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Faltaban 30 minutos para las siete de la noche y ya había recibido un curso intensivo de brujería por Yhajaira y Evodio.

─ Eres todo un guerrero azteca, bien lo dice el Nagual –me dijo Yhajaira cuando miró el maquillaje que yo mismo me improvise en ese momento, con un tono anaranjado, motas color negro y unas rayas a lo largo de los cachetes para acentuar los rasgos de mi rostro.

Era como un viaje a mi adolescencia cuando me escapaba al Zócalo de la ciudad de México, al Templo Mayor para ir a ver a los danzantes y hacerme una limpia con los chamanes de ahí. Pinches sueños que tiene uno cuando chamaco. Muchas veces me imagine danzando o haciendo limpias, pero con el tiempo esa idea la fui considerando bastante estúpida. La deseché por completo muchos años después cuando llegue a esta frontera y luego cuando me hice policía.

Quien me viera ahora haciéndole al chaman en una tienda de hierbas y amuletos a miles de kilómetros de mi querido Templo Mayor.

─ Con razón Nana Tencha quiere conocerte.

─ ¿Naná que? –Yhajaira ocultó la respuesta detrás de una sonrisa, dejo un mazo de cartas aztecas sobre la mesa, se dio la media vuelta y salió del consultorio.  

La curiosidad pudo más que la prudencia y tome el mazo de cartas en cuyo reverso estaba la inscripción de “Tarot Azteca” acompañado de un pequeño instructivo, cuya información devoré en menos de 10 minutos.

Sin pensar en el tiempo que me quedaba antes de que llegara mi cliente especial me puse a practicar. Bonita chingadera. Ahí estaba echando las cartas. Me esforcé para evitar una especie de vergüenza que me daba toda esta situación y le pedí al mazo de arcanos aztecas para que me ayudaran.

Xipetotec, el Dios desollador fue el primero que me apareció para indicarme que mi determinación debía ser cruel y despiadada le siguieron Huitzilopochtli el Dios de la guerra y Tezcatlipoca, el señor de las tinieblas, el encargado de castigar a los impuros, maleantes y ladrones. El mensaje era claro. No podía retroceder ahora.

Me estremecí con la vibración que envolvió el lugar.

─ ¿Llegó a tiempo hechicero? Me dijeron que me estabas esperando –estaba tan concentrado que ni siquiera sentí llegar al gordo Colorado.

Traspasó la puerta del consultorio con pasos temerosos y una vez dentro se quitó la capucha de la chamarra que traía puesta para cubrir su rostro, seguramente con el frío de pretexto.

─ Pasa siéntate amigo policía, precisamente le estaba preguntando por ti a los Arcanos Aztecas.

El gordo sonrió nerviosamente. La luz tenue, la lúgubre atmosfera del consultorio y mi maquillaje no le permitieron al cerdo reconocerme o sospechar en lo más mínimo.

─ Bueno amigo, aquí está lo primero que vamos a hacer, este hechizo es muy fuerte, pero los dioses Aztecas nos van a ayudar –al centro de la mesita donde ardía una veladora roja y había un vaso de cristal con agua, puse el mazo de cartas boca abajo –vas a partir en tres el tarot y cuando lo estés haciendo en voz alta vas a repetir tres veces: “yo Rogelio Colorado solicitó a los Maestros del Cosmos justicia divina para mis enemigos”…

El gordo que estaba ataviado con ropa deportiva y miraba para todos lados tomó el mazo y aunque al principio se le quebró la voz pudo repetir el decreto que sin saberlo lo sentenciaba a esa misma justicia divina.

Tomé las cartas y ellas mismas hablaron por medio de Xochitonal, el Dios justiciero de lo sobrenatural, seguido de Éhecatl, el Dios del Viento, de los cambios y el encargado de limpiar la tierra de los desperdicios, de Tlazolteotl, la comedora de inmundicia, la Coyolxauqui, la princesa mil veces traicionada y descuartizada, Mictecacihuatl, la Señora de los infiernos y la muerta, todo esto con el sello de mi carta el Guerrero Jaguar.

─ Está hecho amigo, es voluntad de los Dioses que se haga justicia y se limpie la inmundicia que pretende devorarte –y le señale a la comedora de inmundicia –y que será escupida a los mismísimos infiernos.

El cerdo sólo tragaba saliva.

Me levanté para servir agua en un vaso que estaba en la cómoda a mis espaldas. Madame Yhajaira me había preparado una esencia de flores justicieras con el rayo violeta del cambio y la transmutación, así que eché unas gotas en el vaso de agua frente al Capi Colorado y le dije que debía beberlo.

─ ¿Qué es eso?

