Carta a lo sobreros de Zurich[471]

25 de junio de 1932

En la noche del 15 de junio, en Zurich, se produjeron violentos enfrentamientos entre los trabajadores y la policía. Me enteré de estos acontecimientos por los cables de las agencias de prensa burguesas que, en consecuencia, eran muy tendenciosos y hostiles a los trabajadores. Pero aun sin conocer los detalles, no es muy difícil hacerse una idea general del carácter de estos acontecimientos. La historia del capitalismo está plagada de enfrentamientos entre los obreros, especialmente los huelguistas o desocupados, y la policía. La terrible crisis actual, que revela toda la podredumbre del sistema capitalista, pone muy tensa a la burguesía y la obliga a apelar a la policía y al ejército ante la menor señal de alarma. Por otra parte, la tan justa indignación de los trabajadores contra la burguesía aumenta y trata de manifestarse. No interesa qué tendencia política encabezó la huelga y la manifestación de Zurich, ya que ello no cambia las características del sangriento enfrentamiento. El capitalismo redujo a los obreros al hambre, a la miseria, a la desesperación; los arroja a las calles; los aplasta con la fuerza armada. Si las balas de los capitalistas no matan antes a los obreros, los lacayos de la prensa capitalista los calumnian y los jueces capitalistas mandan a los «lideres» a la cárcel.

Esta fue la simple y obvia explicación que di, desde lejos, a los acontecimientos del 15 y el 16 de junio. Hoy, 25 de junio, recibí un volante que me enviaron mis amigos firmado por el «Partido Socialista de Zurich», que se titula «Ajuste de cuentas con los comunistas». En este volante, la socialdemocracia, que gobierna la ciudad de Zurich, pretende librarse de toda responsabilidad por la represión contra los huelguistas y manifestantes. Según el volante, la responsabilidad del conflicto no recae sobre el capitalismo sino sobre el comunismo. Defendiendo su actitud contra los trabajadores de Zurich, la socialdemocracia dice: «Lenin y Trotsky, en situaciones similares, fueron severos con los sindicalistas ultraizquierdistas de tendencia anarquista. Aplastaron sangrienta e implacablemente a todos los putchistas».

Este volante me impulsó a escribir una carta a los trabajadores de Zurich para denunciar esta calumnia. Lenin y yo fuimos más de una vez víctimas de la calumnia. Ustedes seguramente saben que hasta se nos acusó de estar al servicio del estado mayor alemán. Sin embargo, nunca vi una calumnia más deshonesta y despreciable que la que nos hace el volante de la socialdemocracia de Zurich.

Lenin dedicó toda su vida al derrocamiento de la sociedad burguesa, de su estado, sus privilegios, sus leyes, su justicia, sus prisiones, su policía y su ejército. ¿Cómo se puede emplear el nombre de Lenin para justificar los ataques burgueses a los trabajadores? También protesto contra la utilización de mi nombre porque durante mis treinta y cinco años de vida consciente serví y sigo sirviendo, en la medida de mis posibilidades, a la causa de la emancipación de la clase obrera.

Pero, replicarán los señores socialdemócratas, ¿acaso el poder soviético no utilizó medidas represivas contra los anarquistas o los social-revolucionarios de izquierda que intentaron organizar una insurrección? ¡Por cierto que sí! Pero la diferencia —una diferencia insignificante, ¿No es cierto, camaradas trabajadores?— reside precisamente en que para nosotros se trataba de defender un estado obrero, no un estado burgués. Antes los bolcheviques habían organizado la Insurrección de Octubre, por medio de la cual el proletariado derrocó a la burguesía, tomó posesión de sus bancos y fábricas, confiscó las tierras de la burguesía rural y la entregó a los campesinos, echó a los parásitos de sus palacios y alojó en ellos a los hijos de los trabajadores, privó a los explotadores de su derecho al voto, concentró el poder y las armas en manos de los obreros, para proteger así al primer estado proletario en contra de sus enemigos. En esto precisamente consiste el régimen de la dictadura proletaria. Sí, creamos el Ejército Rojo para su defensa y lo defendimos efectivamente fusil en mano. La socialdemocracia de todo el mundo nos condenó y maldijo. La socialdemocracia alemana apoyó a los Hohenzollern[472], que trataron de estrangular la república soviética. Pero los bolcheviques no se dejaron estrangular; defendieron el estado obrero con puño de hierro. Los enemigos internos de la dictadura proletaria eran la burguesía privada de sus derechos, los funcionarios burgueses y los kadetes, caballeros de la laya de Conradi, que asesinó a mi amigo Vorovski[473]. Los socialdemócratas rusos (los mencheviques y los social-revolucionarios) apoyaron directa e indirectamente su lucha contra el estado obrero y en todas las oportunidades en que tomaron las armas contra él los tratamos sin misericordia.

