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Había apagado el celular durante la diligencia en Asuntos Internos y olvide prenderlo hasta después de la reunión que tuve con Carreño.

La primera llamada que entró en cuanto encendí el teléfono era de Moncayo.

─ ¿Qué pasó? ¿Cómo te fue?

─ Bien te cuento más tarde.

─ La Duquesa es la que te ha estado buscando como desesperada, según ya se preocupo porque no contestas el teléfono, segurito te va a hablar en un rato más, algo me comentó sobre la Morena.

─ ¿Ya apareció?

─ No, Moncayo me dijo algo más, pero la verdad ya no le puse mucha atención porque estaba tratando de ubicar la dirección de la jovencita que había sido víctima de Donoso.

Estaba tan absorto en el caso que olvide por completo que Valeria había regresado de vacaciones, de hecho me acorde justo cuando recibí un mensaje en el celular, era precisamente de ella que me esperaba en el aeropuerto. De sólo pensar que Valeria me esperaba de mal humor en el aeropuerto perdí completamente la concentración y conduje hacía allá.

No podía quitarme de la cabeza el caso de Donoso, pero Valeria contribuyó mucho en cuanto la mire parada en medio de la sala de espera con la cara larga, el celular en la mano y como cuatro maletas regadas en el suelo.

─ ¿Porqué no contestabas el celular?

─ Hola –le dije inmediatamente e intenté plantarle un beso en la boca, pero como estaba toda enmuinada nomás se sacó.

─ Tú nomás necesitas unos días para olvidarte de que tienes novia.

No quise discutir, me puse a buscar a un maletero para que se llevara el equipaje mientras ella como buena dama que es seguía vociferando.

─ Ahora te vas hacer el indignado, llevó una hora aquí esperándote, me hubieras dicho que no podías venir y pido un taxi o le llamó a alguien más para que venga por mí.

Siempre he dicho que lo mejor que puedes hacer cuando una mujer está enojada es guardar silencio o decir frases cortas y sumamente necesarias para evitar que el asunto se haga más grande y así lo hice hasta que llegamos al estacionamiento.

Subimos al auto. Saque un billete de cinco dólares para el maletero y salimos del estacionamiento.

Para entonces Valeria estaba misteriosamente callada, con la furia dibujada en su rostro y mirando a todos lados menos a donde yo estaba.

─ ¿Cómo te fue? –le pregunte sin desviar la vista del camino.

─ Bien –me contestó a secas.

Los siguientes diálogos fueron aún más cortos.

Ella se limitó a pedirme que la llevara a su casa y cuando llegamos me comprometí a visitarla en la noche.

─ Si te acuerdas y quieres, aquí te espero –me aclaró casi dándome un portazo en la cara.

Como mis pensamientos estaban en otra cosa preferí dejar las preocupaciones sentimentales para otro momento, y lo primero que se me ocurrió fue visitar la agencia del ministerio público a donde habían turnado el caso de la muchachita que había sido ultrajada por Donoso.

Para mi fortuna el caso estaba en manos de Sofía, una licenciada vieja amiga mía que por cierto tenía mucho que no visitaba.

─ Hasta que encontré un pretexto para visitarte preciosa.

Sofía sonrió con esa coquetería tan suya, y luego me recriminó que la buscara solamente por motivos de trabajo.

─ Te prometo llevarte a tomar una copa en estos días.

─ ¿Por qué últimamente tanta gente se interesa en este caso?

─ No entiendo.

─ Si apenas la semana pasada vino un chamaco que dijo ser el novio de la víctima y se aventó un buen show aquí porque no le quisimos dar información.

─ ¿Qué quería?

─ Saber quien había violado a la muchacha.

─ No entiendo si es el novio de la víctima debería saberlo…

─ Lo mismo pensé querido, pero él alegó que ella no le quiso decir nada por vergüenza o algo así, imaginó que eso mismo tenía aquí porque tampoco nos dijo nada.

─ ¿Cómo?

─ Bueno el caso lo enviaron de la municipal en vía de denuncia y por eso giré una orden de presentación a la muchacha para que viniera a declarar, pero no sirvió de mucho, porque dijo que no conocía a sus agresores, que la habían emborrachado y drogado en un antro, pero que antes de eso nunca los había visto.

Hizo una pausa antes de preguntarme cual era mi interés en el caso.

─ Es muy complicado de explicar, pero te prometo contarte todo el día que nos tomemos la copa juntos.

─ Tú quieres que Valeria me odie más todavía ¿verdad?

─ Sabes que te quiero preciosa. Anda porque no me regalas una copia del expediente y de pura casualidad no le tomaste los datos al novio.

─ Ahí si que te voy a quedar mal querido. Sólo te puedo decir que el muchachito tenía entre 17 o 20 años máximo, no dijo su nombre ni nada, bien vestido, seguramente hijo de papi porque traía un auto deportivo con placas nacionales, pero no pudimos dialogar mucho con él porque se puso pesado y nos amenazó a todos porque no habíamos querido cooperar con él, que no sabíamos con quien nos topábamos. Tuve que pedirle a uno de los agentes que lo sacaran de aquí. 

Apenas iba saliendo de la oficina de Sofía cuando sonó mi celular.

Enseguida reconocí la voz de la Duquesa, parecía preocupada pero cuando me identifique su tono de voz volvió a la normalidad.

─ Javier Calavera, precioso me tenías preocupada, es que esto de la Morena me trae como loca…

─ ¿Apareció ya?

─ No.

─ Ya aparecerá.

─ La verdad ya ni se, anoche después de que te fuiste entraron un par de fulanos muy sospechosos y hasta hace rato uno de los meseros me dijo que anduvieron haciendo muchas preguntas, de hecho hoy volvieron a aparecer.

─ ¿Qué tienen que ver ellos con la Morena?

─ Preguntaron por ella…

─ Serán sus clientes.

─ Lo que pasa es que primero llegaron buscando a un hombre, a un teniente coronel muy amigo de la Morena que no aparece desde hace días.

─ Ya salió el peine, la morra se fugó con el militar ese, ya no te preocupes tanto a lo mejor ni la volvemos a ver, ya ves que cuando las chicas se casan quieren cambiar de vida.

─ No creo que sea el caso de la Morena.

─ Mujer te preocupas mucho por una bailarina, como si fuera la primera que desaparece sin dejar rastro.

La Duquesa no quedo muy convencida con mi teoría, pero por el momento yo tenía más interés en investigar a fondo el caso de Donoso.

Donde la oscuridad penetra
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