Miércoles, 22 de septiembre de 2004, y jueves, 23
Uribe: «Los culpables del terrorismo en Colombia son los consumidores de droga en todo el mundo»
Vuelo de Santiago de Chile a Bogotá. Me entrevisto con el ministro de Defensa, Jorge Alberto Uribe Echavarría, y acordamos anular el protocolo firmado por el Gobierno del PP en virtud del cual España debe entregar a Colombia 46 carros de combate. No parecen necesarios los carros de combate para luchar contra los narcoterroristas, y acordamos sustituir los carros por dos aviones de evacuación aeromédica y material sanitario de campaña.
Jueves 23. Álvaro Uribe me invita a desayunar en el palacio presidencial, la Casa de Nariño. Le lee un coronel los asesinatos registrados en el día de ayer en cada región de Colombia: se producen unas cuarenta muertes violentas cada día. La impresión que transmite Uribe es de gran credibilidad: «Me levanto a las cinco de la mañana —dice— y hago un poco de deporte mientras escucho las noticias de la CNN; a continuación, me informan de los asesinatos que se han cometido en las distintas zonas del país. Cuando llegué al Gobierno existían 150.000 hectáreas de cultivo de coca, ahora quedan 80.000. El negocio mundial de la droga mueve 40.000 millones de dólares, de los cuales 3.000 millones llegan a mi país, cuyo PIB es de 80.000 millones de dólares. Los culpables del terrorismo en Colombia son los consumidores de droga en todo el mundo: como hay demanda tiene que haber oferta. Al principio, los movimientos revolucionarios en mi país tenían un componente ideológico, o liberador, pero en este momento están exclusivamente reducidos al comercio de droga».
De regreso a España, en pleno vuelo, me llama al avión nuestro embajador en Venezuela, Raúl Morodo: «El presidente Chávez quiere hablar contigo; debes hacer escala porque, si desprecias asistir al cumpleaños de su hija Rosa Inés, es muy probable que no nos compre ningún material de defensa». Conecto con el presidente Zapatero para pedirle permiso y alterar el plan de vuelo. Aterrizamos en Barquisimeto, donde nos esperan los ministros de Información y de Defensa venezolanos, pero a los senadores españoles los llevan a un mercadillo de artesanía, lo cual enfada mucho a Joseba Zubia del PNV porque cree que se ha tratado de un engaño mío. Procuro calmarle contándole verdaderamente el modo en que el presidente venezolano nos «invitó» a tomar tierra. Chávez hace un largo aparte conmigo y con nuestro embajador Raúl Morodo: «Quiero mejorar las relaciones políticas con España, que se agriaron mucho con Aznar —dice Chávez— porque el anterior embajador español, junto con ese señor que tenéis en Washington, Rupérez, estuvo jugando en el golpe de Estado que me dieron y que se fraguó en la casa del cardenal de Caracas. Cuando me iban a matar apreté el Cristo que siempre llevo en el bolsillo y, pensando en el Che Guevara, les dije a mis guardianes: “Déjenme que me incorpore para que vean ustedes cómo muere un hombre”. Los soldados que me custodiaban y vigilaban apuntaron sus armas a los que me iban a matar y les dijeron que era mejor que no lo intentaran, porque morirían todos… A Zapatero me lo encontré el otro día —sigue Chávez— y me dijo que a veces le parecía un poco estridente; ¡estridente!, me podía haber dicho disonante, pero me dijo estridente. ¡Ya ves lo que aguanto a tu presidente! Pero quiero mejorar las relaciones con España y no se lo tengo muy en cuenta. Quiero viajar a España, pero tiene que ser en visita de Estado, y no te olvides que quiero hacer un gesto de amistad y compraros los aviones y las patrulleras, pero los yanquis os van a joder el cuerpo. Llámame cuando quieras, aquí tienes mi número de teléfono celular».