Problemas internos de la Liga Comunista de Francia[249]
25 de setiembre de 1931
1. En mi última circular expresé que el estancamiento de la Liga, sus nuevos conflictos y rupturas, tienen una causa general: el movimiento obrero francés todavía no superó su situación de reflujo, y el debilitamiento general del sector revolucionario afecta también a la Oposición de Izquierda. Los acontecimientos provocarán el cambio necesario, como sucedió en España y en Alemania. Pero precisamente el ejemplo de estos dos países demuestra cuán importante es, aun antes de que el proceso de un vuelco revolucionario, preparar una organización lo más homogénea y sólida posible, que haya superado la seria experiencia de una lucha interna. La creación de tal organización es ahora el principal objetivo en Francia.
2. La Liga surgió de un conglomerado de diversos grupos y divisiones. Es el resultado de la situación reinante en Francia, de la existencia y el crecimiento interno de numerosos grupos, del hecho de que había cierta confusión en todos ellos, de que no hubiera un grupo capaz de imponer su autoridad sobre los demás y en el que fuera posible apoyarse con seguridad total.
La heterogeneidad en la composición de la Liga señalaba de antemano que sería inevitable la selección y limpieza de sus filas. Pero este proceso se prolongó por razones que no voy a discutir aquí. Solamente diré que, respecto de algunos grupos «dudosos» o de origen extraño a nosotros, no se adoptó una política lo suficientemente coherente, que tendría que haber empezado por una colaboración leal para poner a prueba a los elementos dudosos y, a la vista de todos, darles la posibilidad de corregirse o desacreditarse, y en este caso concluir por eliminarlos de la organización. De todos modos, llegó el momento de extraer las conclusiones políticas necesarias de un experimento político demasiado prolongado.
3. En la Liga todas las discusiones giran ahora alrededor de la definición de la «fracción». No vi los textos de las distintas definiciones, pero mucho me temo que en esta lucha haya una buena cantidad de escolasticismo. ¿Somos una fracción del partido o una fracción del comunismo? Formalmente no somos una fracción del partido, porque estamos fuera de sus filas y expulsados de ellas. Por otra parte, la concepción del comunismo es inseparable de la del partido. En nuestro caso, se trata de una situación que no fue creada por falta de lógica formal sino por las condiciones históricas objetivas. Esta contradicción no puede durar siempre. Se resolverá en un sentido u otro. No hay la menor probabilidad de que los ejercicios formales sobre la palabra «fracción» nos permitan encontrar una solución. En los principales documentos de la Oposición ya se señaló con la precisión necesaria cuáles son los elementos fundamentales para determinar nuestra relación con el partido oficial y con la Comintern. No hay motivos para rectificar lo que ya dijimos, porque la situación objetiva no cambió todavía en sus rasgos esenciales, ni en un sentido ni en otro. Continuamos, como hasta ahora nuestra lucha por la regeneración de la Tercera Internacional, no por la creación de una cuarta.
4. No me parece correcto el intento de trazar la línea de demarcación dentro de la Liga dedicándose exclusivamente, o en gran parte, a nuevas discusiones sobre la «fracción». Especialmente porque parece que se ignorara toda la historia de la Liga y se tratara de comenzarla de nuevo. Una política organizativa correcta exige que la selección dentro de la Liga se haga teniendo en cuenta su experiencia, muy valiosa a pesar de su brevedad, y no simplemente en base a una discusión aislada, fundamentalmente escolástica.
5. El camarada Treint presenta las cosas de esta manera: por un lado están los liquidadores, el Grupo Judío[250], y por otro los conciliadores (Naville y Gerard); por eso tenemos que orientar nuestra política hacia la amputación de los liquidadores, para librarnos después de los conciliadores. Es cierto que una situación de este tipo no es rara especialmente en organizaciones de masas en las que, cuando se manifiesta de manera evidente la presencia de un ala de derecha o de ultraizquierda, surge una fracción intermedia, una fracción conciliadora. Pero este esquema general no concuerda con lo que ocurre en la Liga. Las tradiciones y el proceso de desarrollo del grupo de Naville no tienen nada en común con las tradiciones y el proceso de desarrollo del Grupo Judío. En el primer caso se trata de un puñado de intelectuales pequeñoburgueses, de espectadores ideológicos marginales. En el segundo caso tenemos un grupo de proletarios nómadas con todos los puntos fuertes y débiles de los emigrados revolucionarios. Cualquier relación entre ambos grupos sólo puede ser el resultado de combinaciones personales; no tienen raíces comunes. Por eso es totalmente incorrecto enfocar el problema de Naville como si fuera una función, una derivada, una cantidad dependiente del problema del Grupo Judío.
6. La posición original de Naville era la de dos partidos, e imaginaba «su» partido al estilo de Paz y Souvarine, como una especie de círculo de discusión dominguera en el que él jugaría el rol de solista. Posteriormente adoptó la posición de la «fracción independiente», introduciendo en este concepto el contenido anterior. Asimiló el punto de vista de la Oposición de Izquierda, pero sólo de palabra. Sigue siendo pequeño-burgués, anárquico y sin partido, y está tan en contra del partido oficial como de la Liga. En un año y medio no avanzó un milímetro. Aunque continúa dentro de la Liga, sigue siendo nuestro adversario irreconciliable.
