Viernes, 31 de marzo de 2006
Propongo que los militares vuelvan a vestir uniforme en la calle
Consejo de Ministros. Antes de entrar formalmente en el Consejo, el presidente hace un resumen sobre el alto el fuego de ETA: «La actitud privada de Rajoy ha sido buena, pero tiene miedo a los periodistas que le tutelan como Pedro J. y otros de la COPE. […] Hay que mostrar gratitud eterna a quienes han mediado en este asunto. […] La no violencia, además de consolidar una solución para Euskadi respecto de España, puede servir para una, dos o tres generaciones». Después comenta que «ayer se dictó el visto para sentencia del Estatuto de Cataluña y ha quedado bien: hay más de cien artículos modificados y no veremos los presentes otra reforma del Estatuto, a no ser el ministro de Justicia, que es muy joven».
Al acabar el Consejo, Zapatero me invita a pasar a su despacho, y le propongo derogar las actuales instrucciones sobre uniformidad de los militares que prohíben ir al trabajo con uniforme, y que tienen su origen en el peligro terrorista. «Es importante —le digo— que los militares no renuncien al uniforme y que su presencia en las calles sea también testimonio de libertad, en un doble sentido: primero, porque ya hay libertad respecto a los terroristas; y segundo, porque ellos son ciudadanos que trabajan por la libertad con el uniforme militar». El presidente manifiesta que es prematuro.
Cambia la conversación y vuelve a la carga con que no dimita: «Tu salida se puede interpretar contra el Estatuto de Cataluña y la negociación con ETA». Le respondo que «procuraré que no se atribuya mi cese a mis discrepancias y te prometo que usaré mis mejores oficios en tal sentido. Mi problema con el Estatuto es que algunos de sus promotores lo usarán como ariete para romper la unidad nacional y, en conciencia, no puedo aceptarlo. Sin embargo, seré prudente porque admito que en mi decisión hay un juicio de valor y puedo estar equivocado».