Entrevista con Social-Demokraten[614]
28 de noviembre de 1932
Trotsky: Antes que nada, quiero expresar mi agradecimiento por la invitación y por haberme permitido entrar a Dinamarca. Tengo claro que el gobierno, que de ninguna manera comparte mis posiciones, me otorgó permiso para que de una conferencia puramente histórica y científica a una cantidad de jóvenes interesados en estos problemas. Ya había recibido el año pasado una invitación similar desde Noruega, pero tuve que declinarla a causa del incendio de mi casa en Estambul. El viaje fue muy placentero, sobre todo para mi esposa que durante diez años estuvo a cargo de todos los museos de Rusia y se sintió muy feliz al poder ver todas las maravillas que ofrece Italia en este aspecto.
Rechendorf: ¿Cuánto hace que habló usted en público por última vez?
T.: En Europa occidental, desde 1914 cuando pronuncié un discurso en Austria. Durante cuatro años estuve completamente aislado de la vida política y pública en general y no mantuve ningún contacto con círculos amplios. No tengo un lugar donde poder hablar cara a cara con la gente. Todo lo que tengo es mi actividad literaria.
R.: ¿Está usted muy solo?
T.: En la isla donde está mi casa vivo solo con mi esposa y mi nieto de seis años —que, de paso, tendría que haber venido con nosotros— y unos pocos buenos amigos, algunos de los cuales tienen que recorrer grandes distancias para visitarme. En la isla hay seiscientos habitantes, pero no tengo contacto con ellos. Pesco, cazo, navego y, por supuesto, escribo.
R.: ¿Solamente sobre Rusia?
T.: De todas las personas actualmente con vida soy quien mas involucrado estuvo en el centro de los acontecimientos de la Revolución Rusa, y en consecuencia estoy bastante calificado para describirla. Acabo de terminar una historia de la revolución en tres volúmenes, trabajo que exigió tres años de intensa labor. Ya revisé todo el material que pienso presentar al público de Copenhague. Y desde ahora disfruto la posibilidad de dirigirme directamente a una audiencia en lugar de a lectores desconocidos. Pero me voy a referir únicamente a los resultados de la investigación histórica; no voy a hablar de política.
R.: ¿Tiene usted algún plan para el futuro?
T.: Sí, tengo tres libros en preparación, uno sobre la economía mundial y la situación política y otro sobre Lenin, una biografía, de la que ya publiqué algo en un periódico inglés[615]. Pero se han difundido versiones falsas de mi libro sobre Lenin. Por ejemplo, en España salió un libro sobre Lenin con mi nombre en la portada. Una versión falsificada de punta a punta. Yo no escribí una palabra de ese libro.
R.: ¿Qué hay detrás de esa falsificación, una maniobra política o el afán de lucro?
T.: Creo que una combinación de ambos. El libro producirá dinero y al mismo tiempo me perjudicará. Es de carácter político y está plagado de abominaciones. Entre otras cosas, me hace aparecer diciendo cosas sumamente despectivas sobre Lenin, hablando sobre él de una manera totalmente inconcebible para mí. Ahora estoy tratando de que la Corte española me haga justicia.
R.: ¿Qué proyecta escribir sobre Lenin?
T.: Además de escribir su biografía, en el segundo tomo pretendo discutir las falsas interpretaciones de sus enseñanzas y las conclusiones incorrectas a que se llegó partiendo de sus ideas. Y en el tercer tomo, que será teórico y político, polemizaré con los que llamo sus epígonos de Rusia.
R.: ¿Fue Lenin, en sí mismo, La Revolución Rusa?
T.: Como marxista, sé que la historia se hace según las condiciones materiales. Pero en determinadas circunstancias los hombres pueden llegar a jugar un rol decisivo. La máquina no funciona sin un mecánico y el motor no arranca sin corriente eléctrica, por más que todas las partes de la máquina anden bien. Lenin fue la corriente eléctrica de la Revolución Rusa.
R.: ¿Quiere decir que sin Lenin no habría habido revolución?
T.: En octubre de 1917 se daban en Rusia todas las condiciones necesarias para la revolución. Pero sin él dudo de que hubiera ocurrido en ese momento. O tal vez hubiera durado tres años y al entrar en juego nuevos factores quizás se hubiera perdido la oportunidad.
R.: ¿Cómo era Lenin?
T.: Una persona amable y sencilla. Todavía puedo recordarlo jugando con mis dos hijos en los corredores del Kremlin, donde ambos teníamos nuestras oficinas. Dentro de toda su seriedad era como un niño. Encaraba con responsabilidad cualquier cosa que hacía. Preparaba con el mismo cuidado una charla con cinco obreros de Londres que una propuesta al Congreso de los Soviets de toda Rusia. Y este hombre casi omnisciente podía volver simple y fácil, accesible para cualquiera, el problema más complicado del mundo.
R.: ¿Qué significó su muerte para la Unión Soviética?
T.: La pérdida de un hombre irremplazable.
R.: ¿Y para usted?
T.: ¿No está tratando de hablar sobre temas políticos? Sabe que no voy a decir una palabra de política.
R.: ¿Nadie le hace preguntas políticas?
T.: Si, pero para evitar malas interpretaciones no dejo que se me escape una sola palabra sobre política actual, y mucho menos en un reportaje. Escribo. Disfruto el placer de relajarme después del esfuerzo del viaje y trato de pasar el tiempo visitando Copenhague y sus alrededores y renovando las relaciones que hice cuando estuve aquí hace veintidós años, para el congreso de 1910.