Domingo, 21 de marzo de 2004, a martes, 23
Los Borbones requieren distancia
Paseo con Felipe González durante dos horas por la Escuela de Caza de Toledo. Hace buen día y Felipe tiene ganas de hablar: «La ONU tomará alguna decisión porque el secretario general Kofi Annan no podría soportar la presión de los norteamericanos. Sería mejor esperar a retirar nuestras tropas de Irak a que se adopte esa decisión que, casi seguro, se producirá a finales de junio». Le contesto que «nuestra palabra está empeñada y la suerte echada. No cabe vuelta atrás, presidente. Deben regresar nuestros soldados sin demora». Se muestra resuelto y, sin poner peaje a la independencia de su criterio, afirma: «Hablo de lo que quiero porque vivo para lo que digo, y no de lo que digo». Fuma y saborea el habano con parsimonia; la garganta delata estos excesos. Está a gusto y, desde la sinceridad, asegura: «Luis Reverter lo sabe todo todo. Habla con él y que te aconseje; no perderás el tiempo. Aunque parezca el dueño de una droguería, lo sabe todo de todo».[9] Con otros personajes se desahoga cincelando su perfil: «Jorge Dezcallar no vale para el cargo del CNI [Centro Nacional de Inteligencia]; pese a haber sido cargo de confianza del PSOE, fue uno de los diplomáticos que secundó la huelga general contra nuestro Gobierno». La conversación sigue entretenida: «Le he dicho a ZP que no haga el tonto con la Iglesia diciendo que va a quitar la clase de religión, porque eso movilizará al Opus y fastidiaremos a mucha gente, entre otros, a Duran i Lleida».
Amanece el martes 23, un día plácidamente invernal. Me siento un humilde guardagujas en una nueva estación por la que no dejan de pasar trenes a gran velocidad: empiezan a llegarme notas e informes sobre defensa, seguridad, Irak, militares, reclutamiento, currículum, etc. Al vehículo oficial ha llegado ya una nueva remesa musical: Cristóbal Rozalén, mi gran amigo, ha cambiado los himnos eucarísticos por los militares, y hemos pasado del «Tantum Ergo» al «Instituto, gloria a ti» que encabeza el himno de la Guardia Civil. El cielo puede esperar.
Almuerzo en la base aérea de Torrejón con el ministro Federico Trillo: «Te ha tocado el mejor ministerio —dice—: tendrás piso, cocinera y toda la intendencia que quieras. Este es el mejor ministerio para vivir bien. Los militares te van a recibir aplaudiendo, porque para ellos será una liberación que yo me vaya. Al jefe del Estado Mayor de la Defensa [JEMAD], Antonio Moreno, debes cesarlo, no da la talla. No tuvo valor para lo de Perejil». Trillo me habla también del exjefe del Estado Mayor del Ejército (JEME), el general Alfonso Pardo de Santayana: «Nos ayudó mucho, aunque es un ultra. Tu primera visita oficial debe ser a la Armada, para que veas el poder del Estado».
Tomo café con Luis Reverter, que me ofrece buenos consejos. Especialmente, insiste en la prudencia y en la contención verbal: «Nunca te arrepentirás de callar —me dice—. La palabra que no sueltes es la que más satisfacción te dará. Los militares ahora no se sublevan, obedecen, pero están desmoralizados por la escasez de soldados y de sueldos. Este es tu reto. Contacta con el almirante Francisco Torrente, que te ayudará mucho. No despaches con el Rey más de una vez al mes, porque la excesiva frecuencia te perjudicaría; los Borbones son así y requieren distancia. El CNI es un cuento chino que debe transformarse a fondo y pasar de falsa película policíaca a ser un servicio secreto de verdad. Por último, echa una mano a Emilio Alonso Manglano, nos ayudó mucho».
Muy buen tipo Reverter. Con él comento el consejo del astuto cardenal sevillano Bueno Monreal para tener éxito en la vida: «Ausencia y presencia según conveniencia; no mostrar demasiada ciencia; verbal continencia y paciencia, mucha paciencia».