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Ahí estaba yo en medio del levantón de dos policías municipales y uno de ellos se nos estaba desangrando.

─ ¡Está perdiendo mucha sangre patrón¡

No puedo explicar la sensación que tenía en esos momentos. Una adrenalina muy diferente. Miraba para todos lados y no soltaba la pistola que me había dado el Tito que venía en el asiento del copiloto.

La patrulla de los policías quedó abandonada. Había un par de parroquianos que llegaron justo antes de que todo empezara, pero afortunadamente lo primero que se me ocurrió al verlos entrar fue gritarles que se tiraran al suelo y traté de cubrirlos. Me salió la mente policíaca y creo que salieron ilesos.

Todo me daba vueltas. Rosendo seguía suplicando y uno de los policías le vomitaba puras mentadas de madre.

El Tito traía una frecuencia y parecía comunicarse en clave para que el resto de los municipales no se acercaran a la zona.

Íbamos a toda velocidad y a mi me daba todo vueltas.

─ ¡Aliviánese patrón no pasa nada¡ –me dijo uno de los sicarios que estaba dándole de cachazos a los policías que traíamos sometidos en el suelo.

─ ¡Ya vamos por ustedes y se los va a cargar la chingada¡ –el grito por la frecuencia de radio de la policía que traía en sus manos el Tito, hizo que todos enmudeciéramos por un momento. Sabíamos que no se trataba de policías y le daba en la madre a todos los planes que teníamos.

─ ¡Les dije que trabajamos para M1, déjenos ir y me cae que yo les paro la bronca…¡ ─dijo el policía que se encontraba más entero mientras la mayoría no digeríamos la primera amenaza.

─ ¡Yo no trabajo con M1¡ ¡Díselos Calavera, diles que yo estoy de su lado¡ ─gritaba Rosendo tratando de zafarse de la bronca que traía encima.

─ ¡Pinche Rosendo volteado¡ ¡No te hagas pendejo¡

─ Bueno cabrones ya estuvo y para que se lo sepan aquí somos pura gente del C3, así que ya se los cargó la chingada –el Tito le ordenó en ese momento al chofer tomar una desviación y las dos camionetas que nos venían siguiendo hicieron lo mismo.

Los policías quedaron helados. Pinches cuicos, no sabían ni por donde les había caído la voladora y por quererse zafar se clavaron más.

─ ¡Suelten a la gente cabrones, ya sabemos por donde andan y vamos a ir por todos ustedes¡ ─la voz amenazante de la frecuencia de radio se volvió a escuchar.

─ ¡Me cae que se va a hacer un desmadre y nos va a llevar la chingada a todos¡ ─insistió el policía con la boca casi pegada al suelo.

─ ¡Callen a ese hijo de la chingada no me deja pensar¡ ─gritó el Tito y de volada no faltaron chingadazos para los tres. Uno no podía ni hablar ni moverse, Rosendo no dejaba de suplicar y el otro había enmudecido.

A mi me seguía dando vueltas la cabeza y estaba perdiendo el sentido de la realidad.

─ Eres un pinche traidor de mierda Rosendo…

Pero Rosendo no contestaba. No estaba en muy buena posición para hacerlo.

─ No te preocupes por nada ahora Mictecacihuatl, la señora de Mictlán está contigo –era la voz del Nagual. Pinche Nagual, con eso de sus famosos conjuros ya me dejo un chip integrado. Ahora resulta que estoy oyendo voces en medio de una persecución. Micte no sé que… ¿Quién chingados es esa señora?

─ Ponte trucha Calavera, porque estos canijos ya vienen tras nosotros, pero se la van a pelar, nomás abre bien los ojos –esa era la voz del Tito. Todos estábamos nerviosos.

Bonita forma de ponerme nervioso. Oír brujerías.

─ Los caminos oscuros también se tienen que transitar y por eso ahora ella te protege, te cubre con su manto de oscuridad. Nadie mejor que ella para sacarte de este problema –de nuevo el Nagual.

