Miércoles, 29 de diciembre de 2004, y jueves, 30
Rajoy: «El lehendakari Ibarretxe es peor que Arzalluz, porque este era un cínico pero Ibarretxe es un fanático»
Leo la segunda carta del obispo de Mondoñedo, José Gea Escolano, en la que afirma que los homosexuales que practiquen sexo no entrarán en el reino de los cielos «porque una cosa es tener tendencias homosexuales y otra, practicar la homosexualidad». Contesto al obispo las dos cartas «abiertas» que me ha dirigido: «Creo en un Dios que es Padre, […] que come y bebe con pecadores y que pone a las prostitutas por delante de los fariseos. […] Cada día mueren más de veinticinco mil niños de hambre y de enfermedades curables, ¡cada día! Y mientras tanto, usted hablando del sexo de los ángeles o de los hombres, que lo mismo da. […] Proclamar, como ha hecho usted, que los homosexuales no entrarán en el reino de los cielos es una obscenidad y un escándalo».
El periodista Jesús Bastante me informa de que un fundamentalista ha presentado una demanda canónica contra mí por no haberme opuesto a la Ley de los matrimonios homosexuales. Hablo con el nuncio: «No se preocupe en absoluto. Efectivamente, la denuncia la ha presentado un profesor loco de La Rioja a quien no haremos caso alguno».
Entrevista con Mariano Rajoy en su despacho del Congreso. «Vengo de la reunión del Pacto Antiterrorista —me dice— y observo que el ministro del Interior, Alonso, no anda sobrado de oficio. Estaría dispuesto a llegar a un acuerdo contigo para los asuntos de defensa, pero con Moratinos, pese a haberlo ofrecido, no puedo hacerlo porque nos criticó mucho en el asunto del golpe de Estado en Venezuela, culpando a Aznar de haberlo instigado». «El lehendakari Ibarretxe es peor que Arzalluz —añade—, porque este era un cínico pero Ibarretxe se cree lo que dice y es un tipo peligroso precisamente por ese fanatismo de creyente». Y concluye con una reflexión alejada de la política, pero no de la vida: «Ayer, octavo aniversario de mi boda, estuve de viaje por Andalucía y llamaba permanentemente a mi mujer para hacerme perdonar la ausencia. Esto no es vida».
El jueves, reunión previa al Consejo de Ministros. El presidente defiende la necesidad de fijar el salario mínimo: «No podemos dejar pasar ni un día más sin tomar una decisión, porque afecta a la credibilidad del Gobierno. Los sindicatos han hecho un casus belli y llevan razón porque había un compromiso con ellos». El vicepresidente Pedro Solbes defiende una fórmula para que, en esta legislatura, el salario mínimo interprofesional suba por encima de los seiscientos euros, pero sin que nos atemos las manos para después del 2008. Zapatero dice que hay un decreto ley que debe cumplirse. Pedro Solbes replica: «Yo no puedo aceptar ese acuerdo. No he dado conformidad a la negociación y no la voy a dar. No puedo aceptar que no se vincule la subida del salario mínimo a las condiciones de la economía. Treinta años defendiendo otra cosa no me permite aceptar esta». El titular de Trabajo, Jesús Caldera, asegura que llevamos seis meses con unos beneficios empresariales históricos y que nadie entendería que no actualizásemos el salario mínimo en los términos que él propone. Pido a Solbes que haga una epiqueya, una interpretación prudente de la ley, y me dice que solo aceptaría una redacción que no hiciese automática la indización de la economía. Llamo a Pedro Solbes al acabar el Consejo de Ministros. Está muy enfadado: «Vine al Gobierno perdiendo dinero, pero no quiero perder mi dignidad».
José Enrique Serrano me cuenta que, tras aprobar el anteproyecto de la Televisión Digital Terrestre (TDT), el consejero delegado del Grupo Prisa, Juan Luis Cebrián, le ha dicho: «Si queréis equidistancia entre el Gobierno y Prisa, la vais a tener». Camino de Baqueira hablo con Pedro J. Ramírez, que aplaude con las orejas el acuerdo del Gobierno sobre la TDT: «Me ha llamado Miguel Barroso para que no escriba en El Mundo cosas muy exageradas a favor de la televisión digital porque, de lo contrario, se enfadarán mucho los de Prisa. La ley no es contraria a los intereses de Prisa, pero a estos les pasa como a algunos nacionalistas catalanes, que no les importa que sea justo o no lo que les den, sino que siempre quieren más de lo que tenga el vecino. Polanco no se conforma con ser la concubina del Gobierno, sino que quiere ser la esposa principal».