Pero la socialdemocracia de Zurich los engaña cuando apela a Lenin y Trotsky para justificar sus sangrientas medidas contra los trabajadores que se rebelan contra el estado capitalista. Es cierto que en ambos casos se utilizó la fuerza. Siempre que las clases libran una lucha implacable hay que recurrir finalmente a la fuerza. Y será así mientras existan clases. Pero lo que determina todo el problema es qué clase ejerce la fuerza.

En una de las sesiones de la conferencia de Brest-Litovsk, el 14 de enero de 1918, el general Hoffmann[474], miembro del estado mayor alemán, realmente a cargo de la frontera oriental, protestó por el uso de la fuerza por parte del gobierno soviético. Aprovecho la ocasión para citar literalmente, de las actas de la reunión, una parte de mi respuesta:

El general Hoffmann señaló que nuestro gobierno se apoya en la fuerza y recurre a ella contra todos aquellos que sustentan opiniones diferentes a las suyas, tachándolos de contrarrevolucionarios. El general tiene absoluta razón cuando dice que nuestro gobierno se apoya en la fuerza. No se encuentra en toda la historia un gobierno que no lo haya hecho. Mientras la sociedad esté formada por clases que luchan entre si, el estado inevitablemente será un instrumento de coerción y utilizará un aparato coercitivo […] Lo que asombra y enfurece a los gobiernos de los demás países es que nosotros no arrestamos a los obreros que hacen huelga sino a los capitalistas que dejan en la calle a los obreros; que no fusilamos a los campesinos que exigen tierra sino arrestamos a los terratenientes y funcionarios que pretenden fusilar a los campesinos.

Los dirigentes de la socialdemocracia de Zurich no se diferencian del general Hoffmann cuando hablan de violencia sin definir a la clase que la emplea. Y con razón; la socialdemocracia no puede plantear abierta y honestamente este problema porque sus propios dirigentes sirven al régimen capitalista. En los problemas locales y municipales de menor importancia la socialdemocracia trata de negociar con el capitalismo en beneficio de los obreros para mantener su autoridad entre éstos; pero cuando lo que está en juego son los intereses básicos del orden capitalista y de la propiedad privada, los fundamentos mismos de la explotación del hombre por el hombre, la socialdemocracia en Suiza, en Alemania, en Austria, en Francia y en todo el mundo, invariablemente se pone del lado de los explotadores. Lo demostró una vez más, inequívocamente, en los acontecimientos de junio en Zurich.

Dado que los señores de la dirección socialdemócrata se tomaron la libertad de referirse a Lenin y a mi en su intento de exonerarse de culpa, diré para concluir: Aunque no tengo otro elemento de juicio sobre los acontecimientos de Zurich que los informes de los periódicos burgueses, de los que difícilmente puedo creer más del diez por ciento de lo que dicen, puedo afirmar con certeza que, por ser el movimiento obrero el que está involucrado, todas mis simpatías están incondicionalmente con los que participaron en la huelga, con los que protestaron contra la brutalidad de la policía y cayeron víctimas de sus ataques. Más allá de las posiciones tácticas de los comunistas de Zurich, siempre estaré con ellos del mismo lado de la barricada. Aunque hubieran cometido tal o cual error —no lo sé—, son los errores de nuestra clase, son los errores de la revolución proletaria que levanta la cabeza contra el yugo capitalista. A pesar de todas las «democráticas» plumas de pavo real con que se cubre la socialdemocracia, frente a los acontecimientos de Zurich actuó y sigue actuando como agente directo del enemigo de clase. La socialdemocracia oculta su traición calumniando a la revolución proletaria. Al igualar la violencia de la revolución con la violencia de la reacción socava la autoridad del estado obrero en favor de la del estado burgués.

Espero que todos los obreros de Zurich, incluidos los socialdemócratas, reflexionen profundamente sobre los acontecimientos y el papel que desempeñaron en ellos los dirigentes socialdemócratas para sacar las conclusiones políticas necesarias. Sólo entonces podremos decir que las víctimas de junio no fueron sacrificadas en vano.

León Trotsky

Escritos , Tomo II
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