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─ ¡Calavera pareja ¿Eres tu?¡ ─Moncayo reconoció de inmediato mi número.

─ ¿Quién mas iba a ser paredón? Pero me imagino que estas en privado que nadie te está oyendo.

─ ¡Chingada madre Calavera¡ ¡Eres un verdadero hijo de la chingada¡ Creí que habías muerto con Batista y bueno no se me olvida que aún me debes una explicación por lo de Mata. Te perdono porque de verdad no tienes madre. ¡Qué pinche gusto que estés vivo me cae de madre que si¡  

No quise seguir hablando por teléfono con Moncayo. Ahora para mí las cosas eran más seguras en persona.

Cité a Moncayo en un viejo parque en el centro de la ciudad en hora y media, así que apenas tuve tiempo para darme un buen baño.

─ Creo que vas a necesitar el auto hermano –El Nagual me interceptó cuando iba saliendo para darme las llaves del viejo carro que creía perdido.

─ ¿Cómo lo recuperaste?

─ Nada que es mío por derecho de conciencia, se me puede perder o me puede ser robado es una ley divina y a ella me apego. Recuérdalo bien hermano –me respondió con una sonrisota en la cara.

Por suerte había tenido cuidado en que no ubicaran mucho ese carro, así que podía sentirme seguro al circular en él.

En el parque estaba una exposición de artesanías típicas de Oaxaca y gracias a mi fachada de entre sanador y artesano indígena no me fue difícil mezclarme entre la gente sin levantar sospechas.

Me senté en una de las bancas y minutos más tarde llegó Moncayo.

Un fuerte abrazo fue el sello de nuestro reencuentro. Puedo asegurar que el gusto de volver a vernos fue mutuo.

─ ¡Pinche Calavera sigues vivo y cada día te pareces más a ese mendigo médico brujo amigo tuyo¡ pero todavía no te perdono lo que me hiciste cuando detuvimos a Mata. El Comandante Alatriste me mienta la madre por eso cada que se acuerda.

─ Es complicado dar una explicación. Creo que yo mismo no entiendo lo que ha estado sucediendo en estas últimas semanas. 

─ Eso si, las cosas están muy calientes. Más de lo normal.

─ Con la detención de Mata las cosas se complicaron mucho. Es como si la pinche maña tuviera micrófonos por todos lados. A lo mejor hasta nos están oyendo en este momento –me escuché como un pinche loco, después voltee para todos lados y Moncayo sólo se me quedó mirando.

─ Tanta bala ya te tumbó un tornillo parejón.

─ No sólo las balas mi estimado. No se si se pueda decir que he estado trabajando de infiltrado. Trabajando no. Pero últimamente soy como la pinche humedad, que en todos lados se mete y al final sólo se llena de moho y hongos, embarrado en la pared sin otro objetivo que estar ahí como una mancha.

─ Si sigues hablando así vas a tener que ir a ver a un loquero.

─ Es que no puedo explicarlo de otro modo pareja. Desde que estos hijos de la chingada me tendieron un cuatro mi vida ha cambiado. Parezco una rata cambiando de coladera cada cinco minutos porque ya llegaron los fumigadores a poner sus trampas y aventar veneno por donde quiera con el único fin de exterminarme. Con decirte que no eres el único que sabe que estoy vivo.

─ ¿Cómo?

─ Como tú lo dijiste. Participé en el operativo para detener a Batista y me tocó la pinche emboscada. Estoy vivo de milagro. Pero desde entonces hasta hoy en la mañana estaba convaleciente en un hospital privado. Se suponía que nadie lo sabía y hoy mismo llegó un comando armado a buscarme.

─ ¿Y cómo llegaste a ese hospital? Digo al lugar de los hechos llegaron peritos, el ministerio público y toda la cosa. Yo intuí que estabas ahí porque sabía que andabas tras Batista. Dijeron que había varios cuerpos sin reconocer y di por hecho que eras uno de ellos. Por eso no me explico como escapaste de ahí. Alguien tuvo que ayudarte.

─ Así es.

─ Ellos te pusieron. No hay vuelta de hoja.

─ La verdad lo dudo, porque ellos mismos me sacaron de ahí esta mañana.

─ Bueno supongo que la gente que te envió por Batista también te busca.

─ Quizás.

─ Sea como sea las cosas están color de hormiga.  

─ Si me entere porque me pusieron al tanto cuando finalmente desperté, varios días después del atentado. Supe que hubo una verdadera masacre horas más tarde de lo que me sucedió.

─ Y que masacre. Fue una madrugada muy violenta y desde entonces no ha habido tregua. No creas ahí en la corporación hay mucha desconfianza. Todo mundo se cuida hasta de su propia sombra.

─ Por eso mismo no entregaron a Mata ese día.

─ ¿Entregaron? ¿Quiénes?

─ El grupo de inteligencia militar del que te había hablado. Creyeron que era mucho mejor tener al detenido ellos y creo que hablaron hasta con el Procurador y ya vez creo que tenían razón.

─ Te diré que esto parece una zona de guerra y peor se va a poner porque esta mañana encontraron el cuerpo de un tipo que al parecer trabajaba para la DEA.

─ ¿La DEA?

─ Si los güeros. Los gabachos andan metiendo sus narices desde el día de la masacre. Las cosas están muy raras hay gente desconocida haciendo operativos por todos lados, hoy por lo menos han reventado como cinco casas y tienen detenidos, pero todo lo han manejado muy hermético. Los medios y han reportado uno que otro incidente. No si de plano no saben nada o no quieren hacerlo público.

─ ¿Estas seguro de lo que me dices?

─ Seguro al cien por ciento no. Es difícil. Son rumores, pero muy fuertes. Ya sabes lo que dicen, cuando el río suena es que agua lleva. Además los hemos visto metiendo sus narices por todos lados, en la Procuraduría, en las investigaciones de los últimos casos y siempre acompañados de militares o federales, ve tú a saber quienes son.

─ ¿Y dices que están haciendo cateos?

─ Si. ¿Y sabes cual es el último rumor? Que uno de los detenidos es Lucas Malacón.

─ ¿Cuando fue eso?

─ Según esto hace unas horas.

─ Si es así en estos días lo van a presentar en la ciudad de México los federales, ya sabes como se las gastan.

─ Probablemente.

─ ¿Y Valeria? ¿Cómo está?

─ Casi se me olvidaba. Triste todavía. Salió del hospital poco antes de que desaparecieras por última vez. Andaba con la idea loca de que estabas vivo, que te había soñado, que tú la sanaste y ahora que te veo con esa facha no dudo ni tantito que te hayas convertido en brujo. Ahorita anda incapacitada porque le agarran sus depresiones y se pone muy mal. No se que le hiciste pareja pero anda bien clavada contigo…

─ ¿Tu le dijiste algo?

─ Se lo insinúe, pero después vino lo del atentado y preferí no hablar mas del tema con ella.

─ Creo que voy a irme por un tiempo de aquí pareja. Es lo mejor. No quise hacerlo sin antes despedirme. 

─ Nada más no te me vayas a morir otra vez pareja –a lo mejor se puede pensar que son mariconadas, pero la voz se le quebró a Moncayo con esta última frase y yo mejor ni quise abrir la boca, porque sentía un nudo en la garganta y no quería soltarme llorando como niñita.

─ Si puedes despídete de la flaca, creo que sabrá conservar tu secreto. 

Donde la oscuridad penetra
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