Jueves, 6 de octubre de 2005, y viernes, 7
Juan Luis Cebrián: «El problema es Maragall; además, el texto del Estatuto catalán es malísimo»
Conferencia de Zapatero en el hotel Villamagna. El presidente del Senado, Javier Rojo, me recuerda que en la reunión de Santillana del Mar «le dijiste a Maragall que no estábamos totalmente de acuerdo con lo aprobado, pero que aprobábamos aquel manifiesto para que él pudiera ganar las elecciones catalanas. Estuviste brillante y, sin embargo, Maragall no solo no ganó las elecciones, sino que no cumple con lo que acordamos en Santillana del Mar, y nos va a hacer perder a todos». Juan Luis Cebrián me comenta: «El problema es Maragall; además, el texto del Estatuto es malísimo». El presidente del Consejo de Estado, Francisco Rubio Llorente, vecino de mesa, comenta: «El preámbulo del Estatuto es obra de una persona poco reflexiva». El presidente Zapatero se escapa como puede y lo hace con bastante soltura; llegando al ministerio recibo su llamada: «El preámbulo inicial del Estatuto es malísimo…, lo hizo Maragall…, pero no te preocupes que seré yo personalmente quien redacte el definitivo».
Comida con los treinta generales que integran el Consejo Superior de la Guardia Civil. Les hablo, previa autorización del presidente, del Estatuto de Cataluña, advirtiéndoles de que «por razón de mi cargo debo manifestarme con claridad, y por razón de vuestro empleo debéis omitir, cuando habléis en público, los asuntos políticos». Habla el general Carrascosa, el máximo mando en Cataluña: «En Cataluña tenemos 4.180 guardias civiles, y, si se aprueba el artículo 164 del proyecto de Estatuto en el que se suprimen todas las competencias de la Guardia Civil para dárselas a los Mossos d’Esquadra, quedaremos como meros espías». El general Atilano asegura que «el PSOE, y concretamente el ministro Caldera, fue complaciente durante la campaña electoral con el sindicalismo en el Cuerpo, pero el PP fue el origen de este problema al no saber tratarlo adecuadamente». Mientras comemos, llama Zapatero: «Te va a gustar lo que voy a decirte: entre Maragall y yo, me quedo conmigo; entre el Gobierno de Cataluña y el de España, me quedo con el de España; y entre el Gobierno de España y España, me quedo con España».
Por la tarde viajo a Jaca y visito la ciudadela y la catedral, y a la mañana siguiente voy al ayuntamiento y al Regimiento Galicia de Alta Montaña. Manda la Brigada un general con excelente imagen, Jaime Coll, a quien sondeo para destinarlo a responsabilidades mayores. Recibo a Felipe González y al presidente de Aragón, Marcelino Iglesias, que vienen a la clausura de las Jornadas de Defensa. Felipe considera que «el servicio militar era un elemento de cohesión que se suprimió, en 2001, pese a que no andábamos muy sobrados de argamasa que nos uniera. Casi siempre que se llega al poder parece como si amaneciera por primera vez, […] aunque lo mejor es darse cuenta de que hay que asumir la historia que nos precede y no tener el complejo de Adán. […] España ya en 1517 tenía un perfil territorial como el de hoy, y deberíamos basarnos, más que en identidades de pertenencia, en el concepto de ciudadanía».
Traslado en helicóptero a Huesca. Huelo a combustible y observo que gotea gasolina dentro del habitáculo de pasajeros. Aviso a los pilotos, inicialmente me dicen que es agua, pero le hago oler el líquido al brigada y se percata de que es gasolina. Hubiese sido fatal que alguien hubiera encendido un mechero. Dejamos el helicóptero y viajamos en coche. Felipe González se muestra preocupado porque «el Gobierno no toma las medidas adecuadas en materia tan grave como es la vertebración de España. […] La verdad es que no actuamos con contundencia por la falta de autonomía que nace de que el Gobierno depende de los mismos que han presentado el Estatuto catalán. […] Maragall me envió una carta de once folios que es un disparate, no solo por los contenidos, sino por el modo en que estaba escrita; no le he contestado; he escrito un artículo para El País y antes, como hago siempre, lo he pasado a Rubalcaba, pero que me ha pedido que no lo publique de ninguna manera. Es la primera vez que me ha dicho que no publique un artículo».
Llama el presidente Zapatero: «Deberíamos comprar algún tanque menos y dedicar esos fondos a la Unidad Militar de Emergencias». Pregunto a Paco Pardo si podríamos reducir la compra de carros de combate que acordó el anterior Gobierno del PP cuando privatizó Santa Bárbara, y me responde que «podría reducirse el programa, pero traería muchos problemas, sobre todo, industriales y de empleo para la fábrica de General Dynamics Santa Bárbara, en Sevilla. Los primeros que se manifestarían en contra serían los sindicatos». La verdad es que los carros de combate son cada vez menos necesarios y parecen más adecuados para asustar a la población civil que para la defensa. Hablo con Paco Pardo y coincidimos en que hay industrias de la defensa, como las del sector aeronáutico, que, al innovar en tecnologías de doble uso, son importantes para el desarrollo tecnológico, pero que es escandaloso que haya grandes conglomerados armamentísticos con más poder que algunos países a los que llegan a imponerles sus intereses empresariales como si realmente fueran necesidades prioritarias. El mundo necesita menos gasto en armamento y más gasto en la lucha contra el hambre, la pobreza y las enfermedades. El progreso no puede estar en invertir para destruir vidas. Habría que replantearse el progreso humano a escala global, no reducido a los espacios nacionales. Es urgente defender desde la izquierda valores de contenidos universales, y en ese camino tendríamos que apoyar la progresiva reducción de los ejércitos convencionales para gastar más en programas de contenidos solidarios, o en misiones militares que defiendan los derechos humanos sin mirar las fronteras. Comprendo que estas son reflexiones políticamente incorrectas, porque no es el pensamiento dominante en los países, ni en los partidos, ni en los sindicatos ni en las instituciones europeas. Quizá deberíamos saber decir que no a la rutina e iniciar nuevos caminos.