Tareas de la Oposición de izquierda en Gran Bretaña y en la India[259]
Observaciones críticas sobre unas tesis lamentables
7 de noviembre de 1931
Dos camaradas, Ridley y Chandu Ram, elaboraron una tesis sobre la situación en Inglaterra, la Oposición de Izquierda y sus relaciones con la Comintern[260]. Los autores se consideran partidarios de la Oposición de Izquierda, aunque tienen serias diferencias con ella. En su documento defienden repetidas veces la necesidad de una crítica interna abierta y libre. En consecuencia, haremos uso de esa crítica libre y abierta para referirnos a sus tesis.
1. «Gran Bretaña está en este momento en una fase transicional entre la democracia y el fascismo». Se considera aquí a la democracia y al fascismo como dos abstracciones sin determinantes sociales. Evidentemente los autores quieren decir: el imperialismo británico se dispone a librar a su dictadura de la decadente cobertura parlamentaria y a tomar el rumbo de la violencia abierta y desnuda. En general esto es cierto, pero sólo en general. El actual gobierno no es «antiparlamentario»: por el contrario, recibió de «la nación» un apoyo parlamentario sin precedentes. Sólo el alza del movimiento revolucionario de Inglaterra puede obligar al gobierno a tomar el camino de la violencia desnuda, extraparlamentaria. Esto ocurrirá sin dudas; pero en la actualidad no es así. No hay motivos aceptables para poner hoy en primer plano la cuestión del fascismo. Aun desde el punto de vista de una perspectiva distante no se sabe en qué medida es correcto hablar de «fascismo» para Inglaterra. En nuestra opinión, los marxistas deben partir de la idea de que el fascismo constituye una forma diferente y específica de la dictadura del capital financiero, pero no es en absoluto idéntico a la dictadura imperialista como tal. Si el «partido» de Mosley y la «Corporación de San Miguel[261]» representan los comienzos del fascismo, como declaran las tesis, precisamente la debilidad total de ambos grupos demuestra lo absurdo de plantear hoy la inminencia del advenimiento del fascismo.
En esta afirmación no hay nada nuevo. Repite planteamientos aclarados y rechazados hace mucho tiempo. Los autores no consideran a los sindicatos como la organización histórica del proletariado británico, que refleja su situación, sino como una creación penetrada desde el día en que nació por el pecado de imperialismo. Pero los sindicatos cuentan con una historia rica y aleccionadora. Libraron una lucha heroica por el derecho a organizarse. Participaron gloriosamente en el movimiento cartista[262]. Condujeron la lucha por la reducción de la jornada laboral, lucha a la que Marx y Engels atribuyeron una gran importancia histórica. Muchos sindicatos se unieron a la Primera Internacional. Parece que la historia no existe para nuestros autores. En todas sus opiniones no hay el menor indicio de dialéctica. Se limitan a principios metafísicos «fascismo», «democracia», «organizaciones imperialistas», oponiendo sus descubrimientos a los procesos vivos y reales.
Nos enteramos por ellos de que los dirigentes sindicales no traicionaron la huelga general de 1926; reconocerlos como «traidores» implica aceptar que antes eran «revolucionarios». Véase hasta dónde llega su metafísica. Los reformistas no siempre traicionaron a los trabajadores. En ciertas épocas y bajo determinadas condiciones los reformistas llevaron a cabo un trabajo progresivo, aunque insuficiente. La etapa de la decadencia imperialista les hace temblar el piso, por eso, en la medida en que se ven obligados a adherirse al movimiento de masas, lo traicionan en determinado momento. Aun así, las masas aceptan su conducción. Los autores oponen a esta concepción viva de las masas la teoría del pecado original de los sindicatos. Lo notable de esta teoría es que no permite que a un traidor se lo llame traidor.
