Hechos muy significativos[235]
Publicado en setiembre de 1931
Hasta los saltos burocráticos pueden ser muy significativos. Cuando Orjonikije fue transferido al Consejo Supremo de la Economía Nacional, Iaroslavski sin duda esperaba ser designado presidente de la Comisión Central de Control. Pero se nombró a Andreiev, mucho más joven y quien, al parecer, se «lo merecía» mucho menos. En Moscú hasta corrieron rumores, medio en serio, medio en broma, de que Iaroslavski se pasaba a la Oposición.
De hecho, en los últimos años la dirección de la GPU se concentró en Iagoda. Parecía ser el sucesor natural de Menshinski. De pronto, a Iagoda se lo nombra segundo asistente, y el desconocido Akulov pasa a ocupar el primer puesto.
¿Qué significa esto? Iaroslavski y Iagoda son dos figuras de la misma categoría, del mismo tipo, hechas para las mismas tareas. Muy ligados entre sí, llevaron a cabo, a través de los dos organismos del aparato represivo —la Comisión Central de Control y la GPU—, los encargos más delicados de Stalin en la lucha contra sus adversarios e incluso en asuntos de venganza personal contra todos los que alguna vez, de cualquier forma, se levantaron contra él.
A estos dos, Iaroslavski y Iagoda, se los podía designar en cualquier puesto, sin peligro de que lo rechazaran. ¿A quién si no a Iaroslavski se le podía encargar el suicidio del intachable Glazman? ¿Quién si no Iagoda hubiera sido capaz de hacer morir de hambre al inocente Butov[236]? ¿Qué otra pareja podía cumplir mejor «la orden del soviet y del partido» de fusilar a Blumkin? Se puede considerar muy probable que el supuesto artículo de Trotsky sobre el plan quinquenal fue sugerido por Iagoda, a través de un intermediario, a la prensa reaccionaria, y que Iaroslavski, metido con él en el asunto, denunció luego en Pravda la cruzada contrarrevolucionaria de Trotsky contra los soviets. No planteamos que haya sucedido exactamente de esta manera, pero cualquier miembro informado del aparato admite que podría ser. En el pasado se llevaron a cabo cientos de hazañas como éstas, siguiendo las órdenes directas de Stalin o con la seguridad de que éste las aprobaría.
Entonces, ¿quién si no el incomparable Iaroslavski tendría que estar al frente de la Comisión Central de Control? ¿Y quién mejor calificado que Iagoda para encabezar la GPU y concretar los más «íntimos» designios de Stalin?
¿Por qué, entonces, el pintoresco Iaroslavski fue dejado de lado por el incoloro aunque fiel Andreiev? ¿Y por qué Iagoda, que está dispuesto a todo, tuvo que cederle su lugar a Akulov? Son preguntas interesantes.
El hecho de que a Stalin le sea imposible designar a sus emisarios en los cargos más importantes es una expresión de la resistencia inarticulada, casi anónima pero firme, del aparato contra las consecuencias recientes del sistema stalinista. En general, los stalinistas aceptarán a Stalin y todo lo que éste implica. Pero ahora vemos que Iaroslavski y Iagoda se cavaron la fosa. Stalin tiene que hacer esfuerzos extraordinarios para mantener aunque sea en puestos secundarios y de tercer orden a la gente que más necesita.
Este es uno de los tantos síntomas de que Stalin, que fue elevado por el aparato, libra una continua lucha silenciosa contra este mismo aparato, que de alguna manera siente la presión del partido. El rechazo a Iaroslavski y la desjerarquización de Iagoda constituyen una advertencia especial del aparato a Stalin, casi podríamos decir un voto secreto de falta de confianza.
En el futuro se producirán muchos de estos síntomas, incluso más significativos. La alarma creciente en el aparato precede al inevitable despertar del partido. En el futuro tendremos más y más «hechos muy significativos».