LA MISTERIOSA LLEGADA DE UNA CARTA INSÓLITA
HABÍA sido un día largo en el trabajo y un trayecto largo de regreso al pequeño apartamento en que vivía. Cuando llegué, encendí la luz y vi encima de la mesa un sobre con mi nombre. ¿Dónde estaba el reloj? ¿Dónde el calendario? La letra era la de mi padre, pero él llevaba cuarenta años muerto. Comencé a pensar, como cualquier otro lo hubiera hecho, que tal vez, sólo tal vez, él estuviese vivo, llevando una vida secreta en algún lugar cercano. ¿Cómo si no explicar aquel sobre? Para tranquilizarme, me senté, lo abrí y saqué la carta. “Querido hijo”, así empezaba. “Querido hijo”, y nada luego.