En el análisis de la situación actual de Inglaterra no debemos ignorar las variantes por las que puede pasar el gobierno conservador: no directamente a la dictadura de la violencia abierta sino, como consecuencia de un brusco vuelco parlamentario hacia la izquierda, a alguna especie de bloque de Henderson y Lloyd George, un gobierno transitorio de kerenskismo británico. Evidentemente, Lloyd George cuenta con un inevitable giro a la izquierda de la «opinión pública», y por lo tanto no teme seguir siendo hoy una pequeña minoría[263]. La posibilidad de que haya un kerenskismo británico, cuánto tiempo durará, etcétera, depende del desarrollo ulterior de la crisis económica, del ritmo al que se produzca la bancarrota del gobierno «nacional», y fundamentalmente de la rapidez de la radicalización de las masas.
Obviamente, cuando el kerenskismo aparece pone en evidencia su inutilidad, y en consecuencia empuja a la burguesía por el camino de la violencia abierta y desnuda. En este caso, los trabajadores ingleses tendrán que convencerse de que su monarquía no es meramente una institución inocente y decorativa; el poder del rey se convertirá inevitablemente en el centro de la contrarrevolución imperialista unificada.
2. Hay un profundo error en el segundo parágrafo dirigido contra la actividad en los sindicatos con el objetivo de llegar a controlarlos, lo que es obligatorio para un marxista y un bolchevique. Según las tesis, desde su origen los sindicatos son «organizaciones imperialistas». Sólo pueden vivir en la medida en que se benefician de las superganancias del capitalismo británico; ahora, perdida definitivamente su posición privilegiada, deben desaparecer. No tiene sentido luchar por ganar los actuales sindicatos. En el momento adecuado, la dictadura revolucionaria construirá nuevas «organizaciones económicas».
Desde 1920 los sindicatos perdieron más del cuarenta por ciento de sus afiliados. Por lo tanto, los autores dicen que en el transcurso de los próximos dos años perderán otro cuarenta por ciento. Cuando este ochenta por ciento de obreros se pase al comunismo, los camaradas Ridley y Ram podrán decir: el profeta no necesita ir a la montaña porque la montaña fue hacia el profeta. Pero, por lo que sabemos, no sucede así. A Ridley y Ram no los sigue ni una docena de obreros. Los sindicatos todavía nuclean a millones de trabajadores que en 1926 demostraron que son capaces de llevar adelante una lucha revolucionaria. Debemos buscar a los trabajadores donde están hoy, no donde pueden estar mañana, tanto a los que están organizados como a los que no lo están. El problema no son las organizaciones económicas que creará la futura dictadura revolucionaria sino el trabajador inglés de hoy; hablar de dictadura del proletariado sin tenerlo en cuenta significa jugar con las palabras.
¿Pueden realmente los trabajadores tomar el camino de la insurrección de un salto, sin profundizar en el período previo su lucha contra el capitalismo, sin radicalizarse, sin radicalizar sus métodos de lucha y sus organizaciones? ¿Cómo puede darse la radicalización de la clase obrera fuera de los sindicatos, sin reflejarse en éstos, sin cambiar sus características, sin provocar el surgimiento de nuevos dirigentes? Sí es cierto que los sindicatos se originaron en base a las superganancias capitalistas de Gran Bretaña —y lo es hasta cierto punto—, la desaparición de las superganancias debe radicalizar los sindicatos; por supuesto, entendiendo la radicalización desde abajo y no desde arriba, en la lucha contra los dirigentes y la tradición. Esta lucha tiene más probabilidades de triunfar si los comunistas participan en ella.
Los autores de las tesis van tan lejos que identifican la lucha por ganar los sindicatos con el Comité Anglo-Ruso. ¡Sorprendente argumento! La Oposición de Izquierda acusó a Stalin, Tomski y Cía. porque, debido a su amistad política con Citrine[264], Purcell, Cook y demás, los comunistas que militaban en los sindicatos no podían desenmascarar a estos traidores. Los camaradas Ridley y Ram hacen un nuevo descubrimiento: unirse con los traidores y desenmascararlos ante las masas… son una y la misma cosa. ¿Podemos tomar en serio tales argumentos?