─ Son esencias de flores para limpiar tu interior y sacar todas las malas energías que han lanzado sobre ti tus enemigos. Bébelo de un solo trago.

En el ahumador que tenía a la mano puse un poco del polvo de incienso que preparé junto con Evodio para esta ocasión y el olor dulzón del humo, pronto invadió toda la habitación.

─ Levántate policía extiende tus brazos y cierra los ojos.

Esta fue la parte donde de verdad me lucí. Estaba tan metido en el papel de médico brujo que con el humo y un racimo de yerbas que me preparó Yhajaira, me puse a hacer una limpia tal como lo hacen en el Templo Mayor dando golpecitos en distintas partes del obeso cuerpo de Colorado, pero además balbucee cosas que se me vinieran a la mente, fingiendo hablar alguna lengua indígena extinta y por último pase un huevo por mi cliente que temblaba como una gallina.

─ ¡Abre los ojos¡

─ ¿Estás seguro que esto me va a ayudar hechicero?

Sin contestarle una sola palabra rompí el huevo frente a él, que para mi propio asombro estaba casi cocido.

Sujeté por un instante el colmillo de jaguar de obsidiana que me había regalado el Nagual tiempo atrás como esperando protección de ese pequeño instrumento. Tome la bolsa de papel café que habíamos preparado Evodio, Yhajaira y yo con yerbas para que el marrano se bañara y se la dí.

─ Escúchame bien policía: siete días seguidos vas a hervir un puño de estas yerbas en tres litros de agua y te vas a bañar con ella en una tina, para que guardes el agua usada y la tires en la entrada de la puerta de tu casa volviendo a pedir a los Maestros del Cosmos que la justicia divina llegue a quien tenga que llegar ¿Entendiste?

El marrano asintió con la cabeza.

─ Este es el amuleto que debes llevar siempre contigo –le entregue por último una bolsita de tela roja –no olvides eso. Ahora pon sobre la mesa el dinero que te pedí y retírate.

Se apuró a poner el fajo de billetes en la mesa.

─ Tienes mi número puedes llamarme cuando quieras –le dije y apenas y me escuchó porque tenía mucha prisa por salir del consultorio, que seguramente lo tenía aterrado, de alguna manera lo podía sentir a flor de piel.

Afuera debían estarlo esperando el Pato y gente de confianza del Santi para levantarlo. Yo estaba verdaderamente exhausto, no se que clase de cosas había hecho esa noche, pero tuve que desplomarme en un sofá ahí mismo en el consultorio.

─ Las primeras veces siempre es así, ya te acostumbraras –me dijo Yhajaira que había entrado para reconfortarme.

En ese instante Evodio entró como un cometa desesperado y nervioso.

─ ¡Acaban de secuestrar a tu cliente aquí afuera¡ ─le costó trabajo seguir explicando que varios sujetos encapuchados y con rifles de asalto golpearon al Capi Colorado para someterlo y se lo llevaron de ahí en cuestión de segundos.

─ Todo está bien Evodio, la justicia divina de los arcanos aztecas llega de formas muy inesperadas.

Y vaya que el destino tiene sorpresas para todos.

Yhajaira salió del consultorio no sin antes decirme que descansara unos minutos, porque el trabajo realizado había sido muy intenso y debía recuperar energías. Antes de salir encendió una grabadora con música para meditar y prendió un incienso. Entonces cerré los ojos por un momento y los abrí intempestivamente cuando escuché un barullo detrás de la puerta.

─ ¡¿Dónde está el brujo?¡ ─gritaba una voz que me sonaba familiar.

─ Ya le dije señor oficial que aquí sólo estamos mi asistente y yo –contestó Yhajaira con firmeza.

La puerta tenía una rendija para espiar desde el interior. Seguro un truco para saber quien esperaba en la entrada del negocio. Pude ver al Alacrán furioso acompañado de otros dos policías que revisaban toda la tienda.

─ ¿Qué hay en esa puerta de allá atrás? –el Alacrán había descubierto la entrada del consultorio. Lo primero que vino a mi mente fue tomar una espada samurai que colgaba de la pared y me escondí detrás de unas cortinas negras, desde donde escuchaba los pasos de todos acercándose.

─ Es la sala donde hago invocaciones especiales, ahora mismo están en marcha los preparativos para conectar con la Santa Señora de la Muerte, está vacía porque así debe estarlo antes de iniciar el rito –explicó con audacia Yhajaira –yo no le recomendaría señor oficial que profane ese espacio, si lo hace es bajo su propio riesgo –entonces se abrió la puerta y todo quedó en silencio por unos segundos.                       

Donde la oscuridad penetra
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