De pronto me dejo de dar vueltas la cabeza y todo se veía más claro, habíamos llegado a una casa de seguridad. Nos abrieron el portón eléctrico y las tres camionetas se metieron en chinga.

Ahora me tenía que mover en la oscuridad. Pinche Nagual, pues que sus Dioses me ayuden porque si no la que me va a cargar es la chingada.

Comenzaron a bajar a los policías. El que estaba herido ya no podía ni con su alma, el Tito se acercó y con una frialdad le pegó tres tiros en la cabeza frente a los otros dos.

─ Este ya no nos servía para nada –luego le puso el cañón de su pistola al otro policía en el cachete que soltó un gritó en cuanto sintió la quemada –y más vale que tu nos digas lo que queremos saber o le vas a hacer compañía a tu amigo.

─ ¿A mi ya me pueden quitar las esposas?

─ ¿Cómo ves con este cabrón Calavera? Quiere que le quitemos las esposas.

─ Pues quítaselas.

─ Tienes razón, ¡Hey Vito! quítale las esposas a este compa, ya se puede ir.

En la cara de Rosendo se dibujo una sonrisota.

─ Ahí nos estamos comunicando entonces.

─ Si, si ya lárgate antes de que me arrepienta –en cuanto Rosendo nos dio la espalda tronó el primer disparo. El Tito sólo necesito hacerle un gesto al mentado Vito y éste se encargó de vaciarle la carga de la metralla al Comandante del “Veci”.

─ A ver Vito, mira a este cabrón lo metes en el Crown Victoria ese que me trajo la gente del Bebo, el patrón quiere que lo encajuelen y le pongan una cartulina para que sepan que así va a quedar todo el que este jalando con el M1, y allá en su zona van y dejan el carro –se refirió al policía –y a este otro mugroso llévenlo a la pozolería, al rato lo vamos a pozolear junto con su otro compadre.

El compadre se quedaba mirando todo sin decir una sola palabra. Tenía huevos el bato o por lo menos eso parecía.

─ Así que tu trabajas para el M1, ahorita nos vas a contar todo no te preocupes.

Seguí al Tito hasta una recamara hasta atrás de la casa, que estaba toda recubierta, algunas partes con carteras de huevo pegadas a la pared y otras con espuma de esas que se usan en las cabinas de radio.

Por eso nadie afuera había podido escuchar los disparos.

En la recamara tenían varias sillas viejas y al fondo había una especie de baño, hasta allá llevamos al policía y enganchamos las esposas que traía puestas en un gancho que estaba pegado al techo, así que quedó colgando con los brazos extendidos.

─ Si lo que quieren es billete, déjenme hacer una llamada y listo…

─ Bueno tu no has entendido verdad hijo de la chingada –hasta ese momento tanto el Tito como yo vimos la plaquita donde estaba su nombre.

─ Así que te llamas Manuel Zamora, mira, mira a quien tenemos aquí. A ti te dicen el Meño Zamora ¿Verdad? –le preguntó el Tito.

─ Si ya sabes como me dicen vas a saber en el broncón en el que estas metido teniéndome aquí.

─ No si el que está metido en un broncón eres tú mi compa ¿O ya no te acuerdas cuando estabas en la federal junto con el mugroso del Capi Colorado? –le volvió a preguntar el Tito.

─ Así que sabes todo mi corrido.

─ Pero claro que se todo tu corrido ¿pero sabes que es lo mejor de todo? Que mi patrón también se lo sabe al chingadazo y le va a dar un gusto venir a saludarte en persona.

─ ¿Y quien chingados es tu patrón?

─ Nada menos que el Primer Comandante, el C3, Don Paulino Zataraín ¿Lo recuerdas? Ese al que tú y el gordo encanaron hace algunos años, y ahorita mismo le voy a decir que aquí le tengo una sorpresita. 

Donde la oscuridad penetra
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