El camarada norteamericano Glotzer[265], al referirse a la necesidad de trabajar en las organizaciones sindicales para ganarlas, cita muy correctamente el folleto de Lenin El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo. Los camaradas Ridley y Ram le responden con cuatro objeciones:
a) Ellos piden argumentos y no citas de autoridades. Esto es cierto. Pero el folleto de Lenin contiene muchos argumentos que ellos no responden en lo más mínimo.
b) Los autores niegan el dogma católico romano de la infalibilidad. Estamos de acuerdo. Pero les aconsejamos comenzar con la crítica a la infalibilidad de su propio evangelio.
c) «¡Lenin no era dios ni un papa infalible!». Esta es una repetición del argumento anterior. Sin ser un papa, Lenin luchó con éxito contra la metafísica y el sectarismo.
d) Lenin escribió en 1920; desde entonces la situación cambió considerablemente. Pero los autores no explican en qué consisten realmente estos cambios, salvo su referencia a la disminución del número de afiliados a los sindicatos, que no es de importancia decisiva.
Vemos que los argumentos de los autores son sumamente abstractos y puramente formales. La referencia a 1920 entra en contradicción directa con las ideas fundamentales de las tesis. Si los sindicatos fueron desde su origen, y siguen siéndolo, organizaciones imperialistas puras, incapaces de acciones revolucionarias, la referencia a 1920 pierde toda significación. Tendríamos que decir simplemente que la posición de Marx, Engels y Lenin fue errónea desde un principio.
3. El tercer parágrafo está dedicado a la Comintern. Los autores están a favor de la creación de una cuarta internacional y, también aquí, manifiestan la característica fundamental de su razonamiento: metafísica absoluta. Respondemos que Engels, después de Hegel, entendía por metafísica la consideración de los fenómenos, hechos, fuerzas y tendencias como sustancias inmutables, y no como procesos en desarrollo, que además avanzan con contradicciones constantes. Así como para nuestros innovadores el sindicato es una viciosa sustancia imperialista de la cabeza a los pies, en todas las épocas y etapas, la Comintern es una viciosa sustancia burocrática. En su análisis dejan totalmente fuera de consideración los procesos internos de la Comintern, la inevitable contradicción entre la masa de afiliados y el aparato burocrático. Los autores nos preguntan: ¿creemos que la burocracia, por influencia de nuestra crítica, renunciará a defender sus intereses? ¿Y hay que describir esta suposición como materialismo o idealismo?, preguntan después Ridley y Ram con ironía inimitable, sin advertir que la sola manera en que plantean la cuestión es una metafísica inerte.
La burocracia es muy fuerte, pero por cierto no tan omnipotente como creen Ridley y Ram. En la URSS, las crecientes contradicciones del desarrollo económico plantean con urgencia ante los millones de militantes del partido y de la juventud los problemas programáticos y tácticos fundamentales. En la medida en que los burócratas no serán capaces de resolver estas contradicciones, los millones de comunistas y jóvenes comunistas se verán obligados a buscar una solución por su cuenta. A estas masas les decimos hoy y les diremos mañana: «La burocracia centrista conquistó el aparato del partido, gracias a determinadas condiciones históricas. Pero ustedes, trabajadores comunistas, no se adhieren al partido por los burócratas sino por su gran pasado revolucionario y su posible futuro revolucionario. Los entendemos muy bien. Los obreros revolucionarios no saltan ciegamente de organización en organización como muchos estudiantes. Nosotros, bolcheviques leninistas, estamos muy dispuestos a colaborar con ustedes, trabajadores comunistas, para regenerar el partido».
Hay millones de obreros que apoyan al Partido Comunista Alemán. La catastrófica crisis alemana determina que los problemas revolucionarios pasen a ser problemas de vida o muerte. Sobre esta base, no cabe duda de que en el partido se desarrollará una lucha ideológica cada vez más profunda. Si los pocos centenares de oposicionistas de izquierda se mantienen al margen, se transformarán en una secta impotente y lamentable. Pero si participan en las luchas ideológicas internas del partido, del que siguen formando parte a pesar de todas las expulsiones, ganarán una enorme influencia en el núcleo proletario de la organización.
