UN SUCESO SOBRE EL QUE NO CUMPLE DECIR NADA MÁS
IBA por el centro de la ciudad en un taxi en compañía de un príncipe que había accedido a ser entrevistado, pero a condición de no citarles a él ni a su país por sus nombres. Explicó que ambos existen secretamente y que sus asuntos se gestionan en silencio. Era alto y tenía una larga nariz debajo de la cual se escondía un minúsculo bigote; llevaba una camisa azul pálido con el cuello abierto y pantalones color crema. “No tengo aficiones”, explicó. “Mi único interés es el sexo. Puede ser con un hombre o con una mujer, mayores o jóvenes, siempre y cuando produzcan el resultado apetecido, que es recordarme el aroma de las trufas blancas o el sabor de las violetas confitadas en una isla flotante. Ahora, déjame enseñarte algo”. Cuando lo vi, cuando vi lo grande que era y lo que le había hecho, grité y salté del taxi en marcha.