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El inspector García recorría la estancia de un lado a otro sin cesar, su superior le había prohibido inmiscuirse en el caso de la mujer desparecida, en su defecto le encargó la resolución de un pequeño atraco de una tienda de barrio.

Comenzaba a cansarle que lo tratase con tanta desconsideración, él era el mejor del departamento de personas desaparecidas y bandas organizadas. Pasó años instruyéndose para ello, pero a su llegada a Madrid se vio desplazado a un puesto sin importancia.

Resopló con fuerza al ver a uno de sus compañeros, sabía la amistad que lo unía al comisario, aunque no comprendía por qué le asignaba sus casos si él era de Antivicio.

—Pareces un león enjaulado.

Giró el cuerpo para encontrarse con Sergio, el inspector jefe. No era mal hombre, incluso podía decirse que se llevaban bien. De hecho, fue con el único que había quedado para tomar algo después del trabajo en alguna ocasión.

—¿Me vas a contar qué te ocurre para que estés así? —inquirió su jefe.

—No es nada.

—Ya, por eso llevas dos horas desgastando el suelo —bromeó para aligerar el ambiente.

—Rodríguez sabe de sobra que soy el mejor agente que tiene para los casos de desaparición y me ha relevado del de la mujer que desapareció en Alicante para encargarme que resuelva el atraco del chino. Joder, Sergio, que todos sabemos que son los Suárez quienes están detrás de ello.

—¿Te refieres a Edna Cortés?

—A la misma.

—¿Qué interés tienes por llevar su caso?

García le dio la espalda. Sabía que Sergio era perro viejo y por mucho que negase no tener especial interés en interrogar a la mujer, su mirada diría lo contrario, no se le daba bien mentir y mucho menos en cosas tan personales.

—Es mi campo —respondió sin dejar de mirar la pared.

—Eso lo sé. Lo que no llego a entender es por qué te interesa este caso en especial, que yo recuerde no has insistido tanto con la británica desaparecida y sigue sin resolver.

—Me interesa más el de Edna Cortés.

Sergio mostró media sonrisa.

—Voy a pensar que son motivos personales los que te mueven a reclamar el caso. Hombre, tengo que reconocer que la mujer es guapa, ¿acaso quieres beneficiártela?

—No digas gilipolleces, no tiene nada que ver con eso.

—Entonces, ¿con qué?

García tuvo que morderse la lengua para no responder. Había ciertos asuntos de su vida privada que era mejor mantener ocultos y su única intención era estar en la misma sala que ella, no pedía nada más.

—Hagamos una cosa —y porque me caes bien—, mandaré a Expósito a investigar el atraco, no le va a hacer ni puñetera gracia, pero para algo soy el jefe. La señora Edna Cortés está esperando ser atendida, saldré yo mismo a recibirla y la llevaré a la sala de interrogatorios. Calcula diez minutos y ve a hablar con ella.

—Gracias, Sergio.

—No me las des, haz bien tu trabajo para que no me arrepienta de mi decisión —dijo una vez en la puerta.

Jabel permaneció en la estancia. Dedicó unos minutos a contener los nervios que lo dominaban, al final se había salido con la suya y tenía la oportunidad de plantarse frente a ella.

Accedió a la sala antes que ella, quería ver su reacción nada más lo viera. Quedó plantado detrás de la silla que él ocuparía con las manos metidas en los bolsillos del pantalón. Alzó la vista al escuchar pasos acercarse y no desvió la mirada de los ojos asustados de ella hasta que logró salir del aturdimiento que provocaba su presencia. Optó por ofrecerse a salir a buscar un vaso de agua, era una excusa para ver si su intuición no fallaba y ella decidía marcharse de comisaría.

Respiró con tranquilidad cuando al volver se encontró la sala vacía. Tomó asiento y no tardó en comprender que necesitaba otras vacaciones si en verdad quería resolver lo que le carcomía.