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Un hombre de mediana edad está en el suelo junto a la bomba de calor geotérmica. Le han atado las manos con cinta americana y le han puesto un trapo en la boca.
Eliot Sörenstam esposa a la mujer a una tubería mientras Joona se acerca con cuidado al hombre, le dice que es policía y le quita el trapo.
—Las niñas —jadea el hombre—. Han salido corriendo, no les hagáis daño a nuestras hijas, son…
—¿Hay más personas en la casa?
Eliot ya ha subido corriendo por la escalera de cemento.
—Sólo las niñas…
—¿Cuántas?
—Dos niñas… Susanne les ha dado la escopeta, sólo están asustadas, nunca han usado una escopeta, no les hagáis daño —suplica el hombre desesperado—. Sólo están asustadas…
Joona sube corriendo y sale a la parte trasera de la casa mientras oye al hombre gritar una y otra vez que no les haga daño a las niñas.
Las huellas cruzan el jardín y se adentran en el negro bosque. Un resplandor de luz ondea al fondo entre los árboles.
—¡Eliot! —grita Joona—. ¡Aquí fuera sólo hay dos niñas!
Sigue las huellas que se dirigen hacia el bosque y nota cómo se le enfría el sudor de la cara.
—¡Van armadas! —grita Joona.
Empieza a correr en dirección a la luz esquivando troncos. Las ramas se rompen bajo la nieve a su paso. Al fondo ve a Eliot avanzando torpemente con linterna y pistola.
—¡Para! —grita Joona, pero Eliot no parece oírlo.
De una rama se desprende la nieve virgen.
En el débil resplandor, Joona cree intuir las huellas de las niñas entre los árboles, en diferentes ángulos, y el rastro recto que ha dejado Eliot.
—¡Sólo son niñas! —grita Joona otra vez y se tira por una pendiente abrupta en un intento de ganar tiempo.
Se desliza sobre las caderas, arrastra piedras sueltas y piñas consigo, se araña la espalda con algo, pero cae de pie.
Entre el denso ramaje ve cómo la linterna busca en la nieve, y que justo detrás hay una niña delgada que se protege con un árbol mientras levanta la escopeta con las dos manos.
Joona atraviesa de prisa el embrollo de ramas secas. Intenta protegerse la cara, pero aun así se araña las mejillas. Ve la figura de Eliot moviéndose entre los troncos y a la niña que da un paso y dispara hacia el policía.
Los perdigones desaparecen en la nieve a apenas unos metros de la boca del cañón. El arma da una sacudida y el grácil cuerpo de la niña da un respingo con el retroceso. Cae de espaldas y Eliot se vuelve y la apunta con el arma.
—¡Espera! —grita Joona, que trata de abrirse paso entre las ramas bajas de un abeto.
La nieve le moja la cara y se le mete por debajo del abrigo, las ramas ceden y Joona logra salir al otro lado y para en seco.
Eliot Sörenstam está sentado en el suelo abrazando a la niña que llora. La hermana pequeña los está mirando a unos pocos metros de distancia.