EL ASISTENTE SOCIAL Y EL MONO
UNA vez me senté en una habitación con un mono que me dijo que no era un mono. Comprendí su angustia al encontrarse atrapado en un cuerpo que detestaba. “Caballero”, le dije, “creo saber cómo se siente y quisiera ayudarlo”. “Tráteme como a un mono”, dijo él, “me lo tengo merecido”.