Jueves, 22 de abril de 2004
General Alejandre: «Esta gente del Yakovlev solo quiere dinero»
Leo en La Vanguardia que el secretario de Estado de Defensa, Paco Pardo, es un abogado «formado en Barcelona». No es verdad, se licenció en Murcia, aunque efectivamente en Barcelona hizo algo importante y necesario para estudiar: vender melones con su padre.[16] En cuanto a honradez y capacidad de trabajo, estoy seguro de que no le gana ningún político.
Recibo con Roberto López a familiares del Yakovlev en el Palacio de Buenavista. Viene Carlos Ripollés, hermano del comandante fallecido, y le acompaña Ana Ochoa, pareja del también fallecido Miguel Ángel Algaba. Carlos Ripollés niega el saludo al jefe del ejército y no le da la mano. Ripollés, en un aparte, me confiesa que «el JEME Alejandre es un enemigo declarado y, desde luego, yo no le doy la mano a ese sinvergüenza». Me muestra la página 18 de El Mundo del 17 de junio de 2003, donde se ve una fotografía del JEME sonriendo junto a este comentario: «Los ejércitos no organizan viajes de novios a Cancún». «¡Qué frivolidad! Lo verdaderamente grave —sigue Ripollés— es que estos comentarios los hizo el JEME a los veinte días del accidente que costó la vida a sesenta y dos soldados, y tuvo el cuajo de mandar una foto y un comentario a Pedro J. Ramírez para que los publicase. Además, no tiene recato en decir que los familiares del Yakovlev solo queremos dinero. Una persona así no puede dirigir el ejército». Esta acción del JEME dolió a los familiares de los muertos, porque una cosa son viajes de novios y otra meter militares en aviones inseguros, cuyas gravísimas deficiencias técnicas ya habían sido objeto de queja por parte de los militares que los habían utilizado anteriormente. Carlos Ripollés me entrega un correo electrónico remitido por su hermano, el comandante Ripollés, al también comandante Bendala tres días antes de morir en el Yakovlev 42: «Son aviones […] alquilados a un grupo de piratas aéreos […]. La verdad es que con solo ver las ruedas […] te empieza a dar taquicardia». Les ofrezco mi solidaridad y les digo que deberíamos evitar desenterrar los cadáveres para que las familias no sufran más. Tienen dudas. Cuando se han marchado los familiares, Alejandre me dice en presencia de Roberto: «Ten cuidado, ministro, con esta gente: solo quieren dinero». Empiezo a pensar que el cese del JEME es obligado, porque las familias que han perdido a sus padres, hijos, hermanos, por culpa de quienes los hacían viajar en aviones sin seguridad merecen, por lo menos, el respeto de sus jefes.

El Mundo, 17 de junio de 2003.
Asisto en el Congreso de los Diputados al acto de apertura de la VIII Legislatura, y me siento por vez primera en el banco azul. Me agrada que el lehendakari Ibarretxe esté presente en los actos. Los soldados desfilan con aparente anarquía, pierden el paso; la alineación es algo deficiente, y Duran i Lleida me dice: «Espero que mejores la marcialidad de los ejércitos». Lo peor es cuando, al pasar ante los Reyes, se les ordena mirar a la autoridad, y el jefe de la fuerza en vez de decir, como corresponde en este caso: «Vista a la izquierda», dice lo que quizá le sale del alma o de la costumbre: «¡Vista a la derecha!». No hay propósito político, como algún malintencionado comenta, sino falta de costumbre. Desfilar por la Carrera de San Jerónimo no es fácil por tres razones: en primer lugar, se desfila cuesta abajo; en segundo, se hace con el arma en el hombro derecho —y no en el izquierdo, como es habitual—; y, por último, la autoridad está a la izquierda y no a la derecha, como es costumbre.