NADIE CONOCE LO CONOCIDO
UN hombre y una mujer iban en un tren. El hombre dijo: “¿Vamos a algún lado? No lo creo, no esta vez. Éste ya es el próximo siglo, y mira dónde estamos. En ninguna parte. Dime, Gwendolyn, cuando nos subimos al tren, ¿cómo es que no sabíamos que llegaría este día?” “Déjalo ya”, dijo Gwendolyn. El tren cruzaba una llanura interminable cubierta de nieve; ninguna ciudad esperaba su llegada, ninguna lamentaba su salida. Sencillamente seguía avanzando, y ése era su propósito —deslizarse como en un sueño sobre vacías extensiones de campo, emitiendo lastimeros gemidos que se desvanecían lentamente en el frío.