a una señorita el bigote muy de cerca. Ahora, como los galanes se aproximan más —al contrario que los toreros, que se aproximan menos—, las mujeres tienen que cuidar eso de la barba. Por Sol y Preciados hay salones de depilación muy esmerados. Ofrecen personal especializado y precios asequibles. Por lo que llaman «depilación eléctrica definitiva» de cara y axilas, sesión de unos quince minutos, le cobran a usted cuarenta y cinco pesetas. Por piernas, brazos, etc., 35 pesetas. En Madrid proliferan ahora estos salones de depilación.

La depilación a la cera fría está a 75 pesetas en piernas y brazos, 90 los muslos, 40 las axilas y 25 el labio superior o bozo. Por unas 300 pesetas le dejan a la señora completamente mondadita. Luego están los masajes, el sol artificial y todo eso. Pero la depilación, lo que se dice la depilación, es una cosa barata y al alcance de todo el mundo. En los barrios caros estos precios suben, naturalmente, y los salones son más elegantes. También hay profesionales que hacen ese trabajo a domicilio. Todas las formas de depilación son dolorosas, pero más doloroso es que el marido o el novio le regalen a ella, en el día de su aniversario, una paquete de cuchillas Gillette.

La depilación de las piernas está a 90 pesetas en los salones elegantes, donde se supone que las piernas de las señoras son de mejor calidad. «Depilación piernas enteras, 200 pesetas», leemos. Esto de «piernas enteras» debe ser un delicado eufemismo para evitar la palabra «muslo». Ya un escritor de posguerra había enseñado las treinta maneras de escribir «muslo» sin escribirlo, por si la censura. La censura afina mucho el estilo. En este caso de las piernas y los muslos, no se trata de la censura, sino de un delicado eufemismo del salón de belleza, que es muy fino.

Conozco una madrileña que en cuanto se pasa tres días en cama, con catarro, tiene una barba como su marido. Dice que se levanta a afeitarse para no asustar al médico. La verdad es que, por la píldora o por lo que sea, cada vez va habiendo menos mujeres con los pelos en su sitio. Este invierno les ha dado a las madrileñas por la locura de la depilación. En algo hay que perder el tiempo mientras se devalúa o no se devalúa el dólar. Hay quien sostiene que la madrileña tiene ahora más pelo que antes. Criterios igualmente científicos afirman que con los pelos ocurre otro tanto que con ciertas enfermedades: que antes no se diagnosticaban, y por eso parece ahora que hay más. Antes, el bigote femenino no se diagnosticaba porque la moza se lo disfrazaba con agua oxigenada y otros tintes. Por otra parte, antaño se mantenían las distancias.

Ahora que el agua oxigenada está en desuso y las distancias van siendo acortadas, los bigotes han dado un florecer y la depilación eléctrica o a la cera es el negocio del siglo. Ya tienen los señores rectos argumentos contra la píldora, por si tenían pocos. Pero todavía quedan madrileñas que prefieren morir barbudas a morir aburridas.