64

 

Nunca antes había estado presente en una reunión de este tipo y hasta llegue a dudar que en realidad existieran.

Había escuchado historias de algunos colegas que trabajaban para algunos mañosos, pero en lo personal nunca me había gustado la idea de pactar con el Diablo.

Digo tampoco me voy a hacer de la boca chiquita, pero de ahí a ser un policía trabajando para la mafia: nunca, o por lo menos eso pensaba.

Sin duda en estos momentos no tenía otra opción, porque veía muy difícil poder recuperar mi placa en un corto tiempo.

Para empezar oficialmente seguía muerto y según entendí en la reunión así debía ser.

─ Tú ya no existes Calavera, así que no te vayas a pasar de listo, porque si te descobijamos quien sabe a donde vayas a parar –me dijo el Coronel frente a don Paulino. Pienso que para darle más sabor al caldo, pero en el fondo tendía razón. Además tenía que convencer a don Paulino que estaba de su lado, mi vida dependía de eso a partir de ya.

La reunión había terminado, pero no mi misión que ahora era ser el enlace entre el narco y el Coronel.

─ Este compa piensa que soy un maldito soplón Coronel – alcance a decirle cuando don Paulino se retiro para preparar los detalles de nuestra liberación.

─ Pues ese es ahora tu problema, tienes que ganarte tu confianza y no se te ocurra esconderte de mi –pinche Coronel. ¿Por qué me daba la impresión que yo me había sacado la rifa del tigre? Y mientras el viejo militar de vuelta a su casa de la playa a gusto.

Tampoco tenía mucho que decir, y por cómo se habían dado las cosas más me valía convencer a todos de su lado y seguir del mío para poder seguir vivo.

Que chingada cosa más complicada.

Habían pactado liberar a la tal Condesa y a nosotros nos esperaba una salida del cuartel de lo más sospechoso.

Como si fuéramos víctimas de secuestradores, nos vendaron los ojos y nos amarraron.

Don Paulino quiso pegar de gritos, pero no le dieron mucha opción.

El Santi y el otro tipo se veían bastante desmejorados.

Si mis instintos no me dejan mentir creo que estuvimos vendados otros cuarenta y cinco minutos, la mitad de ellos recorriendo un camino de terracería y la otra en la ciudad.

Era de noche cuando finalmente nos liberaron en el estacionamiento de un centro comercial cerca de la playa.

Míreles era quien encabezaba el operativo. A mí y a don Paulino nos dio celulares.

─ Su gente sólo está esperando una llamada para venir por usted. Acordamos con ellos un sitio aproximado para la entrega. Así que ahora lo que tienen que hacer es esperar cinco minutos después de nuestra partida para llamarles. No quieran hacerse los listos, vamos a estar por aquí cerca por si algo se ofrece. Uno nunca sabe así que si no reconoce a quiénes vienen por usted, sólo remarque el último número y nos tendrá de vuelta en cinco minutos. Les repito no quieran hacerse los valientes y traten de hacer una trastada.

Míreles se retiró. Don Paulino no tenía las mínimas intenciones de sorprender a nadie, estaba tan cansado como yo y seguramente lo que quería era descansar de tanto ajetreo.

─ ¿Eres tu Condesa? Estamos aquí en el estacionamiento del centro comercial lánzate en chinga no quiero sorpresas.

En cuestión de minutos estábamos rodeados de tres camionetas y hombres armados hasta los dientes.

De una de las camionetas se bajó una mujer obesa vestida con pantalón de mezclilla y camisa de hombre, con gruesas cadenas de oro, cabello largo medio ondulado peinado al ahí se va, tez morena clara, cachetona y de no ser porque le colgaban las tetas hubiera pensado que se trataba de un cabrón y no de una vieja.

Enseguida se acercó a Don Paulino y le dio un fuerte abrazo –patrón ¿está usted bien? –su voz era gruesa y su forma de caminar también eran las de un hombre.

─ Si mi Condesa aquí seguimos.                                                     

─ Pinche Santi te ves de la chingada –le habló casi a gritos con su marcado acento sinaloense la marimacha al Santi y luego le dio un abrazo.

Estaba el ambiente a toda madre cuando don Paulino dejó de saludar a la bola de matones y con la antena del celular me apuntó a la cara.

─ Tú y yo todavía tenemos asuntos pendientes Calavera. Entrégame tu celular.

─ Pero don Paulino…

─ ¡Bueno hijo de la chingada que no oíste al patrón¡ ─me gritó la marimacha y sin que pudiera hacer nada ya tenía una pistola escuadra apuntando justo a mi cara.

─ No hay necesidad de eso Condesa. El señor es de los nuestros o por lo menos eso creo, así que me va a entregar el celular sin hacerla de pedo –Don Paulino agarró el brazo de la marimacha y la obligó a bajar su arma, pero el resto de los gorilas no me quitaban la vista de encima. Tuve que entregar mi celular.

─ ¿El Rito todavía tiene su hotelito? –le preguntó Don Paulino a la famosa Condesa.

─ Si patrón.

─ Bueno pues hospeden ahí a mi amigo… ─se refirió a mí.

─ El ranchito está listo para recibirlo patrón.

─ Entonces vámonos para allá. Y a ti Calavera no se te vaya a ocurrir tratar de desaparecerte. Llévenselo y me lo tratan bien –Le giró instrucciones a un par de cabrones que se encargaron de cumplirlas al pie de la letra –hasta nuevo aviso –me dijo mientras me subían a empujones a una de las camionetas.  

