HUIDA

El último día lo dejo todo. Mi marido quiere que me lleve solo muy pocas cosas para Napirai. Le doy todas las tarjetas de crédito para que compruebe que no me queda más remedio que volver. A fin de cuentas, ¿quién renuncia voluntariamente a tanto dinero, a un coche y a una tienda repleta de mercancía?

Nos acompaña a Napirai y a mí a Mombasa y todavía lucha consigo mismo porque no sabe si creerme o no. Poco antes de que salgamos para Nairobi, aún no ha firmado. Se lo pido por última vez, porque, pase lo que pase, estoy decidida a marcharme. Por dentro me siento tan vacía, tan insensible que ya no tengo ni lágrimas.

El conductor pone el motor en marcha. Lketinga se encuentra de pie a nuestro lado en el autobús y, por enésima vez, se hace traducir por otro pasajero la hoja en que está escrito que tengo el permiso de mi marido, Lketinga Leparmorijo, de abandonar Kenia con mi hija Napirai para pasar tres semanas de vacaciones en Suiza.

El conductor del autobús toca el claxon por tercera vez. Lketinga firma la hoja poniendo en ella su garabato y dice:

—¡Yo no saber si volver a ver a tú y a Napirai!

Después baja del autobús de un salto y nos ponemos en marcha. Solo ahora me caen las lágrimas. Miro por la ventana, y con cada mirada me despido de las imágenes familiares que pasan ante mi vista.