134

El corazón de Saga acelera los latidos. No consigue mantener la cabeza fría cuando se baja de la cinta. No es su objetivo proteger a otros pacientes. Sabe que no debería salirse de su papel de paciente esquizofrénica.

—Le romperé las piernas a la altura de las rodillas —intenta—. Y los brazos y los dedos y…

—Es mejor que muera y punto —dice Jurek terminante.

—Ven —le dice ella en seguida—. Aquí la cámara está tapada…

—Blancanieves, joder… —gimotea Bernie y se le acerca.

Ella le agarra la muñeca, tira de él para acercarlo y le rompe el meñique. Él grita, cae de rodillas y se abraza el estómago con la mano.

—Siguiente dedo —dice ella.

—Estáis locos —llora Bernie—. Pediré auxilio…, mis esqueletos esclavos vendrán…

—Que te calles —dice Jurek.

Va hasta la cinta para correr, la desenchufa y arranca el cable de la regleta en la pared, esparciendo polvo de cemento por el suelo.

—Siguiente dedo —intenta Saga.

—Tú hazte a un lado —le ordena Jurek mirándola a los ojos.

Saga se queda quieta con una mano apoyada en la pared mientras Bernie sigue a Jurek.

Se siente de lo más absurda cuando ve a Jurek atar el cable al pomo de la puerta de la salita y luego tirarlo por encima de la hoja.

Le gustaría ponerse a gritar.

Bernie la mira suplicante antes de subirse a la silla de plástico y colocarse el lazo alrededor del cuello.

Intenta hablar con Jurek, sonríe y repite algo.

Ella está petrificada y piensa que el personal debería verlos en cualquier momento. Pero no aparece ningún guardia. Jurek lleva tanto tiempo en el módulo que se conoce todas sus rutinas al dedillo. A lo mejor sabe que ahora el personal está haciendo la pausa del almuerzo o el cambio de turno.

Saga regresa despacio a su celda. No sabe qué hacer, no entiende por qué no acude nadie.

Jurek le dice algo a Bernie, espera un momento, repite las palabras, pero Bernie sólo niega con la cabeza y los ojos se le empañan de lágrimas.

Saga sigue retrocediendo con el corazón disparado. Una sensación de irrealidad le invade todo el cuerpo.

Jurek aparta la silla de una patada, luego sale a la salita de recreo y se mete en su celda.

Bernie sacude las piernas a tan sólo un palmo del suelo, intenta subir por el cable con todas sus fuerzas, pero no lo consigue.

Saga entra en su celda, se acerca a la puerta con la ventanita de cristal blindado y le da una patada con todas sus fuerzas. Un trueno sordo retumba en el metal. Retrocede, da media vuelta y suelta otra patada, retrocede y da una patada más y luego otra y otra. La robusta puerta apenas vibra, pero el ruido de los golpes se abre paso por las paredes de hormigón. Saga da una patada tras otra y al final se oyen voces nerviosas en el pasillo, pasos rápidos y el zumbido de las cerraduras eléctricas.

El hombre de arena
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