Y ahí estaba yo de nuevo, perdiendo en menos de 10 minutos la libertad que había conseguido.

No cabe duda me saque la rifa del tigre, y del más rayado de todos.

Iba acompañado como de cinco cabrones. Todos armados con rifles de asalto, con sus caras de adictos desquiciados y ninguno de ellos me dirigió la palabra durante la media hora que duró el viaje hasta un hotel que resultó estar sobre la carretera libre a Ensenada. Eso si con vista al mar y toda la cosa.

Con la mayor descortesía me metieron en una habitación de lo más mona y fue entonces cuando uno de los matones me habló.

─ Puede usted pedir lo que quiera a la recepción, la cuenta corre a cargo del patrón –luego cerró la puerta y desapareció.

Pinche Coronel aquí tiene a su pendejo. Y así pensando mil estupideces me la pase los siguientes veinte minutos hasta que me decidí a salir de la habitación.

Por lo menos me habían dejado la llave y en el pasillo no parecía estar nadie vigilándome.

Me pasee por las instalaciones con toda naturalidad. Era un hotel de lujo, con alberca, bar y toda la cosa.

Aunque no tenía planeado irme de ahí, no pude contener mi curiosidad y fui hasta la puerta principal que daba al estacionamiento.

Ahí estaba la camioneta que me había traído hasta el hotel, con por lo menos dos sujetos a bordo, que seguramente tenían las instrucciones de ponerme cola si intentaba salir de las instalaciones, pero no lo hice, además no tenía por el momento a donde ir.

Así que decidí irme al bar a comer una botana y tomarme unos tragos todo a cuenta de Don Paulino y de paso me agarré a una gringuita que me hizo olvidar el episodio con mi escurridiza Morena.

Un tipo que parecía ser el gerente se acercó a mi mesa, donde ya estaba medio borracho y tenía bien aperingada a la gringa. Total si me va a llevar la chingada pues antes me la paso a toda madre.

El bato se presentó como Rito, el Director General del hotel.

─ Usted es invitado del patrón así que no se preocupe por la cuenta –y de verdad no lo hice.

Total que para no hacer el cuento largo termine en mi habitación a las tres de madrugada medio pedo con la gringa bien encuerada. Hasta se me olvido que en la mañana casi me llevaba la chingada.

Pero en cuestión de horas me bajaron de la nube que andaba.

Por fortuna mi invitada salió antes de que los matones entraran a la habitación como Pedro por su casa y me obligaran a vestirme porque el patrón quería verme ahora mismo.

No pude ni tenía intenciones de resistirme. Estaba bien crudo, todo me daba vueltas y además estaba dado, así que ni pa'donde hacerme.

Donde la oscuridad penetra
titlepage.xhtml
part0000_split_000.html
part0000_split_001.html
part0000_split_002.html
part0000_split_003.html
part0000_split_004.html
part0000_split_005.html
part0000_split_006.html
part0000_split_007.html
part0000_split_008.html
part0000_split_009.html
part0000_split_010.html
part0000_split_011.html
part0000_split_012.html
part0000_split_012_split1.html
part0000_split_013.html
part0000_split_014.html
part0000_split_015.html
part0000_split_016.html
part0000_split_016_split1.html
part0000_split_017.html
part0000_split_018.html
part0000_split_019.html
part0000_split_020.html
part0000_split_021.html
part0000_split_022.html
part0000_split_023.html
part0000_split_024.html
part0000_split_025.html
part0000_split_026.html
part0000_split_027.html
part0000_split_028.html
part0000_split_029.html
part0000_split_030.html
part0000_split_031.html
part0000_split_032.html
part0000_split_033.html
part0000_split_034.html
part0000_split_035.html
part0000_split_036.html
part0000_split_037.html
part0000_split_037_split1.html
part0000_split_038.html
part0000_split_039.html
part0000_split_040.html
part0000_split_041.html
part0000_split_042.html
part0000_split_043.html
part0000_split_044.html
part0000_split_045.html
part0000_split_046.html
part0000_split_047.html
part0000_split_048.html
part0000_split_049.html
part0000_split_050.html
part0000_split_051.html
part0000_split_052.html
part0000_split_053.html
part0000_split_054.html
part0000_split_055.html
part0000_split_056.html
part0000_split_057.html
part0000_split_058.html
part0000_split_059.html
part0000_split_060.html
part0000_split_061.html
part0000_split_062.html
part0000_split_063.html
part0000_split_064.html
part0000_split_065.html
part0000_split_066.html
part0000_split_067.html
part0000_split_068.html
part0000_split_069.html
part0000_split_070.html
part0000_split_071.html
part0000_split_072.html
part0000_split_073.html
part0000_split_074.html
part0000_split_075.html
part0000_split_076.html
part0000_split_077.html
part0000_split_078.html
part0000_split_079.html
part0000_split_080.html
part0000_split_081.html
part0000_split_082.html
part0000_split_083.html
part0000_split_084.html
part0000_split_085.html
part0000_split_086.html
part0000_split_087.html
part0000_split_088.html
part0000_split_089.html
part0000_split_090.html
part0000_split_091.html
part0000_split_092.html
part0000_split_093.html
part0000_split_094.html
part0000_split_095.html
part0000_split_096.html
part0000_split_097.html
part0000_split_098.html
part0000_split_099.html
part0000_split_100.html
part0000_split_101.html
part0000_split_102.html
part0000_split_103.html
part0000_split_104.html
part0000_split_105.html