música asesina
Me recompuse.
Entré en la cocina con decisión…, y allí, junto a la nevera, estaba Aquiles.
Junto a la montaña de platos limpios, fui mirando al asesino y al mulo, intentando decidir de cuál encargarme primero.
El mal menor.
—Aquiles —dije. Debía mantener el enfado, el hartazgo, bajo control—. Por amor de Dios, ¿esos capullos han vuelto a dejarse abierta la puerta de atrás?
El mulo, como de costumbre, aguantó el tipo, impertérrito.
Parco y pasota, formuló el par de preguntas de rigor:
¿Qué?
¿Qué tiene de extraño?
Tenía razón, era la cuarta o la quinta vez en lo que iba de mes. Seguramente muy cerca del récord.
—Venga —dije, agarrándolo por la crin para sacarlo de allí lo antes posible.
En la puerta, volví la vista hacia el Asesino por encima del hombro.
Por encima del hombro, pero sin desprecio.
—Que lo sepas, tú eres el siguiente.