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Todavía me estaba ahogando con la cobija mojada porque los hijos de la chingada ni siquiera intentaron quitármela después de la golpiza.
Fue Crescencio quien me despego la cobija mojada y llamó a un custodio. Luego de eso entré en un sueño profundo.
Otro tan fumado y real como el del lobo blanco.
Estaba tendido en alguna de las chozas del Nagual, como en medio de uno de esos temascales con vapores por todos lados y hierbas pegadas al cuerpo.
Apenas y podía abrir los ojos, pero podía sentir como el Nagual me iba recorriendo con las manos a centímetros del cuerpo.
Cuando colocó dos dedos en medio de mis ojos sentí un toque eléctrico, como si alguien de pronto hubiera apretado el botón de encendido de un control remoto y abrí los ojos. Estaba en una de las camillas de la enfermería, me dolía todo el cuerpo y en especial la nariz. Me la habían fracturado los desgraciados.
Por fortuna fue lo único que tenía más afectado. El doctor me comentó que no había sido necesario trasladarme a un hospital. Hasta eso los ojetes no me golpearon mucho en la cabeza, aunque si me pusieron una buena vapuleada y sentía todo el cuerpo molido.
Me costaba trabajo respirar y tenía moretones por todo el cuerpo y con excepción del yeso en la nariz todo lo demás estaba bien.
Horas más tarde Cervantes llegó a la enfermería acompañado de un custodio.
─ El doctor me dijo que ya podías hablar.
─ A pesar de que me rompieron todo el hocico si puedo hablar.
─ Por lo menos no pierdes el sentido del humor.
─ Lo que no quiero perder es la paciencia.
─ Bueno ¿y tienes una idea de quien pudo hacerte esto?
─ Veo que tu también tienes un sentido del humor a toda madre ¿Cómo chingados quieres que sepa quien me hizo esto? Llevo menos de una semana aquí y sólo he cruzado un par de palabras con mi compañero de celda, pero eso si ya me madrearon en el patio y me remataron en el pasillo nomás para que le baje de huevos. Si tan sólo supiera quien me mando el mensaje te aseguró que no me metería en problemas.
─ Bueno ya, no te pongas así, este asunto ha hecho mucho ruido y no quiero problemas.
─ Te digo que tienes un sentido del humor a todo dar. A mi casi me matan y tu no tienes problemas. ¡Que a toda madre¡
Ya no supo que responder el cabrón.
─ No pudiste ver nada.
─ Con excepción de que me sentí como una mosca atrapada en una telaraña, que no era otra cosa que una cobija mojada, que casi me asfixia porque me tapaba la cara; no, no pude ver nada más.
─ Crescencio tu compañero de celda miró algunos reos corriendo después de que escuchó el alboroto. Ya nos dio algunos nombres, los estamos interrogando y los vamos a segregar.
─ Que alivio borrare algunos nombres de la lista de asesinos que me quieren dar piso.
─ Si recuerdas algo más, lo que sea, házmelo saber. Supe también que tuviste un pleito poco antes de que todo esto sucediera, me ayudaría mucho que identificaras a quien te provocó.
Ahora fui yo quien guardó silencio.
No quise mencionar a Crescencio porque me latía que no había tenido nada que ver, aunque bien podía estar equivocado.
Esa tarde me dieron de alta y el dolor me desapareció como por arte de magia cuando el Kelo me aviso que una dama me esperaba en el área de visitantes.
Era mi Valeria, su perfume me llenó de energía y la abrace como si tuviera años sin verla.
─ ¿Qué te paso?
─ Nada mi amor me caí en el baño.
Seguramente no me creyó. Llevaba más de día y medio convaleciente, así que además del parche en mi nariz había perdido un par de kilos y me veía muy desmejorado.
Le limpie una lágrima que le salió.
─ No pasa nada preciosa, hace falta más que esto para derrotar a Javier Calavera; tú no te preocupes.
Valeria jaló aire para evitar soltar el llanto. Luego sonrió.
─ Moncayo quería venir a verte, pero le pedí que me dejara darte la buena noticia en persona.
─ ¿Qué noticia?
─ Parece que los muchachos pudieron dar con el hombre que heriste, uno de los gatilleros.
Le apreté la mano con la poca fuerza que me quedaba y le plante el beso en la boca más apasionado en mucho tiempo.