Tomemos La Lutte de Classes. Después de que sacamos a Landau de nuestra organización, Naville publicó un artículo de aquél en la revista, a la que considera su propiedad privada. (El pequeño burgués anarquista siempre le da una importancia enorme al problema de la propiedad). El último número de La Lutte de Classes llevaba el siguiente subtítulo: «Revisión teórica de la Oposición Comunista de Francia». Durante muchos meses se luchó denodadamente por transformar a La Lutte de Classes en un órgano oficial de la Oposición de Izquierda (la Liga). Y sucede que Naville demuestra claramente una vez más que no quiere que se identifique «su» publicación con la organización a la que, aparentemente, pertenece. ¿No basta esto para eliminar de nuestras filas a una persona tan evidentemente hostil y ajena a nosotros? El hecho de que la Liga y su dirección no hayan reaccionado todavía ante estas repugnantes provocaciones es de por sí inquietante. Porque la primera característica de un revolucionario es su firme adhesión a su organización; su patriotismo hacia ésta y su sensibilidad ante cualquier ataque dirigido contra sus banderas.
¿Cómo define hoy Naville el concepto de fracción? No lo sé y admito que no me interesa demasiado. Una persona puede dar una definición teóricamente falsa de la Oposición de Izquierda y, a la vez, demostrar con todo su trabajo su apasionada adhesión a ella. En este caso se puede corregir con calma y fraternalmente la falsa definición. Pero se puede dar una definición correcta de la Oposición de Izquierda y, al mismo tiempo, pisotear sus banderas.
7. Hace tiempo vengo insistiendo en que sólo podemos acercar gente a la Liga después de someterla a un trabajo definido y sistemático. Esta regla nos permitirá sobre todo, excluir a los aficionados, a los haraganes, a los charlatanes, a los parásitos políticos. Algunos de ellos son lo suficientemente astutos como para no dejarse sorprender en una formulación anticomunista. Pero eso no les impide llevar adelante un sabotaje cotidiano, oculto tras las mejores formulaciones, y en un momento propicio traicionar a la organización.
8. La situación del Grupo Judío, como ya dijimos, no tiene nada en común con la del grupo de Naville. Más allá de las combinaciones que se puedan tramar en la cúpula, los miembros del Grupo Judío están ligados por hablar el mismo idioma y por su insuficiente conocimiento de Francia. Esto permite a algunos de los dirigentes del grupo exagerar la importancia de su papel y crear una atmósfera rígida, aislante. Hace apenas unos meses Mill fulminaba al grupo como fuente principal de todas las desgracias. Ahora acompaña a Félix en la tarea de cultivar sus características negativas, los rasgos propios de su condición de emigrante, y en frenar la expresión de sus características proletarias positivas.
Es evidente que en el pasado el grupo quedó muy aislado. Los dirigentes de la Liga pensaron que tenían garantizado el apoyo de este grupo; no se esforzaron en mantener a cada uno de los miembros del Grupo Judío al tanto de lo que sucedía en la Liga. El grupo se volvió una víctima de las maniobras de sus actuales dirigentes. Me es difícil caracterizar desde aquí hasta qué punto es posible corregir el daño que causaron los dirigentes. De todos modos, tenemos que hacer todo lo posible por ayudar al grupo a librarse de su dirección actual y por mantener dentro de la Liga a todos sus elementos proletarios sanos. La diferencia entre ellos y el grupo de Naville se refleja con cierta ironía en el plano de nuestras relaciones prácticas con ambos. Mientras que los partidarios de Naville, que tomaron más o menos en serio sus declaraciones, abandonaron la Liga hace tiempo y esperan a su jefe fuera de sus filas, nos inclinamos a suponer que los elementos revolucionarios del Grupo Judío renunciarán a sus líderes circunstanciales y accidentales y permanecerán con nosotros. Tenemos que hacer los mayores esfuerzos en este sentido.
9. Plantear el problema de la fracción de manera puramente formal, sin tener en cuenta el pasado de la Liga e independientemente del contenido social y personal de cada grupo, no sólo dificulta la diferenciación de los elementos ajenos; también crea el peligro de una nueva ruptura en el núcleo fundamental de la Liga. No pretendo negar totalmente y de antemano la importancia teórica y política de las diferencias involucradas en la cuestión de la fracción. Pero seria criminal enfatizar estas diferencias separándolas de la actividad política de la Liga. Si tras los matices de las definiciones de la palabra «fracción» se ocultan realmente dos tendencias distintas, tendrán que manifestarse más claramente en los problemas fundamentales de la Internacional, y sobre todo del movimiento obrero francés. La fracción no se forma definiéndose a cada paso, sino en la acción. La necesidad de insistir una y otra vez en el problema de la fracción es indudablemente producto del estancamiento de la Liga. Continuar obstinada e interminablemente en esta dirección implica romper el núcleo fundamental en función de una línea coyuntural y en gran medida escolástica.