No, la Oposición de Izquierda no tienen ningún motivo para transitar el camino que le señalan Ridley y Ram. Aun sin contar a la URSS, dentro de la Comintern hay decenas de miles de trabajadores que vivieron profundas experiencias, numerosas decepciones, y se ven obligados a buscar respuestas correctas para todos los problemas políticos fundamentales. Tenemos que acercarnos a estos trabajadores, no darles la espalda. Sería muy triste que los militantes con sentido crítico del Partido Comunista británico oficial se imaginen que las opiniones de Ridley y Ram son las de la Oposición de Izquierda.
4. Los autores de estas tesis acusan a la Oposición de Izquierda, especialmente a la Liga norteamericana, de «sobrestimar absurdamente» la importancia del Partido Comunista británico. De ninguna manera sobrestimamos esa importancia. Las últimas elecciones demostraron suficiente, clara y abiertamente la debilidad del Partido Comunista británico[266]. Pero hoy la Oposición de Izquierda es en Gran Bretaña varios cientos de veces más débil que ese débil partido. Ram y Ridley no tienen nada todavía. Sólo los apoyan individuos que no están ligados a la lucha del proletariado. ¿Trataron realmente de hacer una crítica honesta al partido? ¿Cuál es su actividad? ¿Dónde están sus tesis programáticas? ¿Discutieron con la base del partido? ¿Trataron de ganarse su apoyo? El partido oficial tuvo setenta mil votantes. ¿Cuentan Ram y Ridley con setecientos, o aun con setenta militantes? Pero a pesar de eso están dispuestos a organizar una cuarta internacional. El proletariado tiene que aceptar implícitamente —por adelantado— que son capaces de construir una internacional y de dirigirla.
Todo el método con que se plantea el problema es absolutamente incorrecto. A esto tenemos que añadir que si la Oposición de Izquierda albergara esta perniciosa idea y decidiera crear hoy una cuarta internacional, los camaradas Ridley y Ram, que tienen diferencias con nosotros en todas las cuestiones fundamentales, tendrían que construir inmediatamente una quinta internacional.
5. El parágrafo que se refiere a la India también se caracteriza por su carácter extraordinariamente abstracto. Es indiscutible que la India sólo podrá lograr su independencia nacional total a través de una revolución verdaderamente grande que lleve al poder al proletariado indio. Sólo es posible imaginar un proceso diferente si la revolución proletaria triunfa en Inglaterra antes que en la India. En ese caso, la liberación nacional de la India precedería —hay que suponer que por un lapso breve— a la dictadura del proletariado, el que nuclearía a su alrededor al campesinado pobre. Pero media un gran trecho entre estas perspectivas, absolutamente correctas, y la afirmación de que la India ya está madura para la dictadura del proletariado, de que los obreros indios han superado sus ilusiones conciliadoras, etcétera. No, ante los comunistas indios se plantea una tarea apenas comenzada. Allí los bolcheviques leninistas deben realizar un trabajo inmenso, tenaz, cotidiano y difícil. Hay que penetrar en todas las organizaciones de la clase obrera; es preciso educar a los primeros cuadros comunistas obreros y participar de la «prosaica» vida cotidiana de los obreros y de sus organizaciones; hay que estudiar las relaciones existentes entre las ciudades y los distritos rurales.
Naturalmente, para cumplir esa tarea hace falta contar con tesis programáticas y tácticas. Pero sería incorrecto comenzar con la convocatoria a una conferencia internacional sobre la cuestión de la India, como proponen nuestros autores. Con una conferencia insuficientemente preparada no se logrará nada. Si los oposicionistas de izquierda hindúes se dedican a seleccionar material reciente y elaborarlo, o por lo menos a traducirlo a alguna lengua europea (huelgas, manifestaciones, núcleos del movimiento campesino, los partidos y los grupos políticos de las distintas clases, la actividad de la Comintern, sus manifiestos y consignas), con esta importante tarea facilitarán en gran medida la posibilidad de una elaboración colectiva del programa y la táctica para la vanguardia proletaria de la India.
Hay que comenzar por la construcción de un núcleo serio de la Oposición de Izquierda con camaradas indios que realmente apoyan las posiciones bolcheviques leninistas.