SALA DE URGENCIAS EN EL CREPÚSCULO
EL comandante retirado estaba molesto. Su habitación en el castillo era fría, al igual que la habitación del otro lado del pasillo y todas las demás habitaciones. Nunca debió comprar este castillo cuando había tantos otros en venta, más baratos, más cálidos. Pero le gustaba la apariencia de éste—sus torres de piedra elevándose en el aire invernal, su portón principal, incluso el foso congelado, sobre el que pensaba patinar algún día, tenían un plateado encanto. Se sirvió un brandy, encendió un puro e intentó concentrarse en otras cosas —sus muchas victorias, la valentía de sus hombres—, pero sus pensamientos daban vueltas en pequeños remolinos, deteniéndose primero aquí, luego allá, moviéndose como lo hace el viento de ciudad desierta en ciudad desierta.