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Joona habla con el médico de Reidar y regresa a la habitación de Mikael, cuelga la americana detrás de la puerta, acerca la única silla que hay y se sienta.
Si es cierto que Felicia también sigue viva, de repente sí que hay prisa. Quizá incluso haya más víctimas. Tiene que conseguir que Mikael comparta sus recuerdos con él.
Mikael se despierta al cabo de una hora. Abre los ojos muy despacio y los entorna por la luz. Mientras Joona le repite que su padre no corre ningún peligro, el chico vuelve a cerrarlos.
—Tengo que hacerte una primera pregunta —dice Joona serio.
—Mi hermana —susurra él.
Joona deja el teléfono sobre la mesilla del paciente y activa la grabadora.
—Mikael, necesito preguntártelo… ¿Sabes quién os mantenía cautivos?
—No era así…
—¿El qué?
La respiración del chico se empieza a acelerar.
—Sólo quería que durmiéramos, eso era todo, teníamos que dormir…
—¿Quién?
—El hombre de arena —susurra Mikael.
—¿Qué has dicho?
—Nada, no puedo más…
Joona mira el móvil para comprobar que la grabación continúa.
—Me ha parecido que has dicho «el hombre de arena» —insiste—. ¿Te refieres al que es como John Blund y hace que los niños se queden dormidos?
Mikael se cruza con su mirada.
—Existe de verdad —susurra—. Huele a arena, vende barómetros durante el día.
—¿Qué aspecto tiene?
—Siempre está oscuro cuando viene…
—Tienes que haber visto algo, ¿no?
Mikael niega con la cabeza y llora en silencio, las lágrimas se deslizan desde sus sienes hasta la almohada.
—¿El hombre de arena tiene algún otro nombre? —pregunta Joona.
—No lo sé, nunca dice nada, nunca habló con nosotros.
—¿Puedes describirlo?
—Sólo lo he oído en la oscuridad… Tiene las puntas de los dedos de porcelana y tintinean cuando coge arena de la bolsa… y…
La boca de Mikael se mueve sin pronunciar nada.
—No te oigo —dice Joona en voz baja.
—Tira la arena a la cara de los niños… y, un instante después, se quedan dormidos.
—¿Cómo sabes que es un hombre? —pregunta Joona.
—Lo he oído toser —responde Mikael serio.
—Pero no lo has visto.
—No.