─ ¿Cómo está eso mujer? Explícame bien.
─ Es un hombre que está en terapia intensiva en un hospital público desde el día del homicidio. Llegó herido de bala, alguien lo dejó en la puerta desangrándose y perdió el conocimiento cuando lo subieron en la camilla para meterlo en la clínica. Reportaron el hecho a la policía municipal e incluso un oficial quiso recoger la bala que le sacaron del pecho, pero por fortuna el médico se negó a entregarla y ahora esta en poder de los muchachos que la mandaron personalmente a periciales para verificar si salió de tu arma.
─ ¿Han hablado con él? ¿Lo identificaron ya?
─ No. Parece que está inconsciente y muy delicado de salud desde entonces y no tiene identificaciones.
─ A ver si no se pela y me lo cargan también al canijo.
─ Los muchachos dicen que con la sangre que encontraron en el auto agresor y su sangre pueden establecer que formaba parte del comando y recibió el balazo cuando trataste de defender al periodista.
La mire a los ojos intentando encontrar una esperanza. No pude hacerlo.
─ En la oficina nadie cree que eres culpable y todos estamos haciendo lo que podemos por probarlo.
─ Con que me creas tú es más que suficiente cariño.
─ Ten fe, los muchachos son los mejores.
Tenía ganas de abrazarla y lo hice. Me empape de su perfume y me agasaje con su cuerpo hasta donde pude y ya embriagado le propuse que el fin de semana me hiciera una visita conyugal.
─ Me voy a encargar de todo para que así sea, ese será mi mejor aliciente para seguir adelante.
─ Ya sabes que si mi amor.
La visita duro un par de horas y al final Valeria me ofreció dinero. Nunca me sentí cómodo recibiendo dinero de una mujer y aunque traté de rechazarlo termine aceptándolo sin mucho hacerme del rogar y me trague la vergüenza con una soda una vez que la despedí en la puerta.
─ Miren quien anda por aquí, es el cerdo que tiene el mismo detallito que yo –era la voz del cholo tatuado del otro día y también lucía una vendaje en la nariz producto del madrazo que le había acomodado ese día.
─ No fastidies por favor –de nuevo estaba acompañado con su achichincle.
─ Bonita princesa esa que tienes. Que suertudote me resultaste y vieras que me grabé bien su rostro.
─ ¡Mira hijo de la chingada si me enteró que alguien le toca un pelo me vas a conocer¡
─ No si ya te conozco. Eres el culero que me puso una madriza para que confesara unos asaltos a mano armada a varias tiendas de abarrotes. Entonces te veías muy valiente cuando me tenías esposado, pero te hubieras visto gimiendo como un cerdo encebado con la cobija mojada encima…
Me colmó la paciencia y de nuevo me abalancé contra él. Esta vez el factor sorpresa me lo lleve yo, porque el maldito cholo sacó una punta y me la puso a la altura del cuello antes de que pudiera moverme.
─ Eso fue nada más para que supieras que puedo llegar hasta ti y cortarte la garganta a la hora que se me de la gana…
Un golpe secó y directo a la mano con la que sostenía el filero detuvo el discurso del cholo. El bastón del Santi lo había desarmado.
─ Así que te quieres pasar de pistola pinche Jason –el Santi dio dos pasos adelante y de la pata del bastón salió un filero que alcanzó a rasgar el chachete del cholo.
─ Ya estuvo mi Santi. No quiero problemas con usted, el rollo es con este pinche cerdo déjeme darle un topón.
─ Si tienes un problema con él lo tienes también conmigo, así que mídele el agua a los camotes y ábrete antes de que me encabrone.
El Cholo se limpió la sangre y me clavó la mirada después de apuntarme con el dedo índice. Se dio la media vuelta y pronto se perdió entre los demás presos.
─ Pinche Santi me cae que te estas convirtiendo en el ángel de mi guarda.
─ No se por cuanto tiempo, porque el Jason no va a descansar hasta ponerte en tu madre.
─ Usted no se preocupe mi Santi, le aseguró que a ese cholo no le van a quedar ganas de volver a molestarme, nomás consígueme un garrote de la mitad del tamaño de mi antebrazo y yo me encargo de lo demás.
─ Eso es precisamente lo que me preocupa Calavera, que termines convirtiéndote en la fiera más salvaje del zoológico.