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Golpeó el volante nada más parar el coche, el escándalo que había formado Edna en la calle no le beneficiaba. Le impactó ver a una señora en pijama en mitad de la calle, la postura tampoco presagiaba nada bueno. Se acercó para ofrecerle ayuda, pensaba que la señora estaba perdida, cuál fue su sorpresa al reconocerla.

No daba crédito a la suerte que había tenido, el día anterior se dedicó a seguir al detective, su asombro fue comprobar que la llevaba hasta Alicante. Los siguió en la distancia para corroborar por él mismo cómo Edna señalaba el edificio. Al tenerla de nuevo frente a él, su intención era llevarla a un lugar lejos de la ciudad; pero los viandantes se alertaron debido a sus gritos, no le quedó más remedio que marcharse antes de que alguien lo reconociese, ya tendría otra oportunidad de estar a solas con ella, de eso estaba más que seguro.

Sin poco más que hacer en Valencia decidió regresar a Madrid, si deseaba ser prudente tenía que dejar unos días de margen, ver al detective hacerse cargo de ella tampoco ayudaba.

—¿Tú no estabas de vacaciones? ¿Qué haces en la ciudad? —inquirió una voz conocida al otro lado del cristal.

Resopló exasperado, lo que menos esperaba era encontrarse con él a su llegada.

—La costa me aburre —bromeó García.

—¿Te has enterado? —inquirió Expósito, su compañero de trabajo.

García lo observó con desagrado, por toda la comisaría era conocida la rivalidad que existía entre los dos desde el mismo instante que él llegó destinado.

—¿De qué?

—Hay novedades en el caso de la mujer desaparecida.

Se tensó al escucharlo, aquello era prácticamente imposible, había viajado hasta Valencia para descubrir novedades y ocultar las evidencias, regresó sin lograr ninguna de las dos cosas, solo que ella recordaba la casa en la que había estado aquel fin de semana.

—Sergio no me ha dicho nada.

—Lo único que sé es que ha intentado ponerse en contacto contigo estos días, pero no lo ha conseguido.

—¿Cuáles son esas novedades?

—Parece ser que la buena mujer en vez de llegar a su destino, decidió bajarse en Alicante. Por lo que hemos averiguado, se citó con un hombre, el dueño del bar dónde cenaron confirma la versión.

—¿Se conoce el nombre?

—Aún no, Sergio se ha puesto en contacto con los compañeros de la zona para que vayan a hablar con el del bar.

La rigidez se apoderó de García, de ser verdad estaba en serios problemas, si el hombre lo recordaba no tardarían en enterarse de que era a él a quien buscaban.

—¿Dónde vas? —preguntó extrañado Expósito cuando lo vio subirse de nuevo al coche.

—A comisaría.


La intranquilidad se apoderaba de Sara conforme pasaban las horas y Edna no despertaba, era la primera vez que tardaba tanto en salir de uno de sus trances. Comenzaba a preocuparle el estado de su amiga, aquello ya no era normal, durante su estancia en Madrid habló detalladamente de todo con su marido cuando ella se dormía, casi tuvo que suplicarle para poder llevar a Edna a casa, pensaba que si estaba cerca de lo ocurrido pronto recordaría todo, pero los días pasaban y Edna empeoraba.

Tampoco ayudó irse al colegio y dejarla sola en casa cuando comenzó el ataque. Pero —al fin y al cabo— era su pequeña quien la necesitaba y desde que su amiga estaba con ellos casi que no las disfrutaba. Echaba de menos el revuelo que formaban cada tarde ambas hermanas, pero lo que más, verlas cuchichear juntas en su cuarto. En definitiva, su vida había dado un giro radical desde la desaparición de su amiga.

Para nada se arrepentía de haberla acogido, pero se culpaba de no ser de gran ayuda, por mucho que intentaba que ella se sintiese como en casa y que todo volviese a la normalidad, le entristecía saber que aquello estaba lejos de que sucediese. Con desgana sacó el móvil del bolso al escuchar el tono de llamada.

—Hola, cariño. —Saludó.

—¿Cómo está la niña?

—La niña bien, le he dado Apiretal para bajar la fiebre, le he dicho a mi padre que si no remite que me llame para llevarla al pediatra. Quien está mal es Edna.

—¿Qué le ocurre?

—Me ha llamado Latorre para decirme que estaba con ella.

Le relató el suceso ocurrido esa misma mañana, ambos llegaron a la conclusión que Edna había salido de casa poco después de que Jacobo se marchara al trabajo. Intentó tranquilizarla y quitarle la estúpida idea de que por su culpa su amiga se encontraba en peor estado.

No colgó hasta cerciorarse de que Sara estaba bien, lo que menos deseaba era que su mujer enfermara porque le sobrepasara la situación. Bastante hacía con acogerla y no dejarla sola ante la difícil situación que vivía.

—Intentaré llegar temprano a casa.

—Te lo agradecería —respondió Sara antes de finalizar la llamada.

Dio gracias por tenerlo a su lado, nada de lo que era lo había logrado sin su apoyo, para ella su marido era uno de los pilares más importantes de su vida, aunque su relación había pasado por altibajos, siempre estaban el uno para el otro y los unía un amor incondicional.

Cansada de esperar sentada a que Edna se levantara, optó por mantenerse ocupada, de ese modo el tiempo pasaría más rápido y no con la lentitud que lo había hecho hasta el momento.

Comenzó a organizar la cocina, al terminar se dedicó a ordenar los armarios, finalizada la tarea se dirigió hacia el salón. Miró el reloj cuando quedó satisfecha por el resultado obtenido. Pasaban las tres de la tarde y Edna seguía sin dar síntomas de vida.

Decidió que era buen momento para tomar algo, por lo general a esas horas ya había comido. Estaba centrada preparándose algo ligero cuando un fuerte golpe la sobresaltó. Tiró el cuchillo sobre la encimera y corrió por el pasillo hasta llegar al acceso de los dormitorios.

Se llevó las manos a la boca para evitar el grito, no era plan de asustarla más de lo que ya estaba.