Querido padre Giuliano,
Desde el 6 de octubre de 1990 estoy en Suiza. No volveré a Kenia. Ya no tengo fuerzas para seguir viviendo con mi marido. Hace dos semanas se lo comuniqué por carta. Ahora estoy esperando su respuesta. Será un duro golpe para él, porque me marché diciéndole que me iba a Suiza de vacaciones. De otra manera jamás me habría permitido abandonar el país con Napirai.
Como usted sabe, abrimos una tienda estupenda en la costa sur. Desde el primer día, el negocio marchaba de maravilla. Pero las cosas entre mi marido y yo no mejoraron. Era tan celoso que ni siquiera me dejaba hablar con los turistas. Nunca confió en mí en todos estos años. En Mombasa era como estar en la cárcel. Durante todo el tiempo no hacíamos nada más que pelearnos, y esto tampoco era bueno para Napirai.
Mi marido tiene buen corazón, pero en su cabeza algo va mal. Es muy duro para mí decir esto, pero no soy la única que piensa así. Todos nuestros amigos acabaron por abandonarnos. Incluso les daba miedo a algunos turistas. No todos los días era igual, pero en los últimos tiempos ocurría casi a diario. Se lo he dejado todo, la tienda, el coche, etcétera. Puede venderlo todo y regresar a Barsaloi como hombre rico. Me sentiría feliz si encontrara una buena mujer y tuviera muchos hijos.
Adjunto a esta carta unos cuantos chelines kenianos que ruego le dé a la madre de mi marido. Aún me queda dinero en el Barclays Bank. ¿Puede usted ocuparse de hacérselo llegar a la madre de Lketinga? Se lo agradecería mucho. Le ruego que me diga si le ha sido posible.
Le he escrito esta carta para que me entienda cuando algún día le cuenten lo que ha pasado. Puede usted creer que hice todo lo que pude. Espero que también Dios sepa perdonarme.
Muchos recuerdos de Corinne y Napirai.