El campamento militar de Lutvann estaba en un lugar retirado y rodeado de altas vallas. Un cartel les informaba de que habían llegado a la Oficina Central del Servicio de Inteligencia. Cato Isaksen estaba en contacto permanente con la Central Operativa de la Policía. Todas las patrullas estaban alertadas. Las dos patrullas que solían cubrir la zona de Lambertseter no tenían nada más que contar que habían parado a un tipo calvo en bicicleta, no había visto nada y siguió su camino. Habían hablado con gente de la calle y casas de la zona de la guardería. El agente que había permanecido en casa de Eva Bjone informó de que habían llegado su hija y su nieta.

Cato Isaksen se detuvo junto a la garita de guardia. Tras el cristal había un hombre de uniforme. Abrió la ventana y miró hacia el exterior. Roger Høibakk bajó la ventanilla.

—Policía —dijo enseñando su identificación—, venimos a hablar con Klaus Bjone.

Una hilera de vehículos militares estaba aparcada frente al gran edificio gris de piedra. Sobre el tejado de un edificio más bajo había instalados varios radares.

—Estilo Auschwitz —dijo Roger Høibakk—. Bjone puede ser un tipo vengativo.

Frente al edificio al que pertenecía la moderna y sofisticada entrada principal había unos cuantos coches civiles aparcados.

—Ningún BMW por aquí —dijo Roger bajándose del coche—. Si ha cogido al niño para castigar a Dan y a su familia, es tan peligroso que yo…

—Es enfermizo —dijo Cato Isaksen—, para algunas personas la venganza es lo más importante.

Fueron rápidamente hacia el edificio de hormigón de una planta y llamaron al interfono que había junto a la puerta, pero no sucedió nada. Solo después de llamar tres veces oyeron un chisporroteo y les respondió una voz de mujer.

—Venimos a ver a Klaus Bjone.

—No le tenemos registrado hoy.

—Ábranos. Somos de la policía.

La mujer iba de uniforme. Tenía el cabello rubio y ralo y los ojos verdes. Cato Isaksen y Roger Høibakk sostuvieron sus placas ante ella.

—Muéstrenos su despacho.

—En ese caso tienen que… no puedo sencillamente… esta es la central de inteligencia de Defensa… Bjone es comandante en misión especial.

Cato Isaksen levantó la voz.

—¡Estamos hablando de la vida de un niño! —Oteó hacia el interior de las instalaciones militares. Estaban mal iluminadas.

La mujer los miró desconcertada.

—Pero… qué ha…

—Llévenos al despacho. Puede estar presente, pero ¡no hay tiempo que perder!

—De acuerdo, pero será su responsabilidad si…

La mujer fue rápidamente por delante de ellos por un estrecho pasillo pintado de verde. No se veía un alma. Las oficinas se sucedían.

—Tengo que hablar con mi jefe sobre esto —dijo ella.

—Hágalo —contestó Roger Høibakk—, pero antes llévenos a su despacho.

Señaló una puerta. Cato Isaksen tenía un nudo en el estómago y empezaba a dolerle la cabeza. Algo se movía en su subconsciente.

El GPS hacía de las suyas, y tuvo que dar unas cuantas vueltas hasta encontrar el sitio con ayuda de gente que pasaba por allí. La residencia estaba en un edificio alargado en el centro de la ciudad, atrapada entre dos grandes edificios de ladrillo y la iglesia. Aparcó y entró corriendo. Allí no había ninguna señora Thilius.

—No es aquí —dijo la enfermera bajita y rechoncha—. Mørkbygda está justo a la salida de la ciudad. A diez minutos —dijo indicándole el camino.

El pequeño despacho militar era estrecho y estaba saturado de cosas. La ventana daba directamente a la pared vertical que formaba la montaña. Montones de archivadores se alineaban en una estantería. La mujer uniformada seguía en la puerta.

—¿Tienes idea de dónde puede estar Bjone? —Cato Isaksen se volvió hacia ella.

—Sí, habló de una reunión de verano de la logia masónica. Creo que iban a condecorarle, o ascenderle o como sea que se diga eso. Bjone es especial, una vez me contó que hay una organización masónica mundial, una unidad secreta que se considera a sí misma un gobierno mundial. Pero parece que desean la paz para el planeta —señaló el montón de papeles que había sobre la mesa.

Cato Isaksen miró a Roger y supo que los dos estaban pensando lo mismo. Pero nadie sacrifica niños en Noruega hoy en día.

Sobre el escritorio había papeles y documentos en montones bien ordenados. Había una pequeña pila de e-mails impresos. Cato Isaksen los revolvió y cogió uno de los primeros.

f.s.k@com.no

En el caso de referencia el comando especial de la Defensa no ve que se haya cometido error alguno. Quedamos a la espera del informe especializado en el que se alude a los efectos psicológicos del servicio. Teniendo en cuenta todos los aspectos del caso, Defensa no se hace responsable de las secuelas al no haber sido documentadas en una fase más temprana…

Lo dejó caer y siguió revolviendo en el montón. Casi todo eran documentos de trabajo. Pero, de pronto, su mirada se fijó en una página de esquelas arrancada del periódico. Arriba del todo habían señalado un pequeño anuncio que decía:

La logia de Johannes

6661930

A7